Me enteré que la esposa de un amigo mío
estaba con un mal todavía no detectado, que la postró en silla de ruedas. Tenía
varios meses postrada. La fui a visitar y le hablé de Dios y del poder de la
oración; le hablé del perdón y de las maravillas que se logran cuando uno
perdona; le hablé de cómo María Santísima intercede ante Dios, etc.
Ella se había enterado que su esposo
estaba saliendo con otra mujer y que la cosa no era tan simple… parece que ya
tenía cierto tiempo en esa situación, cosa que agravó más su salud.
En esa época, yo tenía poco tiempo en
mi Comunidad, estaba recién aprendiendo a manejar la bicicleta; ya sabía cuáles
eran sus partes principales, pero nunca me había atrevido a montarla y a
pedalear, en otras palabras, nunca había estado en una situación de pedir
directamente a Dios que sane a alguien, aunque ya sabía cómo hacerlo. “La Fe, si no la
practicas, de nada sirve”.
Conversando con ella, cuando de
pronto sentí en mi corazón que tenía que decirle algo. No se imaginan lo que le
dije: “Dice el Señor que la próxima semana te levantará de tu silla de ruedas,
así que prepara tu corazón” Cuando terminé de decir eso, me
sorprendí de tal manera que hasta sentí cierto temor y me pregunté: “¿Qué pasaría si
eso no sucediera? Estaría dándole falsas ilusiones a una persona enferma… eso estaría muy
mal porque estaría restándole credibilidad a Dios y yo quedaría como un
farsante” Inmediatamente me puse a orar y le dije a Dios: “Señor, Tú me has
hecho decir esto, así que ya verás cómo lo solucionas” En ese momento
recordé las palabras del Evangelio en que el Señor dice que Él avalará mis
palabras; eso me dejó más tranquilo.
La esposa de mi amigo, contenta con lo que había escuchado, pasó la voz a todo su barrio, a sus amigos y familiares – por supuesto que yo no sabía nada de lo que estaba pasando – para que fueran a su casa el día en que habíamos quedado para que el Señor la levantara de esa silla de ruedas.
La esposa de mi amigo, contenta con lo que había escuchado, pasó la voz a todo su barrio, a sus amigos y familiares – por supuesto que yo no sabía nada de lo que estaba pasando – para que fueran a su casa el día en que habíamos quedado para que el Señor la levantara de esa silla de ruedas.
El día que habíamos quedado coincidía
con una celebración en mi Comunidad, así que iba a ir un poco tarde a la casa
de mi amiga. Me preparé en el Santísimo: “Señor, no te vayas a olvidar lo que
le prometiste a Peta”… se lo dije como si Dios se pudiera olvidar de
algo.
Terminó la celebración a eso de la
10:30pm, tomé mi moto – en ese tiempo andaba en moto – y le dije al Señor: “Súbete y ven
conmigo… no sabes cuánto te necesito, además, si vienes conmigo no va haber
excusa de que te pierdas”… otra vez subestimándolo.
Faltando una cuadra para llegar a la casa de la cita con Dios y la enferma, noté una gran cantidad de gente; había gente por todos lados. Me acerqué despacio, me bajé de la moto y entré. La casa estaba llena de gente, lo mismo que la calle, y a mí me corrían culebritas por todo el cuerpo.
Faltando una cuadra para llegar a la casa de la cita con Dios y la enferma, noté una gran cantidad de gente; había gente por todos lados. Me acerqué despacio, me bajé de la moto y entré. La casa estaba llena de gente, lo mismo que la calle, y a mí me corrían culebritas por todo el cuerpo.
Puse mi Biblia sobre la mesa, prendí
la vela que había traído de la Comunidad, me puse mi cruz de San Benito, eché
agua bendita a todos y comencé con la oración. Pasados unos 10 minutos, pedí
que acercaran a Peta, le pregunté si estaba preparada, respondió que sí, y dije
en voz alta sin ningún temor: “En el Nombre de Jesús… ordeno que te
levantes y camines”. Ella empezó a incorporarse…algunos quisieron
ayudarla, pero yo les pedí que no la tocaran. Sola se incorporó y empezó a dar
pasos, al principio un poco inseguros, pero luego con más firmeza.
En ese momento mi corazón se partió
en mil pedacitos y caí al suelo de rodillas llorando de alegría y alabando a
Dios por su gran misericordia. Lo mío fue contagioso porque todos, sin
excepción - los de la casa y de la calle -hicieron lo mismo. Todos de rodillas
alabábamos a Dios y agradecíamos a nuestra Madre celestial por su intercesión. “Donde dos o más se
reúnen en mi nombre…allí estoy Yo”, dijo Jesús. Eso es verdad, pero a
veces uno se olvida.
A partir de ese día, me di cuenta
cual sería mi ministerio (sanación). Han pasado 27 años desde ese entonces y he
visto, a través de todo ese tiempo, las maravillas que hace el Señor. Agradezco
a Dios por usarme como instrumento y le agradezco por ese comienzo espectacular
que casi me cuesta la vida… la verdad es que hasta ahora me pregunto cómo fue
que no me dio un infarto ese día.
Les prometo seguir recordando y
publicando las maravillas que hace el Señor –al menos en este ministerio – y
ojala que todos comiencen a mover su Fe para gloria de Dios.
Están todos invitados a nuestras reuniones de Oración por los Enfermos, todos los Viernes a las 8pm. Jr. Chinchaysuyo 219 - San Miguel – Entre las cuadras 5 y 6 de Av. Precursores – casi frente a la Iglesia San Miguel Arcangel - Teléfonos para cualquier consulta: Celular Claro 9-9718-6681– También pueden entrar a mis Correos: senor_creador@hotmail.com
Están todos invitados a nuestras reuniones de Oración por los Enfermos, todos los Viernes a las 8pm. Jr. Chinchaysuyo 219 - San Miguel – Entre las cuadras 5 y 6 de Av. Precursores – casi frente a la Iglesia San Miguel Arcangel - Teléfonos para cualquier consulta: Celular Claro 9-9718-6681– También pueden entrar a mis Correos: senor_creador@hotmail.com
Nota: senor, solamente con “n” no con
“ñ”.
José Miguel Pajares Clausen
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