Matthew B. Crawford: «La política
victimista se asemeja a una religión»
Crawford apunta el victimismo y las políticas de
identidad como una mera causa política de la izquierda para sobrevivir.
Investigador
en la universidad de Virginia, Matthew
Crawford es una figura original dentro del paisaje intelectual
americano. Filósofo, autor de Con las manos o con la mente.
Sobre el valor de los trabajos manuales e intelectuales [Shop class as soulcraft]
es también, en sus horas libres, mecánico de motos.
En The world beyond your head. On
becoming an individual in an age of distraction [El
mundo más allá de tu cabeza. Convertirte en un individuo en la era de la
distracción], el
pensador aborda el tema de la virtud de la atención, amenazada por la invasión
virtual. Recientemente le ha entrevistado Eugénie Bastié para Le Figaro.
-MÁS
DE DOS AÑOS DESPUÉS DE LA ELECCIÓN DE DONALD TRUMP, ¿QUÉ OPINA USTED DE LA
IZQUIERDA ESTADOUNIDENSE? ¿HAN SUPERADO LOS DEMÓCRATAS ESTE HECHO TRAUMÁTICO Y
SE HAN ADAPTADO?
-En
ningún ámbito del aparato cultural había ninguna duda de que Hillary Clinton sucedería sin
dificultad a Obama y que el
progreso moral daría un nuevo paso hacia adelante. Sin embargo, en Moscú se
fomentó un complot siniestro y Vladimir
Putin ha convertido a Voldemort en nuestro presidente. Por suerte, la
resistencia es fuerte y los colaboracionistas serán desenmascarados. Sufrirán
las consecuencias de sus actos. Esta es la visión actual de la izquierda
estadounidense.
»Debemos intentar comprender la cólera que la
sostiene. Incluso antes de la elección presidencial, los profesores de Derecho
de las universidades más prestigiosas habían preparado las cuestiones que
serían zanjadas por el Tribunal Supremo de Hillary Clinton, con la intención de
terminar definitivamente con las
guerras culturales. Como usted probablemente ya sabe, nuestro Congreso
es una institución ancestral y todas las grandes cuestiones políticas son
resueltas por los tribunales o por decretos del poder ejecutivo.
»Para los progresistas, esta situación era ideal. La
Administración Obama había utilizado su poder administrativo, en proporciones
que no tienen precedentes, con el fin de saltarse el proceso democrático y
lograr la reforma de la sociedad americana. Pero en noviembre de 2016 todo esto
quedó reducido a la nada gracias a los electores. Esto ha dado paso a una izquierda fascinada por la violencia, y
numerosos progresistas ya no ocultan su rechazo al concepto mismo de democracia.
El profesor Matthew B. Crawford ha obtenido grandes éxitos de ventas con
sus libros reivindicando el trabajo manual. En sus apreciaciones sobre el
feminismo actual recurre con frecuencia a la ironía.
-LAS
POLÍTICAS DE IDENTIDAD ¿PIERDEN TERRENO ENTRE LOS DEMÓCRATAS O, POR EL
CONTRARIO, SON MÁS FUERTES QUE NUNCA EN ESTADOS UNIDOS?
-Las
políticas de identidad son, actualmente, la principal fuerza motriz de la conciencia política en Estados Unidos.
Hace algunas semanas, el gobierno del Estado de Virginia, donde vivo, se hundió
en el caos cuando la opinión pública descubrió que el gobernador, demócrata,
había llevado un disfraz racista
durante una fiesta en 1984.
»Las principales figuras del Partido Demócrata
pidieron su dimisión. Esa misma semana se supo que su "segundo
de a bordo", es decir, su sucesor, había tenido un problema con el
movimiento #MeToo. Se enfrenta a acusaciones de agresión sexual. La mayoría de los demócratas ha pedido su
dimisión, pero es una situación delicada, porque es afroamericano.
»A continuación se supo también que la tercera
persona en orden de sucesión en el Estado de Virginia, el fiscal general,
blanco, participó en 1980 en una fiesta a la que acudió disfrazado de rapero
negro: también ha sido fuertemente criticado. Y menos mal que el orden de
sucesión se detiene aquí, que no hay una cuarta persona. El Estado de Virginia
se enfrenta, por tanto, a una verdadera crisis constitucional, provocada... ¿por qué? En
estas condiciones, nadie es lo suficientemente puro.
»Elizabeth
Warren, en otros tiempos mascarón de
proa de la izquierda económica, actualmente es conocida sobre todo por su burdo
intento de reivindicar sus orígenes amerindios, lo que se ha convertido en
nuestro único tema de conversación.
Para preparar su candidatura a la nominación demócrata para las
elecciones de 2020, la senadora Elizabeth Warren se hizo un análisis de ADN
para poder demostrar sus orígenes indios. Encontró algún rasgo entre seis y
diez generaciones atrás, provocando la rechifla de sus adversarios, en
particular de Donald Trump. Es un ejemplo paradigmático de los complejos que
han introducido en la política estadounidense las cuestiones de identidad y victimización.
»Es un ensayo de lo que podrían ser las primarias
demócratas de 2020: un pelotón de ejecución y un festival de actos de
contrición. Lo mejor para uno es estar seguro de que, en lo que se refiere a
cuestiones de identidad, no tienes demasiados enemigos a la izquierda. Sin
embargo, ante la competencia que se
desencadena entre los grupos de víctimas en la jerarquía interseccional, este cálculo pasa a ser enseguida particularmente
complejo.
»Este año, la Marcha de las Mujeres ha estado
caracterizada por las acusaciones de "blanquismo"
(whiteness) lanzadas por feministas afroamericanas contra las
feministas judías, quienes a su vez han acusado a las feministas musulmanas de
antisemitismo; y las mujeres feministas han acusado a las feministas
transgénero de "masculinismo" (maleness).
Por su parte, las feministas musulmanas han dado prueba de gran sabiduría al no
expresar abiertamente su opinión ante la presencia de homosexuales (en la
manifestación). El Partido Demócrata es una amalgama de grupos que tienen, por
naturaleza, muy pocas afinidades entre ellos y que no tienen ninguna intención
de articular un bien común.
»Esta
inestable coalición sólo se sostiene por la invocación ritual de la causa de
todos los males: el varón blanco heterosexual. Sin él y su suciedad moral, no podría perdurar la
lógica que sacraliza a las mujeres, las personas de color y los gays.
»Nosotros, hombres blancos heterosexuales, ¡nos
hemos convertido en muy importantes! A título personal, ¡me gustaría ser
remunerado por este trabajo simbólico, porque es agotador! Podríamos hacer
huelga y negarnos a oprimir a quienes oprimamos mientras nuestras
reivindicaciones no sean satisfechas.
-USTED
CRITICA LA PETULANCIA MORAL DE LA IZQUIERDA PROGRESISTA, ADEMÁS DE SU FALSA
EMPATÍA HACIA LAS MINORÍAS. ¿CÓMO EXPLICA LA EXTRAORDINARIA IMPORTANCIA DADA A
LA CUESTIÓN TRANSGÉNERO O A TODAS LAS DEMÁS CUESTIONES DE GÉNERO DEFENDIDAS POR
LOS PROGRESISTAS?
-Hay a la
vez una lógica política y una lógica
antropológica más profunda.
»La lógica política es muy clara. En 2015, el
Tribunal Supremo introdujo el matrimonio
homosexual en el Derecho americano. ¿Creía usted de verdad que la
maquinaria política que es el movimiento LGBTQ iba a hacer el equipaje y volver
a su vida diaria, tal vez después de haberse despedido educadamente de los
perdedores? La respuesta es no. Veinticuatro horas después de esa decisión, los
grandes medios de comunicación identificaron un nuevo crimen del que nadie
hablaba en Estados Unidos: la marginación cruel de las personas transgénero. El
hecho de que ser transgénero sea un fenómeno exótico o marginal indica que la
necesidad política a la que responde no es la de cualquier nuevo movimiento
democrático, sino la necesidad, para la
izquierda, de conservar su reputación de partido al que le toca el peso
de decidir si Estados Unidos ha encontrado de nuevo la legitimidad moral que
había perdido tras la esclavitud y la segregación. La respuesta sólo puede ser
no, ya que perdería toda su influencia. Esto explica la búsqueda de nuevas "fobias" y
prejuicios inconscientes con los que sustituir los que han perdido toda
credibilidad.
»La lógica misma de la antropología progresista
implica la existencia de la ideología transgénero, independientemente del
Tribunal Supremo o del posible éxito electoral de los demócratas. La diferencia
sexual y, de manera más general, la cuestión del cuerpo son, sin duda alguna,
el principal obstáculo al gran proyecto de autonomía llamado "la construcción de uno mismo". La
libertad total requiere una página totalmente en blanco, virgen. El progresismo se convierte, entonces, en una
guerra contra el concepto mismo de realidad -aquello que no elegimos y
que existe independientemente de nuestros deseos- y yo creo que esto está en el
centro de la política de género.
»Hace algunos años se pensaba que el ideal eran la
androginia o la asexualidad. Pero ahora es difícil reconciliar ese deseo con la
evolución de la cultura popular, saturada por los deseos de revancha de las
mujeres. Las cualidades calificadas
como "tóxicas" en los hombres se
consideran "emancipación" en las
mujeres. La consigna del momento parece ser, no ya el final de la
diferencia entre los sexos, sino sencillamente el cambio de situación. La
American Psychological Association ha publicado unas directrices en las que
declara que la masculinidad es un trastorno psicológico. En nuestras ciudades
no es raro ver la frase El futuro es femenino escrita en camisetas que, a veces, llevan
puestas incluso niños pequeños. Actualmente, la política de género en Estados Unidos se parece más a una política
maoísta que kantiana.
-¿CÓMO
EXPLICA QUE EN NUESTRAS SOCIEDADES OCCIDENTALES LA VICTIMIZACIÓN SE HAYA
CONVERTIDO EN EL ÚNICO CRITERIO DE LEGITIMIDAD POLÍTICA?
-El
antropólogo René Girard ha
escrito: "La competencia continua transforma
la preocupación por las víctimas en un orden totalitario, una inquisición
permanente". No estoy tan seguro de la sinceridad de este enfoque
[presentarse como víctima]. Por un lado, claramente hay un oportunismo. El
concepto de wokeness, que designa "el
despertar ante las injusticias", es un juego en el que se compite
por una posición dentro de la meritocracia en el poder, una decisiva forma de ascender en el seno de cualquier institución.
Estar woken (es decir, despierto) es
lo que distingue a los upper whites (blancos de clases altas) de los lower whites (blancos
de clases bajas), como ha explicado de manera brillante Reihan Salam [editorialista conservador]. Las minorías son
peones en el juego de los blancos, pero sólo si se limitan al papel de víctimas
que les es adjudicado.
»Por otro lado, parece que estemos igualmente en el
centro de un fanatismo casi religioso,
como sugiere la definición misma de la palabra "despertado",
que a menudo parece prevalecer sobre la preocupación habitual, a saber: obtener una ventaja política o económica. Buscar
el "privilegio" escondido en lo
más profundo del alma y confesarlo con un espíritu autocrítico se ha convertido
en un imperativo hiperprotestante. Cuanto más bajo se está en la escalera
interseccional, más dispuesto hay que estar a la posibilidad de ser eliminado.
»Creo que la aparición del movimiento Antifa [antifascista]
debe ser visto como una respuesta a la carga psicológica que grava sobre los
hombres blancos progresistas que se definen a sí mismos como feministas y
antirracistas. Al convertirse en "antifas", tienen la posibilidad de
afirmar una virilidad que, de otra manera, sería inaceptable. Por
primera vez en su vida, un joven puede dejar de pedir perdón por existir y ser
el agresor, siempre que esta agresión esté dirigida contra los nazis. Por esta
razón los nazis se han hecho indispensables.
»Sin embargo, la oferta no corresponde a la demanda.
Hemos puesto en marcha un proceso que permite fabricar nazis en cadena, pero
sin calidad, porque tienen tendencia a deshacerse en pedazos. Me refiero a los falsos "crímenes
de odio". Esta semana,
los agresores homófobos del actor Jussie
Smollett, que defendían la supremacía blanca, resultaron ser dos de sus
amigos a los que él había pagado para que le agredieran, mientras entonaban
eslóganes en favor de la victoria de Trump.
El actor Jussie Smollet, autodefinido como gay, fue atacado a finales de
enero por dos hombres que le golpearon y le rociaron con lejía con alusiones a
su condición racial y sexual y proclamando la consigna MAGA (Make America Great
Again), lema de campaña de Donald Trump. Días después fue acusado por la
Policía de haber organizado él mismo la agresión.
»Este escenario se ha convertido en algo normal. La
agresión inicial es objeto de una amplia cobertura mediática, y las
celebridades y los políticos se entregan en cuerpo y alma para condenar el acto
cometido. Después llega el momento de introspección nacional. A menudo este
conlleva un símbolo clásico del mal como un ahorcamiento, una esvástica o un
pene, lo que indica generalmente, de manera muy clara, una especie de fantasma izquierdista.
»Unas semanas más tarde, el público descubre que la
agresión ha sido completamente inventada, pero se sepulta la información, o bien es presentada de la manera más
tediosa posible, si es que los medios de comunicación informan de ello. El
culpable ha sido un insensato, pero sus intenciones eran buenas, porque ha
conseguido atraer la atención sobre un problema verdadero. El único aspecto lamentable
[de la manipulación] es que puede contribuir a crear una "reacción de
rechazo".
»Debemos, por tanto, redoblar nuestros esfuerzos
para poner fin al racismo, la misoginia, la homofobia, etc. Todos los hechos y
todas las agresiones pueden ser integradas en la trama. En este ámbito, la política victimista se asemeja
verdaderamente a una religión.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
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