Por: Sofia Aguilar | Fuente: Catholic.net
Hoy en
día la palabra contemporánea se utiliza como estandarte para describir lo
actual, lo moderno y ecléctico, solo basta asistir a una exposición de arte
contemporáneo para entenderlo. Es una palabra que se utiliza constantemente
para provocar el engrandecimiento de una sociedad moderna, desarrollada y
actual.
Si analizamos el significado del término
contemporáneo, “es un adjetivo calificativo que se
utiliza de manera genérica para referirse a aquello que pertenece a la misma
época o momento”. El asunto no radica en el uso exacerbado de la palabra
y el engrandecimiento de la misma, sino, en que amparados en dicho concepto se
tache de retrograda o anticuado cualquier concepto moralista “fuera de moda”.
En la
actualidad, lo que está de moda es tratar a las personas como objetos
descartables, utilizarlos como mejor me convenga y desecharlos una vez que haya
terminado, enfocarme solo en mi persona y vivir intensamente y de la forma que
quiero sin que nadie pueda juzgarme, porque eso es “lo
de hoy”, “lo actual”, “lo moderno” “lo CONTEMPORANEO”.
Como joven cristiano en este mundo moderno, sabemos
que esos conceptos se contraponen directamente con los valores y principios de
nuestra fe. De acuerdo al CIC (2012), “la fe
es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que
se revela”. Lo que quiero recalcar sobre esta definición es la relación
que existe entre el hombre y Dios, el ejercicio del libre albedrío conferido al
hombre a tener una relación con su divino creador.
No se trata de una imposición por parte de Dios,
sino de una invitación, una propuesta. Una fe que invita a mirar a nuestros
hermanos y las circunstancias con el corazón, pero no solo reducido a un
sentimiento, sino a un corazón racional y afectivo, un entendimiento profundo
de la existencia real y tangible de Dios. La forma en que nosotros sentimos la
presencia viva de Dios es a través de las experiencias que vamos teniendo por
obra y gracia de la Iglesia, esa Iglesia fundada por Cristo mismo, esa Iglesia
a la que todos los bautizados pertenecemos.
La Iglesia es el cuerpo místico de nuestro Señor
y nosotros sus miembros, cada individuo pertenece a ese cuerpo, a la fuente de
vida, a la vid y de ahí salimos todos los sarmientos. Cada sarmiento tiene
parte de Dios, Dios vive en él y el en Dios, eso es lo que debemos de
comprender cuando tratamos de profesar nuestra fe en un mundo actual. La forma
en que como jóvenes cristianos debemos vivir nuestra fe es a través de un
encuentro vivo y actual con Dios y así podamos compartirla con nuestros
hermanos. Si permanecemos pegados a la vid, podremos dar fruto de nuestra fe,
siendo conscientes que Jesucristo está más vigente que nunca, que lo podemos
encontrar en el rostro de cada persona que nos topamos, lo vemos en los
detalles minúsculos y en los más grandes, lo topamos en la iglesia, en la
tienda, en el cine, en el trabajo y en la universidad. Pero claramente, la versión más contemporánea de Jesús la
podemos encontrar en la Sagrada eucaristía, acércate a la fuente más viva y
contemporánea que existe hoy.
Vive tu fe renovada y actual en Jesús,
permitiendo que vaya tocando cada vez más tu corazón para que puedas compartir
tu fe con todos los que te rodean, viendo las cosas con los ojos de Dios, no
con los tuyos, profundizando en los acontecimientos reales y dejar de quedarnos
con lo más evidente.
No
trivialices las cosas que Dios quiere que comprendas cuando solo te enfocas en
el hecho, sin profundizar en el significado divino de cada situación de tu
vida. Te invito a que reflexiones sobre ¿Cómo vives tu fe? ¿Te quejas constantemente de todo lo
que te sucede? ¿Ves a Dios en tu hermano? ¿En tu enemigo? ¿Asistes
frecuentemente a los sacramentos?
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Referencias:
Iglesia Católica. (2012). El apostolado. En 2ª ed., Catecismo de la Iglesia Católica (1262). Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
Iglesia Católica. (2012). El apostolado. En 2ª ed., Catecismo de la Iglesia Católica (1262). Ciudad del Vaticano: Libreria Editrice Vaticana.
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