En ese momento,
expresamos que, el relato del Evangelio que estamos por escuchar.
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org
En
Misa, luego de que se leen la primera y segunda lectura junto con el salmo, llega
el momento de leer el Evangelio. El sacerdote cuando está frente al ambón,
mientras signa el misal dice: “Lectura del Santo
Evangelio según San…” y al mismo tiempo los fieles hacemos la señal de
la Cruz sobre la frente, la boca y el pecho. ¿Por qué hacemos este gesto y cuál es su sentido?
La
Instrucción General del Misal Romano establece: “Ya en el ambón, el sacerdote abre el libro y, con las
manos juntas, dice: El Señor esté con ustedes; y el pueblo responde: Y con tu
espíritu; y en seguida: Lectura del Santo Evangelio, signando con el pulgar el
libro y a sí mismo en la frente, en la boca y en el pecho, lo cual hacen
también todos los demás. El pueblo aclama diciendo: Gloria a Ti, Señor” (IGMR
134).
Este
gesto que hacemos todos los fieles junto con el sacerdote, no debe ser pasado
por alto ni visto como un simple rito que hay que seguir. En ese
momento, cuando nos hacemos esas señales de la cruz, expresamos que, el relato
del Evangelio que estamos por escuchar, penetre nuestra mente y se aloje en nuestros labios, para luego salir a
compartirlo a los demás; y que al mismo tiempo, permanezca en nuestro corazón
como un fuego que no se apaga.
A través de cada lectura que se lee en la
celebración somos testigos de la historia del plan de la salvación que Dios ha
trazado. Además de que en ellas, Él guarda un mensaje para todos nosotros, pero de especial modo en el santo Evangelio,
Cristo mismo se hace vivo y presente.
Al compartir y escuchar juntos la Palabra de
Dios, nos convierte en luz para iluminar a los demás. Por eso, debemos acogerla tanto en la mente como en el corazón, para una
vez conocida y comprendida, salgamos a proclamarla, tarea de todo bautizado.
Todo esto, siempre bajo la luz del Espíritu Santo, autor e inspiración de
quienes la escribieron.
¿Qué
pasa en tu corazón después de que escuchas la Palabra de Dios?
Su lectura no puede dejarnos indiferentes, pues debe
invitarnos a examinar cómo estamos llevando nuestra vida y cómo vivimos nuestra
fe. Ya nos dice San Pablo: “Es viva la Palabra de
Dios y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos. Penetra hasta las
fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas; y escruta
los sentimientos y pensamientos del corazón” (Hb 4,12).
En
cada lectura del Evangelio, Cristo toca la puerta de nuestro corazón, para
habitar con nosotros y llenarnos totalmente, ábrele
la puerta y hazlo partícipe de ti. Recuerda sus palabras: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz
y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap
3, 20).
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