Una peregrinación se
asemeja mucho a la propia vida.
Por: Rafael Pérez del Solar | Fuente: Catholic-link.com
Hace algunas semanas estuve en el norte de España, en la región de
Galicia, donde tuve la bendición de realizar el Camino de Santiago, una tradicional peregrinación, llena de
historia y aventura que miles de personas de diferentes países llevan a cabo
durante todo el año.
Te cuento que para mí fue una oportunidad muy especial, ya que desde
hace varios años tenía en mente poder realizar este camino, y tuve una gran
certeza interior de que la realizaría este 2016, luego de leer una publicación
sobre las peregrinaciones que podíamos realizar por el Año de la Misericordia.
Leí el post y me dije interiormente (a la vez que le pedía a Dios que así
se diera): «este año es».
Realizar el camino (como se le llama tradicionalmente), fue para mí
una experiencia única, intensa, que me marcó mucho: Dios
respondió muy concretamente a una serie de cuestionamientos personales que
tenía en los últimos años de mi vida, en la línea de descubrir con más claridad
qué quiere de mí, en el lugar que ocupo en el mundo, en mis relaciones con las
personas que me rodean y en general en conocer más profundamente quién soy yo.
Como habrás escuchado alguna vez una
peregrinación se asemeja mucho a la propia vida: hay subidas y bajadas,
momentos difíciles y momentos más tranquilos, conoces diversas personas que
dejan alguna huella en ti (y tú dejas alguna huella en cada una), siempre
caminamos hacia una meta muy concreta dando todo por alcanzarla (que en mi
caso culminó con el abrazo a la imagen del Apóstol, como símbolo de un
encuentro con quien ya recorrió esos pasos, figura de lo que será el cielo). Es
por ello que quiero compartirte 6
enseñanzas que me dejó el Camino de Santiago. Espero puedan ser útiles para tu
propia vida.
1.
Un peregrino está siempre en búsqueda
Es impresionante ver la cantidad de gente que peregrina. Personas de
diferentes edades, países, e incluso creencias. En grupo o solos, cada quien
con una particular motivación. Me encontré con personas que lo hacían por
motivos de fe, otros como ofrecimiento, otros para conocerse más, e incluso
había quienes lo hacían por aventura o por deporte. Sin embargo, lo que era
permanente en todas estas diferentes experiencias era que todos esperaban algo. Todos estaban en
búsqueda de algo más. Algo los atraía a hacer El Camino de Santiago aún con
todas las dificultades que implicaban hacerlo. Si bien la meta estaba clara,
siempre la mirada estaba atenta a descubrir qué nos traía el nuevo día, qué
personas conoceríamos, que obstáculos surgirían, siempre en búsqueda, como en la propia vida. Búsqueda que se hace
más llevadera, si tenemos una luz que nos guíe a cada paso. Somos peregrinos de
la misericordia.
2. Sé auténtico
En El Camino no hay poses, máscaras o roles que
valgan. Eres tú y Dios que va contigo. El camino que transitas y las
personas con las que te vas encontrando simplemente «conectan»
contigo. La amistad va brotando entre los peregrinos de forma muy
natural. Te lo explico mejor: en la vida cotidiana muchas veces nos
acostumbramos a aferrarnos a nuestras formas de pensar, a nuestros esquemas,
que muchas veces se cierran al encuentro con los demás. Lo irónico es que
nuestro ser más profundo anhela ese encuentro. Y solo lograremos hacerlo cuando
nos quitemos de encima todo ese peso de quien no soy y que tantas veces
cargamos para aparentar, quedar bien, y calmar el qué dirán. Ya lo decía el
gran escritor francés Saint-Exupery: «Aquel que quiera viajar feliz, debe viajar ligero». Ser yo mismo, con mis dones, virtudes, y cosas
por cambiar, eso es lo que abre al contacto sincero con los otros.
3. Existen personas realmente buenas y con hambre de verdad
en el mundo
El
Camino debe ser vivido en clave de encuentro. Por
supuesto tuve mis ratos de oración personal mientras caminaba, y de reflexión
mientras veía el paisaje, pero también tenía (sin planificarlo) mis ratos de
conversación con otros peregrinos, de conocerlos y darme a conocer, de
compartir la vida. Fue muy gratificante encontrar personas de lo más variadas,
de países que nunca hubiese pensado conocer, y compartir desde lo más
cotidiano. Y entender en ello que realmente existen personas con un gran
corazón en el mundo, que buscan a Dios (a veces sin darse cuenta), y que
anhelan cosas buenas y verdaderas para su vida, aún a pesar de las diferencias
culturales que puedan existir.
4. La alegría de la vida en Cristo, de estar siempre con Él,
cuestiona
En esa dinámica de encuentro, desde ese ser yo
mismo, encontré algo que siempre fue bien recibido: la alegría y la bondad que viene de Dios, siempre cuestiona y siempre
tiene un efecto transformador en la vida de las personas. Cuando tenemos
esa certeza fuerte de que Dios habita en nuestro corazón y no nos permitimos
nublar esa presencia, podemos vivir con una alegría que irradia felicidad. Y
eso contagia, cuestiona, compromete y genera relaciones de amistad sólidas y
que pueden ser perdurables.
5. Rezar por los demás te acerca y te hace sentirte
acompañado
Durante mi peregrinación tuve la oportunidad de
rezar también por muchas personas, de ofrecer mis esfuerzos y oraciones al
Señor, así como la misa diaria de los peregrinos en cada pueblo donde paraba
cada día, por numerosas intenciones que amigos, familiares y hasta personas
desconocidas me pidieron llevara en mi mente y en mi corazón durante todo mi
Camino. Fue muy bonita esta experiencia porque de alguna forma, me sentí muy acompañado de todos ellos,
y a su vez los acompañé cuando le pedía al Señor por sus esperanzas,
por sus sueños, sus propósitos y por las situaciones que les inquietaban.
6. Dios me interpela constantemente con la creación
Finalmente, y no por ello menos importante, fue
fundamental el contacto con la Creación. Realmente me encontré con paisajes
hermosos, llenos de colores y de vida, que no hacían más que remitirme una y
otra vez al Creador y a elevar una acción de gracias por estar allí y por su
obra. Dios nos interpela una y otra vez
con las maravillas de la naturaleza en el día a día, y esto es ocasión
para darle gloria y para agradecerle por todo lo que tenemos que es realmente
un tesoro.
«El cansancio del andar, la
variedad de paisajes, el encuentro con personas de otra nacionalidad, los abren
a lo más profundo y común que nos une a los humanos: seres en búsqueda, seres
necesitados de verdad y de belleza, de una experiencia de gracia, de caridad y
de paz, de perdón y de redención. Y en lo más recóndito de todos esos hombres
resuena la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo. Sí, a todo hombre
que hace silencio en su interior y pone distancia a las apetencias, deseos y
quehaceres inmediatos, al hombre que ora, Dios le alumbra para que le encuentre
y para que reconozca a Cristo. Quien peregrina a Santiago, en el fondo, lo hace
para encontrarse sobre todo con Dios» (Papa Benedicto XVI en Misa por el
Año Santo Compostelano en Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela, 6 de
noviembre de 2010).
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