Una breve y profunda reflexión sobre las posesiones y
las carencias, sobre la alegría y la soledad…
Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo:
–
¿Que te pareció el viaje?
– ¡Muy bonito papá!
–
¿Viste que tan pobre puede ser la gente?
– ¡Sí!
–
¿Y qué aprendiste?
– Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro.
-Nosotros tenemos una alberca que llega de una barda a la mitad del
jardín, ellos tienen un arroyo que no tiene fin.
-Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las
estrellas.
-El patio llega hasta la barda de la casa, ellos tienen todo un
horizonte de patio.
-Ellos tienen tiempo de platicar y convivir en familia; tú y mi mamá
tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.
Al terminar el relato, el padre se quedó mudo… y su hijo agrego:
– ¡Gracias papá por enseñarme lo rico que podemos llegar a ser!
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