Esta semana toca martes y 13. Así comienza un artículo que
ha publicado El Periódico, firmado por Ana Sánchez, con los testimonios
de algunas personas que hacen negocio
con la superstición popular. Según la redactora, hoy la mayoría de la
gente renegará de las supersticiones. Aunque seguramente lo haga mientras toca
madera, cruza los dedos o clica el botón de Google de “voy a tener suerte”.
¿Que si la gente aún cree en
la suerte? La pregunta debería ser: ¿alguien ha dejado de creer en ella? Eso
apuntan las estadísticas desde hace años. “El 80 % de la gente toca madera, el 64 % cruza los
dedos y el 49 % evita pasar debajo de escaleras”, publicó el psicólogo ‘best-seller’
Richard Wiseman en su tratado de ‘Rarología’.
ENTRE AMULETOS Y MANÍAS
“Otra
encuesta reveló que el 72% del público
dijo poseer al menos un amuleto”. De hecho, apunta el autor, se han encontrado talismanes prácticamente en
todas las civilizaciones. “Tocar madera tiene su
origen en rituales paganos creados para invocar la ayuda de dioses benignos de
los árboles. Cuando se apoya una escalera contra una pared, forma un triángulo
natural que se veía como símbolo de la Santísima Trinidad, y pasar por debajo
era romper la Trinidad. El 13 se percibe como de mala fortuna porque hubo 13
personas en la Última Cena”. Pruebe
a llamar al Arts o al hotel W. Responderán con tono de obviedad que no tienen
planta 13 ni habitación 13.
“Tienes mucho que ganar y nada que perder”, asiente Ramón Plana rodeado de
amuletos. Es el gerente de Karma, “boutique
esotérica” –se denominan– abierta
desde 1972. Empezaron en un primer piso, recuerda Montserrat Tomás, la madre de
Ramón. “Y nadie de la escalera entró nunca”, asegura. “Buscar
estos productos ahora es una cuestión
de inquietud personal”,
añade su hijo. Ocupan 3 plantas y venden a 480 tiendas.
“ANTES IBAS A LA IGLESIA”…
AHORA SE BUSCAN ENERGÍAS
Tienen herraduras, ojos
turcos, manos de Fátima, cruces de Caravaca, pentagramas, estrellas de David,
atrapasueños, llama-ángeles. Los va colocando en el mostrador Asun, que te
habla de “energías” con la naturalidad con la que cualquiera
comentaría un caso de corrupción. Atiende a muchos clientes preocupados “porque alguien les envía mala energía”.
También “vienen muchas mujeres por el tema del
amor”, cuenta. “Es una esperanza”, apunta Ramón. “Antes ibas a rezar a la iglesia y ahora hay otros
caminos”, añade Montserrat.
Hay estanterías que podrían
pasar por las de un Natura: velas, inciensos, budas, libros de autoayuda. Pero
al lado encuentras bolas de cristal, jabones “para
atraer dinero”, cartas del tarot
(hay hasta exclusivas para gais). Ramón habla de los productos con reservas. “Si no, sería ciencia”.
RITUALES PARA LA BUENA SUERTE
“A mí me ha funcionado”. Àngels asiente con una bolsa
de Punt Màgic en la mano. Acaba de comprar un ritual de fin de año. “Es confianza –se
justifica-. Y mal no te hace”. ¿Y es una mujer con suerte? “No me va mal”, sonríe.
Punt Màgic es la tienda
esotérica de Rossana Lara, que es profesora de cábala y tarot. Puedes encontrar
desde piedras que “fortalecen el espíritu” hasta ‘packs’ rituales
“levanta negocios”. “El público
cada vez es más selectivo. La gente está muy informada del mundo esotérico”,
asegura Rossana. “El 13 en cábala
–dice en cuanto se le menciona el martes y 13– es
un número de cambio, no de mala suerte”.
Acaba de cumplir 40 años en “el mundo del ocultismo”. Y no cree en la mala suerte. “La mala suerte se la hace uno mismo”, asegura. ¿Y para qué sirven los talismanes? “Evitan el mal de ojo”,
responde. El mal de ojo existe –añade–, pero también “hay gente con muchísima
soledad que necesita ser guiada”.
Es decir, que ahora dedica tantas consultas a la videncia como al crecimiento
personal.
EL PUNTO DE VISTA DE LA FE
En un artículo sobre este tema, Luis
Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES)
recuerda que el mundo clásico (Grecia y Roma) se refería a la superstición como
“una actitud personal
que responde al miedo y a la ignorancia”.
Por eso, explica, se parece mucho a la magia y a la
actitud mágica, ya que las reacciones ante la superstición provocan “una relación en la que la persona quiere tomar el
control y dominar, en la medida de lo posible, aquellas fuerzas sobrenaturales
que le sobrepasan y con las que quiere estar en paz”.
Santamaría afirma que un católico no debe tener supersticiones,
pues no son coherentes con la fe. El mismo Catecismo de la Iglesia
Católica deja clara la postura creyente frente a la superstición. El contexto
es el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas. Y nos dice, este
texto que transmite la fe de la Iglesia, que “el
primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha
revelado a su pueblo”. Además,
aclara que el primer mandamiento también “proscribe
la superstición”, que “representa en
cierta manera una perversión, por exceso, de la religión” (CEC 2110).
Y el Catecismo dedica un
número a explicar la superstición, el n. 2111: “La
superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que
impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por
ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas
prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la
sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo
de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición”.
Secretaría RIES
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