La
fe es un tipo de certeza y virtud originada de la gracia por la que la voluntad
mueve al entendimiento a asentir sin miedo a equivocarse, basándose en el
testimonio o autoridad del otro.
Cierta
ocasión, María, la Madre de Jesús visitó a su prima Isabel. El saludo que María
recibió es bien conocido por todos como el Magnificat. Un parte importante de
este se nos presenta como introducción para esta reflexión sobre la fe.
Isabel la saludó: “Dichosa la que ha creído que se
cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor (…) Por eso todas
las naciones, a proclamarán bienaventurada” (Lc. 1, 45,48) Vemos que
María es bienaventurada por creer, y que su fe le traerá bienaventuranza. Pero ¿Creyó María por sus propias fuerzas? ¿Es la fe una
gracia o una virtud?
El
Catecismo, fuente que, por su autoridad debemos mostrar, dice que “la
fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo
tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha
revelado. En cuanto adhesión personal a Dios y asentimiento a la verdad que
Él ha revelado, la fe cristiana difiere de la fe en una persona humana. Es
justo y bueno confiarse totalmente a Dios y creer absolutamente lo que Él dice.
Sería vano y errado poner una fe semejante en una criatura” (cf. Jr
17,5-6; Sal 40,5; 146,3-4). (CIC 150
) Preguntémonos entonces: ¿Es la fe una virtud?
¿ES LA FE UNA VIRTUD?
Podríamos
pensar que la fe no es una virtud si consideramos que es una gracia. Ya que la
gracia no se genera conforme a un acto humano repetido como un hábito, sino
como un don gratuito de Dios. Y si las virtudes son hábitos, y la fe es dada
como gracia, entonces la fe no es una virtud, ya que no depende del individuo
humano.
Sin
embargo, la fe puede ser al mismo tiempo gracia y virtud en dos modos
distintos. Uno, en tanto que virtud como disposición para un asentimiento al
testimonio de una autoridad. Otro, en tanto al origen divino de la fe. Sobre
esto, leamos que: “Cuando San Pedro confiesa que
Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación
no le ha venido “de la carne y de la sangre,
sino de mi Padre que está en los cielos”” (Mt, 16, 17. Cf. Ga 1, 15; Mt,
11, 25) La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural (en cuanto a su
origen) infundida por Él. De este modo, la fe es una virtud y una gracia según
lo que hemos revisado.
LA FE ES ASENTIMIENTO;
CREER ES DE LA VOLUNTAD
Si
profundizamos en la fe como virtud humana, encontraremos su fundamento en la
aceptación voluntaria de las verdades enseñadas. “La
certeza de la fe es libre, en cuanto que depende de la voluntad; mientras que
la evidencia sólo es indirectamente libre, en cuanto que existe libertad de
considerar o no lo evidente. (…) El que cree tiene unos motivos suficientes que
le inducen a creer: no cree sin fundamento. Pero no es el objeto mismo el que
causa la adhesión de la inteligencia; por eso, siempre hay libertad de asentir
o no. Y esto es así, incluso en el caso del testimonio de un testigo
evidentemente creíble: por ejemplo, las verdades reveladas por Dios siguen
siendo no evidentes por sí mismas, no pueden mover al entendimiento a asentir.”
(1)
LA FE ES UN ACTO DE
CONOCIMIENTO
La fe
sobrenatural está movida por las verdades reveladas por Dios, ya sea a través
de los profetas, los autores sagrados o por Cristo mismo. En el conocimiento
ordinario procedemos a adquirir certeza a partir de las evidencias, o realidades
que muestra un hecho inequívocamente claro y dado. Sin embargo, con las
realidades que nos sobrepasan, y de las cuales no podemos conocer por completo
su naturaleza de acuerdo a nuestra condición, adquirimos la certeza por medio
del asentimiento en una autoridad.
“En la Fe sobrenatural, se creen las verdades divinas predicadas por
hombres que ofrecen unos signos de haber sido enviados por Dios a comunicar
esas verdades. (…) Además, por tratarse de verdades y bienes sobrenaturales-que
trascienden la humana capacidad- la inteligencia precisa de la acción
iluminadora del lumen fidei, luz de la fe, y la voluntad de la moción de
la gracia sobrenatural. “Creer-dice Santo Tomás de Aquino- es el acto del
entendimiento que asiente a la verdad divina imperado por la voluntad, a la que
Dios mueve mediante la gracia” (S. Th,
II-II, q.2, a.9) (2)
Bibliografía:
(1) LLANO. A, “Certeza y Evidencia” en Gnoseología, EUNSA, Pamplona,
1983
(2) Ibidem.
Gabriel González Nares
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