viernes, 6 de abril de 2018

CARDENAL BURKE: LO DE LA ENTREVISTA DE SCALFARI «FUE MÁS ALLÁ DE LO TOLERABLE»



Denuncia la falta de respuesta clara a la cuestión de Scalfari y el infierno

El cardenal Burke ha concedido una entrevista en la que recuerda que los fieles deben respetar el oficio petrino, al mismo tiempo que defiende la corrección, según el modo evangélico, a un Papa que no desempeñe dicho ministerio en beneficio de todas las almas. El purpurado manifestó que «la confusión y división en la Iglesia, sobre cuestiones fundamentales y más importantes se está convirtiendo en generalizada»
 (La Nuova Bussola/InfoCatólica) Hay quienes consideran desobedientes a todos los que han expresado dudas, preguntas y críticas de la obra del Papa, pero «la corrección de confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y de este modo, a su vicario en la tierra Así se expresa el cardenal Raymond Leo Burke en esta entrevista en la víspera de una conferencia que habrá en Roma el sábado 7 de abril sobre el tema «Dónde está la iglesia» en la cual el propio cardenal Burke será uno de los oradores. La Conferencia de Roma se llevará a cabo en memoria del cardenal Carlo Caffarra, fallecido en septiembre pasado, y uno de los firmantes de la Dubia.
Como se recordará se trata de cinco preguntas al Papa Francisco, en orden a obtener una declaración clara de continuidad con el Magisterio precedente, en base a la confusión creada por las diferentes y a veces incluso opuestas interpretaciones de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia. Estas Dubia, de las que el cardenal Burke es signatario, nunca han sido respondidas como tampoco se ha respondido nunca a la repetida petición de audiencia por los firmantes.
Eminencia, usted será uno de los principales oradores en la reunión del 7 de abril, que en nombre del cardenal Caffarra se interrogará sobre la dirección de la iglesia. Ya desde el título de la Conferencia se percibe la preocupación por el rumbo tomado. ¿Cuáles son las razones para esta preocupación?
La confusión y división en la Iglesia, sobre cuestiones fundamentales y más importantes – matrimonio y la familia, los sacramentos y la debida disposición para acceder a ellos, los actos intrínsecamente malos, la vida eterna y los novísmos– se está convirtiendo en generalizada. Y el Papa no sólo se niega a aclarar las cosas con el anuncio de la doctrina constante y la sana disciplina de la iglesia, una responsabilidad que es inherente a su ministerio como sucesor de San Pedro, sino que también aumenta la confusión.
¿Se refiere también a la proliferación de declaraciones privadas que son reportadas por aquellos que lo encuentran?
Es lo que ha pasado con la última entrevista de Eugenio Scalfari durante Semana Santa y hecho público el Jueves Santo y fue más allá de lo tolerable. Que un conocido ateo pretenda anunciar una revolución en la enseñanza de la iglesia católica, que afirme hablar en nombre del Papa, negando la inmortalidad del alma humana y la existencia del infierno, ha sido una fuente de profundo escándalo no sólo para muchos católicos sino también para muchos laicos que tienen respeto por la Iglesia católica y sus enseñanzas, aunque no las comparta. Además el Jueves Santo es uno de los días más sagrados del año, el día en que el Señor instituyó el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y el sacerdocio, por el cual Él puede ofrecernos siempre el fruto de su pasión redentora y de la muerte por nuestra salvación eterna. También la respuesta de la Santa Sede a las reacciones escandalizadas llegadas de todo el mundo, ha sido muy inadecuada. En lugar de anunciar la verdad sobre la inmortalidad del alma humana y claramente sobre el infierno, se dice solamente que ciertas palabras citadas no son el Papa. No se dice que las ideas erróneas, incluso heréticas, expresadas por esas palabras no son compartidas por el Papa y que el Papa rechaza tales ideas contrarias a la fe católica. Este juego con la fe y la doctrina, en el nivel más alto de la iglesia, justamente deja a pastores y fieles escandalizados.
Si estas cosas son muy serias, y una fuente de vergüenza, es inconcebible el silencio de tantísimos pastores.
Por supuesto, la situación se agrava aún más por el silencio de muchos obispos y cardenales que comparten con el romano Pontífice la preocupación por la Iglesia universal. Algunos simplemente se callan. Otros dicen que no hay nada grave. Otros incluso difunden fantasías de una nueva iglesia, una iglesia que toma un sentido totalmente diferente del pasado, fantasean por ejemplo sobre un «nuevo paradigma» para la iglesia o sobre una conversión radical de la práctica pastoral de la iglesia, lo que la haría completamente nueva. Luego hay quienes son entusiastas promotores de la llamada revolución en la Iglesia Católica. Para los fieles que entienden la gravedad de la situación, esta falta de dirección doctrinal y disciplinaria de sus pastores, les deja impávidos. Para los fieles que no entienden la gravedad de la situación, esta falta los deja en confusión y posiblemente víctimas de errores dañando muchísimo a sus almas. Muchos de los que han entrado en plena comunión con la iglesia católica, habiendo sido bautizados en una comunión eclesial protestante, porque sus comunidades eclesiales han abandonado la fe apostólica, sufren intensamente la situación viendo que el La iglesia católica va por la misma vía del abandono de la fe.
Lo que pinta es una situación apocalíptica...
Toda esta situación me lleva a reflexionar más y más sobre el mensaje de nuestra Señora de Fátima, que nos advierte del mal, -incluso más graves de los gravísimos males sufridos debido a la propagación del comunismo ateo- que es la apostasía de la fe dentro de la Iglesia. El nro. 675 del Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «Antes de la venida de Cristo, la iglesia debe pasar por una prueba final que sacudirá la fe de muchos creyentes,» y que «La persecución que acompaña su [de la Iglesia] peregrinaje en la tierra develará el »misterio de iniquidad« bajo la forma de un engaño religioso que ofrece a los hombres una solución aparente a sus problemas, en el precio de la apostasía de la verdad».
En tal situación los obispos y los cardenales tienen el deber de proclamar la verdadera doctrina. Al mismo tiempo deben conducir a los fieles a hacer reparación por las ofensas a Cristo y las heridas infligidas a su cuerpo místico, la iglesia, cuando la fe y disciplina no son adecuadamente protegidos y promovidos por los pastores. El gran canonista del siglo XIII, Enrique de Susa o el Ostiense, enfrentando la difícil cuestión de cómo corregir a un Pontifice romano que actuara en forma contraria a su oficio, afirma que el Colegio de Cardenales constituye un control de facto contra el error papal.
Sin duda, hoy es muy discutida la figura de Francisco. Se pasa fácilmente de la glorificación acrítica de cualquier cosa que él haga, a la crítica despiadada de cada gesto ambiguo. Pero de cualquier modo, el problema de cómo relacionarse con el Papa vale para cada papa. Por lo cual algunas cosas necesitan ser aclaradas. Mientras tanto, ¿qué es el Papa para la iglesia?
Según la enseñanza constante de la iglesia, el Papa, por la voluntad expresa de Cristo, es «la perpetua y visible fuente y fundamento de la unidad de los obispos y de toda la compañía de los fieles» (constitución dogmática sobre la iglesia del Vaticano II,n 23) . Es el esencial servicio del Papa para salvaguardar y promover el depósito de la fe, la verdadera doctrina y sana disciplina coherente con la verdad creída. En la entrevista citada con Eugenio Scalfari, se refiere al Papa como «revolucionario». Pero el oficio petrino no tiene nada, absolutamente nada que ver con la revolución. Por el contrario, existe únicamente para la preservación y propagación de las fe católica inmutable que conduce a las almas a la conversión de corazón y de toda la humanidad a la unidad fundada sobre el orden inscrito por Dios en su creación y sobre todo en el corazón del hombre, la única criatura sólo terrena hecha a imagen de Dios. Es el orden que Cristo ha restaurado por el misterio Pascual que celebramos estos días. La gracia de la redención que emana de su corazón traspasado y glorioso en la iglesia, en los corazones de sus miembros, da la fuerza para vivir según este orden, que está en comunión con Dios y con el prójimo.
Seguramente el Papa no es un soberano absoluta, sin embargo, hoy en día es percibido de esta manera. «Si lo dice el Papa...» es la forma común de truncar cualquier pregunta o duda en algunas afirmaciones. Hay algún tipo de papolatria. ¿Cómo se responde?
La noción de la plenitud del poder del romano pontífice ha sido claramente establecida ya por el Papa San León Magno. Los canonistas medievales han contribuido grandemente al desarrollo del poder inherente al oficio petrino. Su contribución sigue siendo válida e importante. La noción es muy simple. El Papa, por voluntad divina, goza de todo el poder necesario para salvaguardar y promover la fe verdadera, el verdadero culto divino y la sana disciplina. Este poder pertenece no a su persona sino a su oficio como el sucesor de San Pedro. En el pasado, la mayor parte del tiempo, los papas no han hecho públicos sus actos personales o sus opiniones, para evitar el riesgo de que los fieles sean confundidos sobre lo que hace y piensa el sucesor de San Pedro. Actualmente, existe una confusión arriesgada e incluso perjudicial entre la persona del Papa y su oficio, dando como resultado el oscurecimiento del Oficio Petrino y un concepto mundano y político del servicio del Romano Pontífice a la iglesia. La Iglesia existe para la salvación de las almas. Cualquier acto de un Papa que socava la misión de Cristo en la iglesia, es un acto de herejía o un acto pecaminoso en sí mismo, es simplemente vacío desde el punto de vista del oficio petrino. Así que a pesar de que claramente implica daños gravísimos a las almas, no ordena la obediencia de pastores y fieles. Siempre debemos distinguir el cuerpo del hombre que es el romano pontífice, del cuerpo del romano pontífice, el hombre que ejerce el oficio de San Pedro en la iglesia. No hacer esta distinción significa papolatria y termina con la pérdida de fe en la oficio petrino, divinamente fundado y sostenido.
¿En relación con el Papa qué debe tener en cuenta mayormente un católico?
El católico debe siempre respetar, absolutamente, el oficio petrino como parte esencial de la institución de la iglesia de Cristo. El momento en que el católico ya no respeta el oficio petrino se coloca a sí mismo en cisma o apostasía de la fe. Al mismo tiempo, los católicos deben respetar al hombre encargado del oficio que significa atención a su liderazgo docente y pastoral. Esto incluye también el deber de expresar al Papa el juicio de una conciencia bien formada, cuando se desvía o parece que se desvía de la verdadera doctrina y disciplina saludable o abandona las responsabilidades de su cargo. Por el derecho natural, los Evangelios y la tradición constante de la iglesia, los fieles están obligados a manifestar a sus pastores su preocupación por el estado de la Iglesia. Tienen este deber al cual corresponde el derecho a recibir una respuesta de sus pastores.
¿Entonces usted puede criticar al Papa? ¿Y en qué condiciones?
Si el Papa no cumple con su oficio en beneficio de todas las almas, es no sólo posible sino también necesario criticar al Papa. Esta crítica debe seguir la enseñanza de Cristo sobre la corrección fraterna en el Evangelio (Mt 18, 15-18). En primer lugar, los fieles o pastores deben expresar sus críticas de forma privada, lo que permitirá al Papa corregirse él mismo. Pero si el Papa se niega a corregir su manera de enseñar o hacer lo que falta, la crítica debe hacerse pública, ya que tiene que ver con el bien común en la iglesia y el mundo. Algunos han criticado a los que públicamente se han expresado críticos del Papa como un signo de rebelión o desobediencia, pero preguntar y solicitar – con el debido respeto a su oficio- la corrección de la confusión o del error no es un acto de desobediencia, sino un acto de obediencia a Cristo y por medio de esto, a su vicario en la tierra.
Ricardo Cascioli, para La Nuova Bussola Quotidiana
Trad. de M. Virginia O. de Gristelli para InfoCatólica

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