En la comunión Jesús
no se encarna en nosotros. Cuando recibimos a Jesús nos alimenta
espiritualmente. El instituyó la Eucaristía como alimento.
Por: P. Eduardo Volpacchio | Fuente: algunasrespuestas.wordpress.com
Por: P. Eduardo Volpacchio | Fuente: algunasrespuestas.wordpress.com
PREGUNTA:
No entiendo o no quiero entender que cuando
comulgamos la presencia física de Jesús dura lo que duran las especies
sacramentales. Para mí, al comulgar es la misma Carne y Sangre de Jesús que
entra en mí y habita en mí, y hace todo lo que Él sabe hacer, y le doy la
bienvenida con un abrazo, y bailo y me regocijo espiritualmente, no sé por
cuánto tiempo, y sé que mis células y mi sangre se mezclan con las de Jesús y
me vuelve cada vez más parecida a Él y me da la fuerza para seguir adelante y
le digo siempre, por favor Señor al momento que me tenga morir, dame tu cuerpo
y tu sangre, por eso no entiendo cómo puedo pensar que solo 10 minutos va a
estar en mí, y luego se va a ir, entonces porque nos dice Jesús en Jn. 6, 55-58
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
Mí y Yo en el…..
La verdad me da mucha desilusión pensar así, a un Jesús visitante, siendo El mi hermano, mi Padre etc…
La verdad me da mucha desilusión pensar así, a un Jesús visitante, siendo El mi hermano, mi Padre etc…
RESPUESTA:
Jesús está físicamente presente en la
Eucaristía, con su cuerpo, con su sangre, con su alma y su divinidad: Él
entero, vivo, glorioso, el único Jesús que existe (no es “un” cuerpo de Jesús,
sino Jesús mismo, escondido en las especies sacramentales).
En el momento de la consagración, el pan y el
vino se convierten en Cristo, permaneciendo las apariencias de pan y vino (lo
que llamamos las especies de pan y vino). Las especies nos dicen donde está
Jesús: “detrás” de ellas (por decirlo de
alguna manera).
Cuando las especies de pan y vino dejan de ser
especies de pan y vino, porque las apariencias de vino se avinagran o las de
pan se pudren o son disueltas por el estómago, la presencia física de Jesús
cesa. Jesús no está presente en vinagre, ni en pan podrido (por poner un
ejemplo).
Lo mismo ocurre cuando comulgamos. Por eso, se
dice que la presencia física de Jesús en nosotros dura unos diez minutos.
Es lógico y bueno que sea así. Jesús no se “encarna” en nosotros. Nos une a él como el
alimento. Cuando nosotros comemos un chorizo, el chorizo no permanece en
nosotros como chorizo… Nos alimenta, nos da calorías, proteínas… Cuando
recibimos a Jesús nos alimenta espiritualmente. El instituyó la Eucaristía como
alimento.
Además, sería muy complicado tener a Jesús
físicamente en nosotros… tendríamos que darle culto todo el tiempo, cómo
haríamos en momentos que quizá no sería digno que Jesús estuviera físicamente
en nosotros… (así como no llevamos la Eucaristía a un comedor, a un cine, a…).
Que cese la presencia real, no quiere decir que
Jesús se vaya de nosotros. Está en nuestra alma en gracia, pero no físicamente
su cuerpo… está en la inhabitación de la Trinidad: Dios habita en nosotros, ahí
está el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Una presencia que es real, pero no
es sustancial, como lo es el rato después de comulgar.
Alguna vez he leído a un autor espiritual, que
se cumple lo que Jesús dice en la Ultima Cena: “les
conviene que yo me vaya…”, que cuando cesa la presencia real en nosotros
después de comulgar, es como si hubiera una nueva infusión del Espíritu Santo.
Así que como ves, no perdemos. Nos alimentamos
de Jesús -vivimos de Él- y sigue presente en nosotros (aunque no de un modo
físico, como lo está en la Eucaristía).
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