La pornografía debilita la fibra moral de la sociedad
Bajo el
disfraz de la tolerancia y la libertad de expresión, la sociedad es bombardeada
constantemente con mensajes efímeros que incitan al más puro hedonismo. Pero
nadie habla nunca de las terribles consecuencias que dejan estos mensajes en lo
más íntimo de las personas. ¿Sabe la sociedad las terribles consecuencias de la
exposición a la pornografía? ¿Se habla sobre las adicciones, matrimonios rotos,
el daño de las imágenes inadecuadas en niños y adolescentes?
Hace
poco, el cardenal Justin Francis Rigali, arzobispo de Filadelfia, en los
Estados Unidos, describía la pornografía como «un
cáncer de la cultura contemporánea», y el periódico de la archidiócesis,
el Catholic Standard and Times, publicaba que «la violencia, los abusos
sexuales, los traumas psicológicos y las relaciones rotas son fruto de la
pornografía».
No es
extraño que la Iglesia en Estados Unidos esté preocupada por el fenómeno de la
pornografía en las últimas décadas. Según la revista económica Capital,
Norteamérica es la «primera potencia mundial del
sexo», con unos ingresos en este aspecto de unos 10.000 millones de
euros al año. Su cine pornográfico, que se lleva a cabo en unos 200 estudios,
facturó más dinero, en el año 2005, que toda la industria del cine de
Hollywood.
España
tampoco se queda atrás. Según el Gobierno, en nuestro país se mueven 18.000
millones de euros al año en este campo, y todos los periódicos nacionales, a
excepción de La Gaceta, cuentan con páginas de contactos por las que se
embolsan decenas de miles de euros al día. El negocio de la pornografía también
llega a los móviles, más fácil y más accesible que nunca. Se trata de un
sistema que acaba de comenzar, pero el sector de los contenidos eróticos y
pornográficos para el móvil generará, según los expertos, 1,5 millones de euros
en el año 2009.
Las
cifras dejan claro que la pornografía no es una simple expresión frívola del
sexo en nuestros días; se trata de un negocio a nivel mundial, donde los
intereses económicos, y otro tipo de intereses más oscuros todavía, ocultan a
toda costa las terribles consecuencias psiquiátricas y emocionales que tiene en
la vida privada de las personas. Es una reflexión muy políticamente incorrecta,
pero que muchos psiquiatras sostienen, alertando incluso del crecimiento
constante de esta dependencia.
Pornografía y tortura
«Me parece que son pocos los que se dan cuenta de la gravedad que tiene
la producción y consumo masivos de pornografía en nuestra sociedad -afirma el profesor Jaime Nubiola, de la
Universidad de Navarra-. Uno de éstos es el Premio Nobel de Literatura 2002, el
húngaro Imre Kertész, superviviente de Auschwitz y Buchenwald, que anotaba en
su Diario de la Galera: Las dos grandes metáforas del siglo XX: el campo de
concentración y la pornografía -ambas bajo el punto de vista de la servidumbre
total, de la esclavitud-. Como si la naturaleza mostrara
ahora su lado funesto al hombre, a su nacimiento, desvelando radicalmente la
naturaleza humana. Quizás a alguno pueda sorprenderle esta equiparación de la
pornografía con los campos nazis, pero la tortura y la pornografía son dos
aspectos complementarios de la degradación de la naturaleza humana, que
caracterizaron lamentablemente al pasado siglo. Quienes hacen negocio
explotando la curiosidad morbosa de los hombres son contaminantes morales de la
sociedad. Quienes producen pornografía, no sólo explotan a las mujeres y
hombres que aparecen en sus productos, sino que destrozan a sus consumidores,
dañándoles a veces irremisiblemente. Son vendedores de droga adulterada:
parecen vender gratificación sexual en pequeñas dosis, pero, en muchos casos,
están contaminando irremisiblemente los cerebros de sus usuarios. Se trata de
una droga tan peligrosa y destructiva como las drogas perseguidas penalmente».
¿Vende
realmente el pecado en los medios de comunicación? El profesor de Sociología de
la Universidad de Navarra, don Alejandro Navas, afirma que, «efectivamente, en el ser humano hay una atracción por el
pecado, la herida del pecado original. Nos atrae el orgullo, la lujuria, lo más
bajo que tenemos».
Televisión basura: puro
negocio
Uno de
los ámbitos donde más claramente se observa la influencia de lo morboso como
producto de venta al público es el de la televisión. El profesor Navas lo
achaca a la «estructura actual del mercado
televisivo. Antes había muy poca oferta -explica-, y nos sentábamos delante del televisor a ver qué nos
echaban. Hoy prima la demanda. Existen muchos más canales que antes, pero la
tarta que les da de comer no ha crecido, y tienen que plegarse a lo que el
público quiere, a sus apetencias. Y por lo que parece, el público no es de lo
más refinado, y pide morbo. También es un fenómeno que se puede ver en los
telediarios: cada vez hay menos política, y más crímenes pasionales, así como
el auge de los programas de telerrealidad».
No todo
es obsceno o violento, sin embargo. Existen anuncios, películas, historias
humanas, limpias y familiares, que triunfan y, en general, también son
reconocidas favorablemente por las críticas internacionales. «La televisión
limpia sí que puede triunfar -explica el profesor Navas-. De hecho, en Italia,
la serie de más éxito desde hace años es Padre Mateo, la vida de un sacerdote
medio detective, que soluciona casos, etc. Es limpia, es familiar, cristiana…
Es posible hacer calidad, y, de hecho, en España hay programas buenos, pero se
colocan en horarios imposibles. También es cierto que los canales son muy
conservadores, y tienen miedo a arriesgarse, por lo que los canales
generalistas actúan mediante un efecto mimético, ofreciendo prácticamente la
misma oferta a las mismas horas».
A pesar
de que políticos e intelectuales suelen expresarse con unanimidad respecto a la
falta de calidad y de ética en los contenidos televisivos, nadie parece querer
moverse para solucionarlo. Para el profesor Navas esto sucede porque «hay muchísimo dinero en juego. Hay que tener en cuenta
que los titulares de los canales televisivos son grandes grupos de
comunicación, que mueven muchísimos medios distintos y son muy influyentes. A
ningún Gobierno le interesa enfrentarse a ellos, y, además, también es muy
cómodo tener a la ciudadanía drogada, adormilada, sin pensar».
Adicción a la
pornografía
Siendo
Papa Juan Pablo II, el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales
publicó un mensaje, en el año 89, que llevaba por título Pornografía y
violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral. La Iglesia se
preocupaba por el boom de la pornografía en Occidente, que veía la luz a raíz
de la revolución sexual, nacida un par de décadas antes. «Nadie puede considerarse inmune a los efectos
degradantes de la pornografía y la violencia -decía el Mensaje-, o a salvo de la erosión causada por los que actúan bajo
su influencia. La pornografía y la violencia sádica desprecian la sexualidad,
pervierten las relaciones humanas, explotan a los individuos, especialmente
mujeres y niños, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes
antisociales, y debilitan la fibra moral de la sociedad. La pornografía, como
la droga, puede crear dependencia, y empujar a la búsqueda de un material cada
vez más excitante (hardcore) y perverso. La posibilidad de adoptar
comportamientos antisociales crecerá en la medida que se vaya dando este
proceso».
La
adicción a la pornografía existe, y no es ningún mito. El psiquiatra doctor
Paulino Castells, escritor de libros sobre pareja o educación (el último,
Víctimas y matones, editado en Ceac), afirma que «está plenamente demostrado
que la adicción a la pornografía es de las más fuertes dependencias, y que
engancha a muchas personas, fundamentalmente hombres. Hay una diferencia entre
los sexos en el grupo infanto-juvenil, ya que mientras los niños varones, que
no tienen una adecuada supervisión parental y docente, tienden a conectarse a
las páginas pornográficas de Internet, en el mismo ordenador las niñas
prefieren conectarse a las conversaciones intimistas de los chats. El resultado
de la adicción a la pornografía es que el sujeto que la padece no puede vivir
sin visualizar escenas de sexo, y cada vez ha de ser sexo más duro, para que
pueda calmar sus deseos libidinosos. Así, logra recrear en su mente fantasías
sexuales que, de alguna manera, le llenan el vacío de su propia vida sexual y
amorosa, habitualmente muy deteriorada. El adicto a la pornografía no es más
que un pobre obrero del sexo. Con el agravante de que cada vez necesitará mayor
dosis de imágenes pornográficas para autosatisfacerse sexualmente, y la propia
rutina de la repetición de los actos sexuales que contempla, le empujará a la
búsqueda de nuevas sensaciones, como puede ser la zoofilia, la paidofilia u
otras aberraciones sexuales».
Respecto
a la mujer, que quizá ha sufrido los cambios más radicales en cuanto a la
sexualidad y su feminidad, el doctor Castells opina que, «desgraciadamente, cada vez más las mujeres desean
parecerse a los hombres, en vez de mantener, y acrecentar, si cabe, su
maravillosa identidad femenina. Y, a todo esto, no desean copiar las
características que podríamos considerar ejemplares del comportamiento varonil
-que, obviamente, también las tenemos- sino que prefieren calcar las más
execrables de la condición masculina, como, por ejemplo, las conductas
violentas. Al respecto, es bien conocido que cada día aumenta el porcentaje de
chicas que muestran actitudes de gran violencia, que, por ejemplo, agreden
salvajemente a sus compañeros escolares. También la mayor agresividad sexual
que están adquiriendo las mujeres es asimismo indicativa de esta asimilación de
papeles violentos, que hasta el momento era un triste monopolio del sexo
masculino».
Son tan
sólo unas pinceladas acerca de la realidad de la pornografía, lo obsceno, el
pecado en general…, y su extensión en diferentes ámbitos de la personalidad.
Parece que el ser humano es mucho más frágil de lo que en un principio podemos
creernos. Fuimos creados con fuerza y capacidad para las mayores hazañas, pero
también extremadamente frágiles, cuando se toca nuestra libertad y nuestra
dignidad, lo más sagrado que tiene cada ser humano, por ser un trabajo único y
perfecto de Dios, pensado con cariño y ternura.
Oímos por
todas partes el mismo reclamo: «Separa tu cuerpo de
tu alma, desinhíbete. Olvídate de todo lo que has vivido y aprendido hasta
ahora. Deja el pudor escondido en lo más profundo de tu memoria». Pero
nadie dice lo que sucede después. Nadie habla de la soledad del que ha pecado y
ni siquiera lo sabe.
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