miércoles, 29 de junio de 2016

EL SÍMBOLO DE LA REDENCIÓN: LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, UNIVERSAL (1 DE JULIO)


Desde la época de los Apóstoles, la Preciosa Sangre del Señor ha sido símbolo de la Redención. Aunque la devoción particular a la Preciosa Sangre se debe, sobre todo, a la iniciativa de San Gaspar del Búfalo, ya desde mucho antes se practicaba dicha devoción en varias Iglesias.

Por ejemplo, en 1582, se concedió a la arquidiócesis de Valencia, España, el rezo de un oficio “de la Sangre de Cristo”; la diócesis de Sarzana, en la Toscana, obtuvo la misma gracia en 1747. A principios del siglo XIX, se concedió a la congregación de San Gaspar el privilegio de celebrar la fiesta de la Preciosa Sangre.

LA DEVOCIÓN

Instituida en 1849 por el papa Pío IX, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor, fue elevada al rango de doble de la clase por Pío XI, con ocasión del decimanono centenario de la muerte del Salvador.

En el año 1960 dispuso Juan XXIII introducir en las letanías de la Bendición eucarística la alabanza: Bendita sea su Preciosísima Sangre.

La extraordinaria importancia de la Sangre salvadora ha hecho que su memoria tenga un lugar central y esencial en la celebración del misterio del culto: ante todo en el centro mismo de la asamblea eucarística, en la que la Iglesia eleva a Dios Padre, en acción de gracias, el “cáliz de la bendición” (1 Cor 10,16) y lo ofrece a los fieles como sacramento de verdadera y real “comunión con la sangre de Cristo” (1 Cor 10,16), y también en el curso del Año Litúrgico.

La Iglesia conmemora el misterio de la Sangre, no sólo en la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Señor, en el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad, sino también en otras muchas celebraciones, de manera que la memoria cultual de la Sangre que nos ha rescatado (1 Pe 1,18) está presente durante todo el Año, así en el Tiempo de Navidad, en las Vísperas, la Iglesia, dirigiéndose a Cristo canta: “Nos quoque, qui sancto tuo/ redempti sumus sanguine,/ ob diem natalis tui/ hymnum novum concinimus”: “Nosotros los redimidos por tu sangre, en el día de tu nacimiento te cantamos un himno nuevo”. Y en el Triduo pascual, el valor y la eficacia redentora de la Sangre de Cristo son conmemoradas y adoradas constantemente.

El Viernes Santo, durante la adoración de la Cruz, resuena el canto: “Mite corpus perforatur, sanguis unde profluit;/ terra, pontus, astra, mundus quo lavantur flumine!”; “Traspasado el cuerpo manso, de donde brotó la sangre que lavaron la tierra, el mar y los astros”.

En algunos lugares y Calendarios, la fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo se celebra el 1 de Julio, pues: en ella se recuerdan los títulos del Redentor, afirma el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia.

EL CULTO DE LATRÍA A LA SANGRE DE CRISTO

Jesús, en la Última Cena, le atribuye a su preciosa Sangre el mismo poder dador de vida que corresponde a su Carne.

Los Apóstoles, San Pedro (1 Ped. 1,2.19), San Juan (1 Jn. 1.7; Ap. 1,5 etc.), y sobre todo San Pablo ( Rom. 3,25; Ef. 1,7; Heb. 9,10) la consideran como sinónimo con Pasión y Muerte de Jesús, la fuente de redención. La Preciosa Sangre es por tanto una parte de la sagrada humanidad y está hipostáticamente unida a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

En el siglo XV algunos teólogos, a fines de determinar si la Sangre derramada por el Salvador durante su Pasión permanecía unida al Verbo o no, suscitaron el punto de si la Preciosa Sangre es una parte esencial o solamente un concomitante de la sagrada humanidad. Si es una parte esencial, argumentaban, nunca podría ser separada del Verbo; si es un concomitante sólo, podría serlo.

Los dominicos sostenían la primera opinión, y los franciscanos la segunda. Pío II, en cuya presencia se realizó el debate, no tomó ninguna decisión doctrinal sobre el punto en disputa. Sin embargo, principalmente desde que el Concilio de Trento (Ses. XIII, c. 3) llamó al Cuerpo y la Sangre de Jesús “partes Christi Domini” la tendencia del pensamiento teológico ha estado en favor de la enseñanza de los dominicos.

Suárez y de Lugo ven con recelo la opinión de los franciscanos, y el padre Faber escribe: “No es meramente un concomitante de la Carne, un accidente inseparable del cuerpo. La Sangre misma, como Sangre, fue asumida directamente por la Segunda Persona de la Santa Trinidad (Precious Blood, I).

La Sangre derramada durante el triduo de la Pasión, por consiguiente, volvió a unirse al cuerpo de Cristo en la Resurrección, con la posible excepción de unas pocas partículas que inmediatamente perdieron su unión con el Verbo y se convirtieron en santas reliquias santas para ser veneradas pero no adoradas.

Algunas de tales partículas pueden haberse adherido y se adhirieron a los instrumentos de la Pasión, es decir, clavos, columna del azotamiento, la Scala Santa. Varios lugares como Saintes, Brujas, Mantua, etc. reclaman, basándose en antiguas tradiciones, que poseen reliquias de la Preciosa Sangre, pero a veces es difícil decir si las tradiciones son correctas.

Vista como una parte de la Sacra Humanidad hipostáticamente unida al Verbo, la Preciosa Sangre merece culto de latría o adoración.

Puede también, como el Corazón o las Llagas de las cuales fluyó, ser singularizada para honor especial, del modo que se lo rindieron desde el principio San Pablo y los Padres, quienes alabaron tan elocuentemente su virtud redentora y apoyaron en ella el espíritu cristiano de auto sacrificio.

Como señala Faber, las vidas de los santos están repletas con la devoción a la Preciosa Sangre. En el debido transcurso del tiempo la Iglesia dio forma y sanción a la devoción, mediante la aprobación de sociedades como los Misioneros de la Preciosa Sangre; enriqueciendo confraternidades como la de San Nicolás in Carcere, en Roma, y la del Oratorio de Londres; atribuyendo indulgencias a oraciones y escapularios en honor de la Preciosa Sangre; y estableciendo fiestas conmemorativas de la Preciosa Sangre, el viernes siguiente al cuarto domingo de Cuaresma y, desde Pio IX, el primer domingo de julio.

INSTAURACIÓN DE LA FIESTA

Para muchas diócesis hay dos días a los que se les ha asignado el Oficio de la Preciosa Sangre, siendo el Oficio el mismo para ambos días. La razón es ésta: al principio el Oficio se concedió sólo a la Congregación de la Preciosísima Sangre. Más tarde, como uno de los oficios de los viernes de Cuaresma, fue asignado al viernes después del cuarto domingo de Cuaresma. En muchas diócesis estos oficios también fueron adoptados por el Cuarto Concilio Provincial de Baltimore (1840).

Cuando Pío IX fue exiliado a Gaeta (1849) tenía como su compañero el santo Don Giovanni Merlini, tercer superior general de los Padres de la Preciosísima Sangre. Al llegar a Gaeta, Merlini le sugirió a Su Santidad que hiciera un voto de que si el volvía a obtener la posesión de los dominios papales, extendería la fiesta de la Preciosa Sangre a toda la Iglesia.

El Papa consideró el asunto, pero pocos días después envió a su prelado doméstico Jos. Stella a Merlini con el mensaje: “El Papa no considera oportuno obligarse por un voto, sino que Su Santidad se complace en extender la fiesta inmediatamente a toda la cristiandad”. Esto fue el 30 de junio 1849, día en que los franceses conquistaron a Roma y los republicanos capitularon.

El 30 de junio había sido un sábado antes del primer domingo de julio, por lo cual el Papa decretó (10 de agosto de 1849) que en adelante cada primer domingo de julio debe estar dedicado a la Preciosísima Sangre.

Foros de la Virgen María

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