El día de la Ascensión del Señor,
el papa Francisco habló a 50.000 mil carismáticos en el Estadio olímpico de
Roma. Aquel espacio, testigo de tantos triunfos deportivos, adquirió un nuevo
sentido aclamando a Jesucristo el Señor.
El Papa descubre, una vez más,
que él es un convertido a la renovación Carismática Católica. De pensar que era
una juerguecita de samba, ha llegado a comprenderla como una corriente de
gracia en la Iglesia. Cuando fue elegido Papa era el Obispo Consiliario de la
renovación Carismática Argentina.
El discurso del Papa tiene
algunas cosas curiosas. Comienza esta parte con unas palabras dirigidas a los
sacerdotes, a los jóvenes, a las familias, y a los ancianos. Y termina con una
oración que nos puede servir en ests semana de Pentecostés: “Señor, mira a
tu pueblo que aguarda al Espíritu Santo. Mira a los jóvenes, mira a las
familias, mira a los niños, mira a los enfermos, mira a los sacerdotes, los
consagrados, las consagradas, miara a nosotros, obispos, mira a todos. Y
concédenos aquella santa borrachera, la del espíritu, la que nos hace hablar
todas las lenguas, las lenguas d ela caridad, siempre cercanos a los hermanos y
a las hermanas que tienen necesidad de nosotros.”
Sorprenden las palabras dichas a
la familia en este tiempo prosinodal: “Las familias son la Iglesia doméstica,
en donde Jesús crece, crece en el amor de los cónyuges, crece en la vida de los
hijos. Y por eso el enemigo ataca tanto a la familia: el enemigo no la quiere.
E intenta destruirla, busca que no haya amor allí. Las familias son esta
Iglesia doméstica. Los esposos son pecadores, como todos, pero desean ir
adelante en la fe, en su fecundidad, en los hijos y en la fe de los hijos. Que
el señor bendiga la familia, la fortalezca en esta crisis con la que el diablo
quiere destruirla”.
En el discurso propiamente dicho
el Papa Francisco recuerda a los carismáticos la importancia de la Palabra de
Dios. “La Renovación carismática es una gran fuerza al servicio del
Evangelio, en la alegría del espíritu Santo. Habéis recibido el Espíritu Santo
que os ha hecho descubrir el amor a Dios por todos sus hijos y el amor a la
Palabra. En los primeros tiempos se decía que vosotros carismáticos, llevabais
siempre con vosotros una Biblia, el Nuevo Testamento… ¿Lo seguís haciendo
todavía? Sí. No estoy seguro de ello. Si no, volved a este
primer amor, llevad siempre en el bolsillo, en la bolsa, la Palabra de Dios. Y
leed un trozo. Siempre con la Palabra de Dios”.
El Papa insiste repetidas veces
den la unidad. De hecho allí están presentes dos organizaciones a nivel internacional:
ICCRS y Catholic Fraternity. También en España e Italia sucede lo mismo. El
Papa nos dijo con toda claridad: “Buscad la unidad en la Renovación, porque
la unidad viene del Espíritu Santo y nace de la unidad de la Trinidad. La
división, ¿de dónde viene? Del demonio. La división viene del demonio. Huid de
las luchas internas, por favor. Que no se den entre vosotros”.
Termina el Papa con estas
hermosas palabras: “Hermanos y hermanas, recordad: Adorad a Dios el Señor:
este es el fundamento. Adorar a Dios. Buscad la santidad en la nueva vida del
Espíritu Santo. Sed dispensadores de la gracia de dios. Evitad el peligro de la
excesiva organización.
Salid a la calle a evangelizar,
anunciando el evangelio. Recordad que la Iglesia nació <>, aquella mañana de Pentecostés. Acercaos a los pobres y tocad en
su carne la carne herida de Jesús. Dejaos guiar por el Espíritu Santo, con esa
libertad; y, por favor, no enjaular al Espíritu Santo. ¡Con libertad!”
“Todos
ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y María,
la Madre de Jesús y con sus hermanos”. (Hch 1,
14)
“Al
cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De
repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba
fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados.
Vieron aparecer unas lenguas,
como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se
llenaron todos del espíritu Santo y empezaron a hablar en otra lenguas, según
el espíritu les concedía manifestarse”. (Hch 2,
1-4)
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