En este mundo en el que estamos viviendo…, rápidamente se están
sucediendo unas transformaciones que dan lugar a la aparición de nuevos
problemas, que las personas de otros siglos no tenían. Por un lado los
destrozos demoniacos que están sucediendo en las familias. Por un lado, su
disminución no solo en tamaño de estas, sino lo que es peor, en la disminución
del número de ellas. La familia es un núcleo de amor y convivencia humana,
entre personas enraizadas por lazos sanguíneos que nacen, a partir de la
existencia de un matrimonio indisoluble.
La ruptura del matrimonio, el carácter soluble que ahora está tomando el
matrimonio, rompe la familia, porque no son solo los cónyuges los que
destrozándose se separan, sino que de paso destrozan las vidas de sus hijos y
deshacen la familia. Y la base de todo se encuentra, en que muchos van al
matrimonio incitados por beneficios materiales y no espirituales. La gente se
casa incluso yendo a la Iglesia a espaldas del sacramento y perdiendo las
gracias sacramentales, que generalmente ni saben lo que es eso ni les importa.
Ellas quieren ir a a Iglesia por el traje blanco y la fiesta y a ellos lo del
traje blanco, siempre les ha parecido una cosa incomprensible, sin darse cuenta
del carácter simbólico que este traje representa, porque es la pureza de ella
al ir l matrimonio, pero como es no está de moda ni para ella ni para él, así
vamos tomando café.
La persona que nunca ha tenido ni tiene familia, es cada día más
frecuente. Se trata de una persona que al carecer de vínculos familiares se
encuentra sola y su soledad es una mala cosa. El ser humano es eminentemente
social y con una característica muy esencial que lo define, porque Dios nos ha
creado para amar y ser amado y hasta llegar a su mayoría de edad y logra
encontrar, lo que se suele llamar su media naranja, se carece de familia, que
es tanto como decir que carece de apoyo y amor, sobre todo el de sus padres.
Si…, puede ser que tenga padres, pero estos se separaron y muchas veces los dos
se casaron en segundas nupcias o sin casarse se amancebaron y el hijo se
encontró a caballo de dos familias y cuando llegó a la mayoría de edad, lo más
seguro es que desee formar una familia y tener lo que él no tuvo.
Hay otro factor de distorsión, actual, que está creando situaciones
inesperadas, me refiero a la prolongación de la vida humana. En épocas siglos
pasados, no muy pasados, se vivía hasta los 50 años y la muerte acaecía entre
los 50 y los 60 años era lo normal, en líneas generales. El que o la que
lograba llegar a los 70 años, era un caso especial, digno de comentario. Hoy en
día, solo se comenta el haber rebasado los 100 años. Esto da origen en que se
tenga en cuenta el estado físico del que se encuentra en la senectud, pues hay
varias enfermedades que se ceban en estas edades; me refiero al alzheimer, al
corazón, al cáncer, y al mal de párkinson. En general, raro es en anciano
enfermo que está en su casa con su familia, si es que la tiene, lo normal es
que lo hayan metido en una residencia. Claro que peor, es que le hayan aplicado
la eutanasia, lo cual solo es por ahora existente en pocos países, uno de los
cuales es Holanda, donde cualquier anciano que tenga un simple catarro, se
marcha corriendo a un país vecino, no vaya a ser que los médicos holandeses,
aprovechen la ocasión y le liquiden
Referente a este tema he recibido unos comentarios en portugués,
firmados por Fabrício Carpinejar y que les transcribo: "Hay una ruptura en
la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el
orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de
su padre. Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si
estuviera dentro de la niebla. Lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los
padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar
solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma
aliento dos veces antes de levantarse de su lugar.
Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy
solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana todo
corredor ahora ,está lejos. Es cuando uno de los padres antes dispuesto y
trabajador fracasa, en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos. Y
nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables
de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir
en paz.
Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del
padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última
enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han
dado por décadas. Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros
bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la
distribución de los muebles para nuestros padres. La primera transformación
ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que
ahora pondremos una barra en la ducha.
La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el
“desplazamiento de las aguas”. Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es
una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos
ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las
paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.
Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso
subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa.
Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación.
Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados ¿Cómo no previmos que
nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros? Nos lamentaremos de
los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos
y la alfombra.
Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.
Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.
Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En
el hospital, la enfermera hacía la maniobra, para moverlo de la cama a la
camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento:
Deja que te ayude. Reunió fuerzas y tomó por primera a su padre en su regazo.
Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre
consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se quedó
abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo
equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo
a su padre de un lado al otro. Acariciando a su padre. Calmado el su padre. Y
decía en voz baja: ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá! Lo que un padre quiere oír al
final de su vida es que su hijo está ahí".
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que
Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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