Tanto en la vida terrenal cómo en la vida espiritual…, es bien sabido
que el Señor desea la perfección, que pongamos el alma, es decir el todo de lo
que podamos poner, para hacerlo perfecto: “48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro
Padre celestial”. (Mt 5,48). Pero Dios es amor, por lo que es de ver, que -como nos
escribe Jacques Philippe- según el Evangelio no es más perfecto el que se
comporta de un modo irreprochable, sino el que ama más…. Dios ha creado al
hombre por amor y quiere que el hombre ame y sea fuente de amor. Por eso creó a
la mujer y la dio al hombre; Dios creó a la mujer para que el hombre tuviera
una compañera, para que el amor floreciera entre ellos. No es que haya una
contradicción entre el amor y la perfección, lo que sucede es que la perfección
en nuestra labor, sea humana o sobrenatural, es siempre fruto de un fruto del
amor.
Si no ponemos amor en
nuestro trabajo, sea este material o espiritual, nuestra mente esta siempre
puesta en el objeto de nuestro amor y en esta situación, las distracciones no
son tan frecuentes. Instintivamente nuestro pensamiento siempre se va hacia
aquello que nos ocupa o que nos preocupa. En el evangelio de San Mateo podemos
leer las palabras del Señor que dijo: “Porque donde está tu tesoro, allí estará también
tu corazón”.
(Mt 6,21). Y
para saber cuál es tu tesoro, debes de darte cuenta de
lo que piensas con mayor frecuencia durante la oración, entonces sabrás cual es
para ti tu tesoro.
Si en el tiempo que dediquemos a estar con el Señor, nuestra ocupación
absoluta es solo amar a Dios y nuestra preocupación es saber si podemos amarle
más, es difícil que caigamos en las distracciones, pero no imposible porque
como decía Santa Teresa la imaginación es la loca de la casa y precisamente ahí
está el peligro. Sobre la imaginación y su compañera de andanzas que es la
fantasía, Existe una unánime identidad en todos los escritos de santos y
autores, consultados, en considerar a la imaginación y por supuesto a las
fantasías y a los sueños humanos, como una rémora u obstáculo importante en el
desarrollo de la vida espiritual de un alma. San Juan del cruz nos dice: “Distingo dos sentidos corporales internos:
imaginación y fantasía. Ambos se ayudan recíprocamente. La imaginación discurre
imaginando. La fantasía compone lo imaginado fantaseando”.
La imaginación es una vagabunda, que encuentra muy a menudo una cómplice
en la memoria: la memoria es una golosa que se traga todo lo que la imaginación
le presenta, después de que esta, lo haya recogido de aquí y de allí o de allá.
Su poder, el poder de la imaginación es enorme, tan poderosa es nuestra
imaginación, una vez transformada en convicción y evidencia, que influye
fuertemente en el organismo hasta llegar a crear concretamente las realidades
que al principio eran solo imaginadas. Cuántas persona empiezan contando
historias imaginarias, en las que ellas actúan de protagonista, y con el paso
del tiempo y a base de repetir la historia llegan a la convicción de que lo que
cuenta, fue real y sucedió.
La acción del demonio al igual que la de los ángeles, es negativa en el
sentido de que ninguno de los dos puede penetrar directamente en la
inteligencia y en la voluntad de una persona. Estas facultades le son
inaccesibles. En ellas solamente Dios puede penetrar, pro por respeto a nuestro
libre albedrío no lo hace. Los ángeles, y también los demonios, tienen libre
acceso a la imaginación, a la memoria y a la sensibilidad del hombre, sin que
puedan llegar sus dominios, más allá de estos límites, que está fijados por
Dios. Frente a esta situación, nosotros podemos luchar, la imaginación puede
ser controlada y purificada mediante una constante mortificación, desechando a
tiempo los pensamientos inútiles, debe ocupar un lugar importante en la vida
interior de la persona en su trato con Dios.
Desde luego que a nosotros nos resulta imposible eliminar la
imaginación, ella nunca se nos separa, pero si podemos tratar de dominarla y
encauzarla. Lo primero de todo para tratar de dominarla, es ir a suprimir sus
fuentes de alimentación, y de ellas la más importante son las imágenes que
percibimos. El mundo moderno, con sus adelantos técnicos, nos está
continuamente saturando de imágenes. Y no me refiero exclusivamente a las imágenes
de carácter pornográfico que nos inundan y acosan por doquier, sino aquellas
otras, que sin ser claramente nocivas a nuestra vida espiritual o interior nos
destilan un sutil veneno de contenidos que parecen ser inocentes, y no lo son
tanto.
En esta vida es menos peligroso aquel que le vemos venir y le
reconocemos por sus malignas intenciones, que aquél otro que siendo lobo se
viste con pieles de cordero. El Catecismo de la Iglesia católica en su
parágrafo 2525 dice a este respecto, nos dice que: "La pureza cristiana exige una purificación del
clima social. Obliga a los medios de comunicación social a una información
cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza de corazón libera del
erotismo difuso y aparta de los espectáculos que favorecen el exhibicionismo y
los sueños indecorosos”. Una
primera forma de sobriedad consiste en vigilar estrechamente la imaginación, y
la sugestión ya que Satanás, es incapaz sin la imaginación, de formar los
pensamientos para presentarlos al espíritu y abusa de él a través del engaño
Además de la imaginación, tenemos que considerar la existencia de otros
elementos de distracción en nuestros contactos con Dios. Los elementos que
generalmente son más corrientes como fuente de distracción, son: Las
preocupaciones que podemos tener en el momento presente, sean esas de carácter
laboral, familiar; o social; los recuerdos del pasado, que pueden acudir a
nuestra mente sean estos de carácter alegre, o doloroso; y también, las
especulaciones que nuestra mente pueda crear acerca del futuro que nos espera.
La primera clase de distracciones, pueden tener más sentido que las dos
siguientes, ya que hacen referencia al presente qu se esté viviendo. Pero en
relación a las otras dos siguientes una hace referencia al pasado y otra al futuro.
En cuanto a las que se refieren al pasado, somos todos muy tendentes al
recuerdo, especialmente las personas que viven en su senectud, los niños y
jóvenes al ser su pasado muy intrascendente a sus en esa época de sus vidas es
raro que se ocupen de él, pero no es así en los adultos, aunque es mucho más en
la senectud. Con respecto a lo cual habría que recordar, que si lo que se
recuerda, es o son los buenos momentos pasados, ellos jamás volverán, nadie le
puede hacer funcionar a la moviola hacía atrás.
La añoranza del pasado siempre crea nostalgia y si lo que se recuerda,
son sufrimientos y malos momento pasados, buena gana de querer volver a sufrir
de nuevo. En cuanto al deseo de especular con el futuro, ello es querer invadir
e terreno de Dios, que es quien los sabe y lo determina y Él siempre determina
para nosotros lo nos es más conveniente, aunque la mayoría de las veces no lo
comprendamos, porque nosotros miramos, lo que creemos que nos conviene en este
mundo y Él solo mira, lo que más nos conviene para alcanzar su reino.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
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