No tenía ninguna intención de
escribir ni una sola línea más sobre este nuevo hito del laicismo que ha sido
la proclamación de Felipe como rey. Pero las últimas noticias me han animado a
decir algo más.
Cuando me enteré de que la
primera visita de los reyes iba a ser al Papa, me alegré y sonreí con
satisfacción. Un detalle de consolación, pensé.
Pero mi sonrisa se heló ayer en
mi rostro, cuando leo la siguiente noticia:
Fuentes de la Casa del Rey explicaron que la
circunstancia de que la primera visita internacional sea a la Santa Sede no tiene que ver con ninguna tradición ni con
el deseo de compensar la ausencia de símbolos o ceremonias religiosas
entre los actos de la jornada de proclamación de Felipe VI.
Según han precisado, se buscaron fechas adecuadas para concretar las primeras visitas internacionales con Francia, Marruecos, Portugal y el Vaticano, sin prefijar ningún orden, y, de los cuatro Estados, fue la Santa Sede el que ofreció la fecha más cercana en el tiempo. (Agencias)
Es decir, por si alguno
pensábamos que si esto era un deseo de satisfacer, bien pronto nos han quitado
la ilusión. Sólo cuestiones de agenda. Es decir, el Papa fue el primero, pero
bien podía haber sido el último de los cuatro. Qué quede claro. Que quede bien
claro.
Otra noticia a la que me voy a
referir. Hoy el rey y su familia van a asistir a una misa en la capilla de su
residencia oficial. Misa celebrada por el cardenal Rouco. Esta noticia que
conocí ayer, de nuevo, pudo ofrecerme la mustia alegría de una cierta
compensación. Pues no. No, señor. Porque hoy la Casa Real ha vuelto a hablar de
nuevo:
La Casa del Rey no tiene previsto
facilitar ningún dato sobre esta misa y tampoco proporcionará imágenes
fotográficas o televisivas del acto religioso, dado su carácter privado.
Esto es un detalle muy feo. De
cualquier visita que recibe el rey, se hacen fotos. Tenemos fotos de las
visitas más intrascendentes que nos podamos imaginar. Lo triste, en este caso,
es que sea la Casa Real la que ha decidido que no quiere que circulen por la
Red fotos del nuevo rey asistiendo a misa.
Cuando los presidentes
norteamericanos, o Tony Blair y tantos otros mandatarios cristianos querían
honrar el Nombre de Dios, eran ellos los que se desplazaban cada domingo adonde
hiciera falta y celebraban su fe con el resto de la comunidad. No les dolían
prendas. No se avergonzaban.
Aquí no seré yo el que les niegue
el derecho a tener capilla privada (aunque tampoco sería yo el que se lo
concediera), pero que no hayan querido que trasciendan esas fotos, resulta
lamentable.
Una cosa más. Lo de la visita al
Vaticano y lo de la misa con el cardenal Rouco hoy, estaba previsto desde antes
de la proclamación, aunque lo hicieran público después.
Sus majestades no tenían muy
claro que este avance del laicismo se hiciera de forma pacífica. Sabían lo que
arriesgaban. Sabían que grupos pequeños podían empezar a crear mucho ruido
mediático. Todavía más ruido en medio de esta algarabía mediática
antimonárquica, lo que faltaba: que los monárquicos tradicionales públicamente
dieran la espalda en masa al rey.
Así que para minimizar los
riesgos de esta medida, sin duda, decidieron tener estas dos cartas en la
manga. Si había muchas protestas, siempre se podía decir expresamente que tal y
que cual, y fotos y todo lo demás, hasta un video.
Pero como aquí nadie ha dicho
nada. Como recortar el árbol del culto a Dios, les ha salido gratis, pues han
decidido recortar hasta las fotos con el cardenal y decir que lo del Vaticano,
poco menos, era porque pasaban por ahí.
Triste final el de una monarquía
milenaria que se destacó, contra viento y marea, por su catolicidad, por su
defensa de la fe y de la Iglesia. La misma monarquía que ahora pide de la
sociedad para sí el máximo honor y respeto, pero que niega todo reconocimiento
público a Aquél del que depende su trono.
Pongo aquí el link al magnífico final de una película imperecedera, y que viene
al asunto como anillo al dedo:
P.
FORTEA
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