Grande fue el consuelo y grande
es el aliento y la responsabilidad que derivan de la peregrinación del viaje a
Tierra Santa del papa Francisco, para seguir en el camino hacia la plena unidad
de todos los cristianos y también del diálogo interreligioso. Lo ha afirmado él
mismo durante su encuentro con los participantes de la 87ª Asamblea plenaria de
la ROACO, la Reunión de las Obras para la Ayuda a las Iglesias Orientales, que
ha concluido hoy.
Asimismo, el Santo Padre ha
indicado que el olivo que plantó en los Jardines Vaticanos junto con el
patriarca de Constantinopla y los presidentes israelí y palestino,
"recuerda esa paz que es segura solo si es cultivada con más manos".
De este modo, Francisco ha señalado que quien trabaja cultivando no debe
olvidar que "el crecimiento depende del verdadero Agricultor que es
Dios" y que "la verdadera paz, la que el mundo no puede dar, nos la da
Jesucristo".
Por eso, Francisco ha indicado
que a pesar de las graves heridas que sufre todavía hoy, la paz puede renacer
siempre. Y así, el Pontífice ha querido dar las gracias a los presentes porque
colaboran con este "jardín" con la caridad, que "constituye la
finalidad más auténtica de vuestras organizaciones". Con la unidad y la
caridad -ha proseguido- los discípulos de Cristo cultivan la paz para cada
pueblo y comunidad venciendo las persistentes discriminaciones, comenzando por
las de causas religiosas.
A continuación, el Santo Padre ha
observado que los primeros llamados a cultivar la paz son precisamente los
hermanos y las hermanas de Oriente, con sus Pastores. "Esperando a veces
contra toda esperanza, permaneciendo allí donde han nacido y donde desde los
inicios ha resonado el Evangelio del Hijo de Dios hecho hombre, puedan
experimentar que son 'beatos los que trabajan por la paz, porque serán llamados
hijos de Dios'", ha deseado el Pontífice. Así como ha manifestado el deseo
de que tengan siempre el apoyo de la Iglesia universal, "para conservar la
certeza que el fuego de Pentecostés, el poder del Amor, puede detener el fuego
de las armas, el odio y la venganza". Y ha exclamado: "¡sus lágrimas
y sus miedos son los nuestros, como el resto de su esperanza!"
Francisco ha querido dedicar unas
palabras en particular "a los hermanos y hermanas de Siria e Irak, a sus
obispos y sacerdotes" para expresarles la cercanía de la Iglesia católica.
Una cercanía que ha extendido a Tierra Santa y Oriente Próximo así como a
Ucrania y Rumanía.
El Papa ha exhortado a los
presentes a continuar en los esfuerzos realizados a su favor. "Vuestro
socorro en las naciones más golpeadas puede responder a necesidades primarias,
especialmente de los pequeños y débiles, como de los muchos jóvenes tentados a
abandonar la patria de origen", ha recordado el Santo Padre.
Ya que las comunidades orientales
están presentes en todo el mundo -ha proseguido-, "vosotros intentáis
llevar alivio y apoyo en todas partes a los numerosos desplazados y refugiados,
restituyendo dignidad y seguridad, con el debido respeto por su identidad y
libertad religiosa".
Al concluir su discurso, el
Pontífice ha animado a los presentes a llevar adelante las prioridades
establecidas durante la Sesión Plenaria, "en particular la formación de
las nuevas generaciones y de los educadores".
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