Queridos amigos y hermanos de
ReL: El santo padre Francisco presidió el pasado jueves 19 por la tarde en la
explanada la basílica de San Juan de Letrán, la misa con motivo de la
celebración del Corpus Christi, donde nos dejó una bellísima y profunda homilía
eucarística. Hoy domingo 22, ha rezado la oración del ángelus donde también ha
orientado su reflexión en torno al Augusto Sacramento. Les dejo una síntesis de
ambas alocuciones papales para nuestra meditación al caer la tarde del Corpus y
siempre, porque nuestra vida cristiana debe ser un Corpus y una Misa que se
prolonga a lo largo de toda nuestra vida.
En la misa nos invitó a
distinguir "el pan falso que engaña y corrompe, porque es fruto del
egoísmo, de la autosuficiencia y del pecado". Cuando el pueblo de Israel
salió de Egipto y de la condición de esclavitud, y una vez establecido en su
tierra, el pueblo elegido alcanza una cierta autonomía, un cierto bienestar y
"corre el riesgo de olvidarse de las situaciones tristes del pasado,
superadas gracias a la intervención de Dios y a su infinita bondad". Por
eso las Escrituras exhortan a recordar, a hacer memoria de todo el camino hecho
en el desierto, en el tiempo del hambre y la desesperación.
De este modo, el Papa ha indicado
que "además del hambre físico el hombre lleva consigo otro tipo de hambre,
un hambre que no puede ser saciado con la comida ordinaria". Y ha
explicado que "es hambre de vida, hambre de amor, hambre de eternidad. Y
el signo del maná -como toda la experiencia del éxodo- contenía en sí también
esta dimensión: era figura de una alimento que sacia el hambre profunda que hay
en el hombre".
Francisco ha explicado que Jesús
nos da este alimento, es más, "es Él mismo el pan vivo que da la vida al
mundo". Asimismo, ha recordado que "no es un simple alimento con el
que saciar nuestros cuerpos, como el maná; el Cuerpo de Cristo es el pan de los
últimos tiempos, capaz de dar vida, y vida eterna, porque la sustancia de este
pan es Amor".
Nos ha enseñado también que en la
Eucaristía se comunica el amor del Señor por nosotros: "un amor tan grande
que nos nutre con Sí mismo, un amor gratuito, siempre a disposición de
cualquier persona hambrienta y necesitada de regenerar las propias
fuerzas". Es por eso, ha proseguido, que vivir la experiencia de la fe
"significa dejarse nutrir por el Señor y construir la propia existencia no
sobre los bienes materiales, sino sobre la realidad que no perece: los dones de
Dios, su Palabra y su Cuerpo".
Por otro lado, el Santo Padre ha
recordado que si miramos a nuestro alrededor "nos damos cuenta que hay
muchas ofertas de alimento que no vienen del Señor y que aparentemente
satisfacen más". Así, ha puesto como ejemplo que algunos se alimentan con
el dinero, la vanidad, el poder el orgullo. Y ha reafirmado que el alimento que
nos nutre de verdad y que nos sacia es solamente el que nos da el Señor y que
"el alimento que nos ofrece el Señor es distinto de los otros, y quizá no
nos parece sabroso como ciertos alimentos que nos ofrece el mundo". Por
esta razón, "soñamos otras comidas", como el pueblo de Israel en el
desierto.
Francisco ha invitado a los
presentes a preguntarse "y yo, ¿dónde quiero comer? ¿En qué mesa quiero
nutrirme? ¿En la mesa del Señor? ¿O sueño con comer alimentos sabrosos, pero en
la esclavitud? ¿Cuál es mi memoria? ¿La del Señor que me salva, o la del ajo y
las cebollas de la esclavitud? ¿Con qué memoria sacio mi alma?"
Y así, el Papa ha exhortado a
recuperar la memoria y aprender a reconocer "el pan falso que engaña y
corrompe, porque es fruto del egoísmo, de la autosuficiencia y del
pecado".
Para finalizar la homilía,
Francisco ha mencionado que dentro de poco, en la procesión, "seguiremos a
Jesús realmente presente en la Eucaristía". Por eso ha querido recordar
que "la hostia es nuestro maná, mediante el cual el Señor se da a
nosotros". Con confianza, ha pedido dirigirse a Jesús pidiéndole:
"defiéndenos de las tentaciones del alimento mundano que nos hace
esclavos; purifica nuestra memoria, para que no se quede prisionera en la
selectividad egoísta o mundana, sino que sea memoria viva de tu presencia a lo
largo de la historia de tu pueblo, memoria que se hace ´memorial´ de tu gesto
de amor redentor".
En el ángelus de hoy sus
reflexiones eucarísticas fueron expresadas con las siguientes palabras:
"Queridos hermanos y hermanas: en Italia y en muchos otros países del
mundo se celebra este domingo la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, y se usa
frecuentemente el nombre en latín: Corpus Domini, o Corpus Christi. La comunidad
eclesial se recoge entorno a la eucaristía para adorar el tesoro más precioso
que Jesús nos ha dejado.
El evangelio de Juan nos presente
el discurso sobre el ´pan de vida´, que Jesús realizó en la sinagoga de
Cafarnaún, en el cual afirmó: ´Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come
este pan vivirá eternamente y el pan que yo daré y mi carne para la vida del
mundo”.
Jesús subraya que no vino a este
mundo para traer alguna cosa, pero para darse, su vida, para nutrir a quienes
tiene fe en Él. Esta comunión con el señor nos empeña a nosotros, sus
discípulos, a imitarlo, haciendo de nuestra existencia, con nuestra actitud un
pan partido para los otros, como el Maestro ha partido el pan que es su
realmente su carne. Para nosotros en cambio son las actitudes generosas hacia
el prójimo las que demuestran nuestra actitud hacia los otros.
Cada vez que participamos a la
Santa Misa y nos nutrimos del Cuerpo de Cristo, la presencia de Jesús y del
Espíritu Santo actúa en nosotros, llena nuestro corazón, nos comunica actitudes
interiores que se traducen en comportamientos según el Evangelio.
Sobre todo la palabra de Dios,
después la fraternidad entre nosotros, el coraje del testimonio cristiano, la
fantasía de la caridad, la capacidad de dar esperanza a los desanimados, de
acoger a los excluidos.
De esta manera la eucaristía hace
madurar un estilo de vida cristiano. La caridad de Cristo acogida con el
corazón abierto nos cambia, nos transforma, nos vuelve capaces de amar, no
según una medida humana, siempre limitada, sino según la medida de Dios, o sea
sin medida.
¿Y cuál es la medida de Dios?,
sin medida. La medida de Dios no tiene medida, todo, todo, todo. No se puede
medir el amor de Dios, porque no tiene medida. Y entonces nos volvemos capaces
de amar también a quien no nos ama. Y no es fácil amar a quien no nos ama, no
es fácil, porque si sabemos que una persona no nos quiere, también nosotros
tenemos ganas de no quererlo. Y no, tenemos que amar también a quien no nos ama
de oponernos al mal con el bien, de perdonar, de compartir, de acoger.
Gracias a Jesús y al Espíritu,
también nuestra vida se vuelve “pan partido” para nuestros hermanos. Y viviendo
así descubrimos la verdadera alegría, la alegría de volverse don, para devolver
el gran don que nosotros recibimos primero sin tener mérito. Es bello esto,
nuestra vida se hace don, esto es imitar a Jesús.
Querría recordar dos cosas.
Primero: la medida de amar a Dios es amar sin medida. ¿Está claro esto? Nuestra
vida con el amor de Jesús recibiendo la eucaristía, se hace un don, como fue la
vida de Jesús. No nos olvidemos de estas dos cosas: La medida del amor de Dios
es amar sin medida. Siguiendo a Jesús con la eucaristía, hacemos de nuestra vida
un don.
Jesús,
pan de vida eterna, descendió del cielo y se hizo carne gracias a la fe de
María Santísima. Después de haberlo llevado en sí con inefable amor, Ella lo ha
seguido fielmente hasta la cruz y la resurrección. Pidamos a la Virgen que nos
ayude a descubrir la belleza de la eucaristía, a hacerla el centro de nuestra
vida, especialmente en la misa dominical y en la adoración".
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