No estamos equivocados con la celebración de la Eucaristía o Santa Misa, que no es un invento de los curas, sino que, según la Biblia, es un mandato sagrado de Cristo mismo
Por: P. Paulo Dierckx y P. Miguel Jordá | Fuente:
Para dar razón de nuestra Esperanza, sepa defender su Fe
Siempre que puedo tengo la costumbre de visitar a los hermanos católicos en sus
casas. Y un día, por equivocación, entré en una casa donde estaba reunido un
grupito de hermanos evangélicos. Se asombraron muchísimo cuando de repente
vieron en medio de ellos al cura de la Iglesia Católica. Les expliqué que
estaba invitando a los católicos para leer juntos la Palabra de Dios y luego
participar en «la Fracción del Pan» o Santa Misa. Inmediatamente un hermano
evangélico me replicó: «¡La Palabra de Dios es el
único Pan de vida!» (para hacerme entender que ellos no necesitan el Pan
sagrado de la Misa).
Felicito
sinceramente a nuestros hermanos evangélicos por el gran amor que tienen a la
Palabra de Dios como Pan de vida. Pero me sorprende que ellos con tanta facilidad
rechacen el Pan Eucarístico o Santa Misa. Este hecho me hizo pensar mucho, y
luego tomé la decisión de escribir esta carta a mis hermanos católicos para
explicarles que no estamos equivocados con la celebración de la Eucaristía o
Santa Misa, y para recordar que la Misa no es un invento de los curas, sino
que, según la Biblia, es un mandato sagrado de Cristo mismo.
EL PAN DE LA PALABRA Y EL PAN
EUCARÍSTICO
En el Evangelio de San Juan, Jesús hace una reflexión muy profunda acerca de
este tema. Jesús proclama que «El es el verdadero
Pan que ha bajado del cielo» (Jn. 6, 33-35), y el Señor nos da dos
razones para explicarnos por qué Él es el Pan de vida:
- Primero: Jesús es «el Pan de vida», por su
Palabra que abre la vida eterna a los que creen (Jn. 6, 26-51). Es decir, Jesús
es «el Pan de la Palabra» que hay que creer.
- Segundo: Jesús es «Pan de Vida» por su carne y su sangre que se nos dan como
verdadera comida y bebida (Jn. 6, 51-58). Con estas últimas palabras, Jesús
anuncia la Eucaristía que El va a instituir durante la Ultima Cena: «Tomad y
comed, esto es mi Cuerpo» (Lc. 22,19). «Mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en
mí, y yo en él» (Jn. 6, 55-56).
Está
claro entonces que no debemos quedarnos solamente con «el Pan de la Palabra».
Jesús nos invita también a «comer realmente su Cuerpo» como «el Pan
Eucarístico».
Ahora bien, nuestros hermanos evangélicos piensan que el Pan Eucarístico es
solamente un símbolo de Jesucristo y niegan la presencia real de Cristo en la
Cena del Señor. La frase: «Esto es mi cuerpo», para
ellos es sólo una expresión figurada.
Es más,
las Biblias de los Testigos de Jehová dicen que Jesús en la Ultima Cena no
dijo: «Esto es mi cuerpo», sino: «Esto significa mi
cuerpo» (Lc. 22,19), y con esto acaban con la presencia real de Cristo en el
Pan Sagrado o en la Santa Hostia. (Cualquiera que sepa traducir bien el
idioma griego en que fue escrito el Evangelio de Lucas, sabe muy bien que la
palabra usada por la Biblia en griego es «estin» que significa en castellano «es», y que esta palabra en ningún caso se puede
traducir por «significa», como hacen los
Testigos de Jehová. El fundador de los Testigos de Jehová, sin haber hecho
estudios de la Biblia con maestros entendidos, se dedicó a traducir la Biblia a
su antojo y por eso le hace decir cosas absolutamente inexactas.
JESÚS NOS INVITA A COMER SU
CUERPO Y A BEBER SU SANGRE
El discurso
de Jesús sobre «su Cuerpo, Pan de vida» (Jn.
6,51-58) lo pronunció después de la multiplicación de los panes y, en esta
oportunidad, por primera vez, el Señor habló acerca de la Eucaristía: «El pan que Yo daré es mi Carne, y la daré para vida del
mundo» (Jn. 6, 51).
Cuando Jesús dijo estas palabras, muchos de sus discípulos lo abandonaron,
diciendo que ese modo de hablar era intolerable (Jn. 6, 59-66). Pero Jesús no
dijo que estaba hablando en sentido figurado. Jesús insistió: «En verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del
Hombre y no beben su sangre, no tienen verdadera vida». (Jn. 6,53).
Es más, a los Doce apóstoles Jesús les preguntó: «¿También ustedes quieren
dejarme?» (Jn. 6, 67).
De ninguna manera Jesús habló aquí en sentido simbólico o figurado: «El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida
eterna y Yo le resucitaré en el último día» (Jn. 6,54).
LA ULTIMA CENA DEL SEÑOR
En el Nuevo Testamento encontramos hasta cuatro testimonios distintos acerca de
la Ultima Cena del Señor: Mateo, Marcos, Lucas y
Pablo. Esto quiere decir que la Ultima Cena fue un hecho de suma importancia
en la vida de Jesús y en la vida de la primitiva Iglesia.
La noche antes de morir, Jesús invitó a sus apóstoles a celebrar la Pascua de los judíos, que consistía, sobre todo, en una cena solemne. Esta comida era para los judíos «la gran acción de gracias» a Dios. Y el Señor Jesús aprovechó la cena para darle un sentido nuevo y profundo.
Leemos en el Evangelio de San Lucas: «Después,
Jesús tomó el pan y dando gracias (eucharistein, en griego) lo partió y se lo
dio diciendo: ´Esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes. Hagan esto en
memoria mía´. Después de la cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: ´Esta copa es
la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes´» (Lc.
22, 19-20).
LA ULTIMA CENA DEL SEÑOR
TIENE MUCHOS SIGNIFICADOS
Solamente queremos aquí indicar algunos aspectos importantes en relación con
nuestro tema:
- Primero: la Cena del Señor es «la gran acción de
gracias» a Dios. La palabra griega «eucharistein» (Lc. 22,19; 1 Cor.11,24)
recuerda las bendiciones que proclaman las obras de Dios: la creación, la
redención, y la santificación. La Iglesia prefiere la palabra «Eucaristía» para
indicar la Cena del Señor.
- Segundo: Cuando Jesús en la Ultima Cena dijo al partir el pan: «Tomen y
coman, esto es mi cuerpo», no estaba hablando en forma simbólica. Estas
palabras anunciaban claramente su presencia misteriosa y real en los signos del
pan y del vino. Realmente Jesús dio al pan y al vino un nuevo sentido.
Jesús dijo claramente: «Esto es mi cuerpo». Jesús indicó un realismo
incomparable y no un simple simbolismo. Esto sucedió en la primera Eucaristía o
Santa Misa.
- Tercero: También dio Jesús a sus apóstoles el mandato de recordar y revivir
estos gestos sagrados: «Hagan esto en memoria mía» (Lc. 22,19). Fiel a este mandato
de Jesús, la Iglesia desde aquel momento hasta ahora realiza continuamente
estos signos sagrados que hizo Jesús en la Ultima Cena. Y la Iglesia cree que
el Pan consagrado en cada Eucaristía es a la vez figura y realidad del Cuerpo
celestial de Cristo: un memorial vivo de Cristo.
-Cuarto: El apóstol Pablo para recordar lo sagrado que es el alimento
eucarístico, escribe en términos muy claros: «El cáliz que bendecimos, ¿no es
acaso la comunión de la Sangre de Cristo? Y el Pan que partimos, ¿no es acaso
la comunión del Cuerpo de Cristo?» (1Cor. 10,16).
Para Pablo, ese pan y ese vino, una vez consagrados, no son un simple símbolo
del cuerpo y sangre, sino realmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo
glorificado. Y en este mismo sentido sigue el apóstol escribiendo a los
Corintios, después de reprenderles por algunos abusos que cometían en sus
reuniones: «Así, pues, cada vez que comen de este
pan y beben de la copa, están proclamando la muerte del Señor hasta que venga.
Por tanto si alguien come el pan y bebe de la copa del Señor indignamente, peca
contra el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por eso, que cada uno examine su
conciencia antes de comer del pan y beber de la copa. De otra manera come y
bebe su propia condenación al no distinguir el cuerpo de Cristo. Esta es la
razón por la cual se ven tantos enfermos entre ustedes» (1Cor. 11,
26-30).
CONSIDERACIONES FINALES
Mucha gente de hoy, igual como en el tiempo de Jesús, tiene dudas acerca de la
presencia real de Cristo en el Pan Eucarístico. Muchos se preguntan: «¿Cómo puede ser eso?... ¿No es demasiado para nuestra
inteligencia humana aceptar todo esto?...»
Es verdad, nuestra inteligencia humana no es capaz de captar esta presencia
misteriosa de Cristo en la Eucaristía. Solamente con los ojos de la fe podemos
experimentar esta presencia real e íntima de Cristo en el Pan Sagrado.
La presencia del cuerpo de Cristo en el Pan Sagrado no es una presencia física,
o sea, material, como si pudiéramos decir: «Jesús
está aquí sentado a la mesa al lado mío». No debemos olvidar que el
Cuerpo de Cristo, después de su muerte y resurrección, es para siempre un
cuerpo glorificado, un cuerpo celestial que se hace presente entre nosotros en
el pan y en el vino. Es una presencia real. No una presencia material de
Cristo, sino una presencia terrenal de su cuerpo celestial.
En otras palabras: mediante un gesto visible, el creyente participa de
una realidad que no se ve, pero entra realmente en comunión con Cristo
glorificado y resucitado. Acostumbramos a aplicar la palabra sacramento para
designar un signo externo que contiene una realidad espiritual. En la Cena del
Señor, o Santa Misa, nuestra fe nos lleva a recibir como Cuerpo y Sangre de
Cristo algo que todavía no parece ser más que pan y vino. Pero, por estos
signos o sacramentos, Cristo se hace para nosotros realmente alimento y vida.
LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA ES EL
CUERPO Y EL CORAZÓN DE LA VIDA DE LA IGLESIA, LA CUAL ES ANTE TODO COMUNIÓN. ES
EL LUGAR EN QUE LOS HOMBRES EXPERIMENTAN, YA EN LA TIERRA, LA UNIÓN ENTRE ELLOS
Y CRISTO.
Queridos hermanos, estas son las razones por las que nosotros los católicos,
conforme al mandato del Señor: «Hagan esto en
memoria mía», celebramos la Eucaristía Domingo tras Domingo, y creemos con toda
firmeza que Cristo glorificado está realmente presente en el pan y en el vino
consagrados. No es ningún invento de los curas, como piensan algunos
hermanos evangélicos, sino que ésta es una enseñanza bíblica, creída plenamente
por todos los verdaderos cristianos desde el principio de nuestra santa religión
hasta el día de hoy.
LOS DISTINTOS NOMBRES PARA INDICAR LA SANTA MISA:
EUCARISTÍA porque es «acción de gracias» a Dios. La palabra
griega «eucharistein» (Lc. 22,19 y 1 Cor. 11,24) recuerda las bendiciones
judías que proclaman, sobre todo durante la comida, las obras de Dios: la
creación, la redención y la santificación.
CENA DEL SEÑOR O BANQUETE DEL
SEÑOR porque se trata de la Cena que
el Señor celebró con sus discípulos la víspera de su pasión (1Cor. 11, 20).
FRACCIÓN DEL PAN porque
el gesto de partir el pan y repartirlo lo utilizó Jesús cuando bendijo y
distribuyó el pan en la Ultima Cena (Mt. 26, 26; 1 Cor. 11, 24; Hech. 2, 42 y
Hech. 20, 7-11).
COMUNIÓN porque
por este sacramento nos unimos a Cristo que nos hace partícipes de su Cuerpo y
de su Sangre para formar un solo Cuerpo (común-unión) (1 Cor. 10, 16-17).
SANTO SACRIFICIO porque actualiza el único sacrificio de Cristo
Salvador e incluye la ofrenda de la Iglesia. Así también se llama «Sacrificio
de Alabanza» (Heb. 13, 15), sacrificio espiritual (1 Ped. 2,5).
SANTA MISA porque la liturgia en la que se realiza el
misterio de nuestra salvación se termina con el envío de los fieles
(envío=missio en latín) a fin de que cumplan la voluntad de Dios en su vida
cotidiana.
Antes del Padecimiento en la noche de la Cena el Señor con gracia plena instituyó
el Sacramento. Su Cuerpo y Sangre sustento eran para el pecador por eso el
Supremo Autor en la Mesa del altar nos dio este rico manjar que es la fineza
mayor.
CUESTIONARIO
¿Es Jesús el Pan de Vida? ¿Cómo interpretan los
evangélicos el texto de Lc. 22, 19? ¿Cómo lo interpretamos los católicos? ¿Nos
invita Jesús a comer su Cuerpo? ¿Cuándo nos mandó Jesús comer el Pan de Vida?
¿Cómo presentan la Cena los tres sinópticos? ¿Hablaba Jesús en forma real o
simbólica sobre su presencia en la Eucaristía? ¿Qué dice Pablo en lo referente
a la Comunión? ¿Está Cristo en medio de nosotros?
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