Este 3 de octubre se inicia la novena a la Virgen del Pilar, la primera aparición mariana de todos los tiempos, con quien comenzó la evangelización de España.
Según una venerada tradición, la Virgen María, que aún vivía en carne
mortal, se apareció en Zaragoza (España), sobre una columna o pilar al apóstol
Santiago el Mayor y le pidió que en ese lugar se le construyese una iglesia.
Poco a poco esta devoción se fue propagando y se produjeron muchos
milagros.
San Juan Pablo II en 1984 reconoció a la Virgen del Pilar como “Patrona
de la hispanidad”.
A esta advocación se le puede confiar un proyecto apostólico, la
reevangelización de España, una causa en América, adonde llegó la fe gracias a
ella, o cualquier otra intención ya es la Madre de Dios.
Cercanos a esta gran fiesta mariana, que se celebra cada 12 de octubre,
aquí una novena para pedir su intercesión:
PRIMER
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos
Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo,
e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos,
que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra eterna.
Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi consuelo
sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser colocado un día
entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a Dios mi Salvador,
y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.
Primer día: Milagrosa
venida de la Santísima Virgen en carne mortal a Zaragoza
¡Oh Santísima Virgen María! ¡Vos en Zaragoza! Yo os saludo, Soberana
Reina, en el día más feliz que vieron las naciones. ¡Grata memoria! Que pasando
de generación en generación, mantiene por diecinueve siglos una devoción
tierna, una piedad constante, y un agradecimiento. ¡Milagrosa venida! Que así
transporta nuestros corazones en un santo júbilo, y excita en nosotros los más
tiernos sentimientos de piedad y gratitud eterna. ¡Fineza admirable!
¡Predilección singular! ¡Exceso de amor! Cuando la Madre de Dios vivía aún en
la famosa Ciudad de Jerusalén, oficiosamente ocupada en el cuidado de la
naciente Iglesia, se dignó venir a Zaragoza a visitarnos en persona. Esta es la
tradición más autorizada y respetable. En el año 40 de la Era cristiana,
dominando el Imperio Romano, y predicando el Santo Evangelio en esta misma
Ciudad, el Protomártir entre los Apóstoles nuestro Patrón Santiago, a tiempo
que oraba con sus discípulos en las orillas del Ebro, a la media noche del dos
de Enero, se le apareció la Santísima Virgen, Madre de Dios y Reina del Cielo,
viviendo aún en carne mortal, llena de majestad, y acompañada de coros de
Angeles, que cantaban diversas alabanzas. Los Angeles, según su piadosa
tradición, traían su Sagrada Imagen y una Columna de jaspe, que hoy con tanta
devoción veneramos. ¡Oh beneficio incomparable! ¿De dónde a nosotros tanto
favor ¿Por qué es Zaragoza la predilecta? Cosas grandes se han dicho de ti,
Ciudad Augusta; pero ninguna eleva tanto tu grandeza, como la venida de la
Santísima Virgen en carne mortal. ¡Oh Ciudad de María! Este favor no dispensado
a nación alguna, forma tu verdadera gloria, y cubre tu suelo clásico de honor,
de riqueza, de nobleza, y la memoria de este prodigio inmortalizada en los
fastos de la Iglesia, hará eterna tu gloria, y la de la nación española.
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en
ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda
su sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda
presentarse digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora
brillante de este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma.
Haced que todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno
de la verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva
fe, os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto.
¡Esposa del Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma
religión, tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes
cristianos y sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora.
Penetrad sus corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro
hijo se anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad
de vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe católica,
apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que defendida
por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión, y
consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno, pueda
marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
SEGUNDO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos
Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir de
nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e
implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta confianza,
acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos, que me
adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra
eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi
consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Ángeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Segundo día: La
Santísima Virgen manda al apóstol Santiago que le erija un templo a su nombre
en el mismo lugar que le señala.
La Reina de los Cielos y Abogada nuestra, no sólo nos ha distinguido
entre todas las naciones con su venida a Zaragoza, sino que para perpetuar la
memoria de tan singular beneficio, mandó al Apóstol Santiago edificase un
templo a nombre de tan gran Señora. El santo Apóstol, vuelve de su éxtasis y de
su rapto por el resplandor de su presencia, oye las dulces palabras con que le
habla de este modo: Santiago, este es el lugar que yo he elegido: aquí quiere el
Omnipotente que dediques un templo, que llevando mi nombre, sea el suyo
engrandecido. Este ha de ser mi templo y casa, mi propia herencia y posesión;
en el se manifestará la virtud del Altísimo por mi intercesión y mis ruegos a
favor de los que pidieren con verdadera fe y piadosa devoción. Aquí se obrarán
prodigios, y portentos admirables, especialmente en aquellos que en sus
necesidades invocaren mi favor. Mira también ese Pilar, él quedará aquí, y
colocada sobre él mi propia Imagen. En testimonio de esta verdad y promesa,
estará en este lugar con la fe, hasta el fin del mundo, y nunca faltará en esta
Ciudad, quien venere el nombre de Jesucristo, mi Hijo. ¡Qué generosidad! ¡ Qué
amor el que nos muestra la Santísima Virgen! La Reina del Cielo ha colocado su trono
en Zaragoza Llegaos, hijos de la Iglesia, a este trono de misericordia, pedid
con confianza favores y gracias, que esta tierna Madre está empeñada en vuestro
bien. ¿Quién jamás la invocó en sus necesidades que no fuera luego socorrido?
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en
ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda
su sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda
presentarse digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora
brillante de este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma.
Haced que todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de
la verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva fe,
os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto. ¡Esposa
del Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma religión,
tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos y
sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad sus
corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se
anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de
vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe
católica, apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que
defendida por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión,
y consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno,
pueda marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
TERCER
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos, líbranos
Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana
presencia derramo todo mi corazón, implorando vuestra bondad: yo soy aquella
oveja perdida que mi amado Jesús, como Pastor bueno, se afanó tanto en
buscarla, la redimió con su preciosísima sangre, y la tomó sobre sus hombros,
para volverla al redil de la Iglesia. ¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de
mí, me confundo a mí mismo! La causa verdaderamente es mía, porque se trata de
mi eterna salud, pero también es vuestra, porque se interesa vuestra gloria.
Mas entre tanto viva sobre la tierra, me hallo en la incertidumbre de mi
salvación. En semejante conflicto, permitid, Señor, que desahogue con suspiros
el profundo sentimiento que aflige mi corazón. Porque, qué me importará ganar el
Universo, si me pierdo para siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis
fervorosos ruegos hasta el trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi
alma de las furias del león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme
en tan grave necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha
oído decir de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo
vuestro amparo, e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo
con esta confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y
suplicándoos, que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro
cargo mi eterna salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de
la palabra eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será
todo mi consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Tercer día: La
Santísima Virgen nos dejó como un don precioso su sagrada imagen que es nuestro
amparo y consuelo en toda tribulación
Grande y digno de toda nuestra gratitud es el beneficio que nos dispensó
la soberana Reina de los Angeles con su venida a Zaragoza, pero también es
digno de todo nuestro aprecio, el monumento eterno, la memoria perenne de
habernos dejado su sagrada Imagen como un don precioso del Cielo. ¡Oh! ¿Cómo
hemos de olvidar beneficios tan singulares, si tenemos siempre a nuestra consideración
un recuerdo perpetuo de las finezas de su maternal amor para con nosotros?
Acudimos a los pies de tan gran Señora. ¿Pero con qué confianza? Acudimos a
derramar toda la efusión de nuestro corazón, en todas nuestras angustias y
tribulaciones. Y apenas llegamos a su soberana presencia, ¡oh qué consuelo
experimenta luego nuestro afligido espíritu! ¡Oh, cómo se desahoga nuestro
corazón en tiernos suspiros! ¡Oh qué ternura, qué dulce consuelo sentimos,
cuándo nos postramos en su cámara Angelical! Nuestra alma se enajena de gozo al
considerar que en este propiciatorio quedó nuestra benigna Ester, con la vara
de oro del celestial Asuero en sus manos, para alcanzarnos favores y gracias.
En esta casa de Angeles, a los pies del trono de la Reina celestial, es donde
se han enjugado las lágrimas de tantos afligidos, donde se han templado los
gemidos de tantos desconsolados, y donde se han acallado los clamores de tantos
desesperados. Todo esto publica a cada paso la gratitud de los españoles más
piadosos, y de cuantos verdaderos adoradores acuden a admirar de cerca esta
gloriosa Jerusalén, quienes ven cumplido en este santo Templo, de María del
Pilar, lo que pedía Salomón al Señor en la dedicación de su santo Templo,
cuando decía: "si el extraño y el que no es de tu pueblo, viniere de lejos
atraído de la fama de tu grande nombre, y te adorare en este lugar, tú le oirás
desde tu firmísima habitación, y cumplirás todas las cosas, por las que el
peregrino te invocare, para que todos reconozcan y respeten su sagrado nombre,
como lo hace tu querido pueblo."
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en
ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda
su sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda presentarse
digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre de Dios
Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora brillante de
este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma. Haced que
todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de la
verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva fe, os
invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto. ¡Esposa del
Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma religión,
tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos y
sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad sus
corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se
anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de
vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe
católica, apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que
defendida por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión,
y consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno,
pueda marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
CUARTO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo,
e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos,
que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra eterna.
Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi consuelo
sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser colocado un día
entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a Dios mi Salvador,
y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.
Cuarto día: La
Santísima Virgen nos dejó el pilar santo o columna angélica, símbolo de la
fortaleza y estabilidad de la fe católica en Zaragoza hasta el fin del mundo
Zaragoza posee una rica alhaja, un precioso tesoro, una sagrada Columna,
que la ennoblece, la protege, la honra y la ilustra. ¿De quién ha recibido este
regalo tan magnifico, este don tan apreciable, sino de María? Esta es toda tu
felicidad, Católica España, nación magnánima. La Reina celestial fijó en
Zaragoza esta misteriosa Columna, significando a los siglos futuros, que
perpetuaba gloriosamente entre nosotros el precioso depósito de la fe que nos
había confiado. El orbe católico admira la firmeza de esta Columna, que se ha
conservado inmoble, en el mismo lugar que señaló la Santísima Virgen, sin que
las conquistas de los romanos, el odio de los herejes, el furor de los árabes,
haya turbado su permanencia. Todo certifica la grandeza de su fundamento, y la
fuerza poderosa de nuestra Princesa. La India, el Asia, el Africa, sacudieron
el yugo de Jesucristo. El universo entero se admiró de verse arriano, en
expresión de San Jerónimo. Pero la ciudad de María, fundada sobre la firme
Columna, no ha perdido como Jerusalén, su primitivo esplendor. La antorcha de
la fe, que la Santísima Virgen encendió en su venida, no se ha extinguido.
Innumerables Mártires que forman la gloria de la religión, y el honor de
Zaragoza, fueron sacrificados en su defensa.
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la Iglesia, que desde su principio
ha reclamado vuestra protección. Reconoced en ella la Esposa de Vuestro único
Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda su sangre. Haced que
resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda presentarse digna de su
divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre de Dios Hijo! que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora brillante de este sol
divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma. Haced que todos sigan
la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de la verdadera
Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva fe, os invoquen
con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto. ¡Esposa del Espíritu
Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma religión, tantas y tan
diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos y sus ministros
la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad sus corazones del
espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se anunció a la
tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de vuestra Iglesia.
¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin mancha en vuestra
Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación española, vuestra nación
predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás; a pesar de sus pecados,
continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe católica, apostólica, romana:
conservadla en la unidad católica, a fin de que defendida por vuestra gracia de
todo error estando al abrigo de toda disensión, y consagrada a servir a vuestro
Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno, pueda marchar constantemente al fin
que le habéis prometido, y merecer teneros siempre por su Protectora en la
tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo. Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
QUINTO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para siempre.
Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el trono de
vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del león
infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave necesidad.
Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir de nadie,
que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e
implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta confianza,
acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos, que me
adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra
eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi
consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Quinto día: Glorias y
excelencias del santo templo del Pilar de Zaragoza, el primero del mundo
dedicado a la Santísima Virgen.
¡La misma Reina de los Cielos y abogada nuestra es la Fundadora de este
Templo augusto! Si nuestros mayores vieron en los primeros siglos de la salud
cristiana, esa Arca de la nueva Alianza, colocada en la humilde Silo, y bajo un
pobre techo edificado por el Protomártir entre los Apóstoles, nuestro Patrón
Santiago, y sus santos discípulos, nosotros la adoramos ya elevada a la
majestad y magnificencia de este admirable y suntuoso Templo. ¡Oh Trono! ¡Oh
monumento de la Reina Celestial! Este es el primer templo del mundo dedicado en
honor de la Santísima Virgen. Su célebre invocación del Pilar, ha sido llevada
a todas las naciones del Universo, con gloria de su nombre. ¡Oh Ciudad augusta!
Tú verás aumentarse la devoción de los fieles, y el orbe católico será un emulo
de las glorias de este Templo. Porque no es un edificio, en que haya sólo que
admirar la magnificencia, como en el Templo de Salomón la maravilla de su
fábrica, no; su grandeza es tanto más excelsa, cuanto que no toma su origen de
las obras de los hombres.
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la Iglesia, que desde su principio
ha reclamado vuestra protección. Reconoced en ella la Esposa de Vuestro único
Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda su sangre. Haced que
resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda presentarse digna de su
divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre de Dios Hijo! que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora brillante de este sol
divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma. Haced que todos sigan
la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de la verdadera
Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva fe, os invoquen
con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto. ¡Esposa del Espíritu
Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma religión, tantas y tan
diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos y sus ministros
la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad sus corazones del
espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se anunció a la
tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de vuestra Iglesia.
¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin mancha en vuestra
Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación española, vuestra nación
predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás; a pesar de sus pecados,
continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe católica, apostólica, romana:
conservadla en la unidad católica, a fin de que defendida por vuestra gracia de
todo error estando al abrigo de toda disensión, y consagrada a servir a vuestro
Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno, pueda marchar constantemente al fin
que le habéis prometido, y merecer teneros siempre por su Protectora en la
tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo. Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
SEXTO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto, permitid,
Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige mi
corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para siempre.
Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el trono de
vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del león
infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave necesidad.
Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir de nadie,
que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo, e
implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta confianza,
acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos, que me
adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna salvación.
No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra eterna. Oídlas
propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi consuelo sobre la
tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser colocado un día entre los
Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a Dios mi Salvador, y cantaré
eternamente las misericordias de mi excelsa Protectora. Así sea.
Sexto día: Respeto y
veneración que se debe al santo templo del Pilar de Zaragoza
Por respeto a la Majestad del Señor que habitaba el templo de Jerusalén,
no entraban los Judíos sin purificarse antes. Los Levitas, aunque consagrados
al culto del Señor, no pasaban del atrio destinado para los sacrificios. A los
Sacerdotes les permitía entrar en el Santuario a ofrecer el incienso sobre el altar
de oro, pero rara vez tenían este honor. Sólo el sumo Sacerdote entraba en el
Santo de los Santos una sola vez en el año. Estas precauciones asombrosas se
dirigían todas a dar una alta idea de la divinidad, y a inspirar el respeto que
se le debía en el Templo. Pero estas precauciones son más para nosotros, que
por una gracia inefable, poseemos en nuestros templos la realidad que se
simbolizaba en aquellas nobles figuras. Por ellas nos enseña el Señor que al
acercarnos al Santuario, debemos sentirnos penetrados de un religioso temblor,
humillarnos y confundirnos, considerando la infinita Majestad de nuestro Dios y
la vileza de nuestro ser. Mas si este religioso pensamiento, debe excitar mi
fe, mi respeto y veneración a todos los templos; este Propiciatorio y Cámara
Angelical erigida en Zaragoza por mandato de la Santísima Virgen, tienen otra
excelencia, otra dignidad y privilegio grande, que debe excitar en mí
sentimientos y demostraciones de un santo temor, de una humildad profunda, de
un sumo respeto y veneración, porque éste es el lugar que la Reina de los
Cielos eligió para su culto, aquí fijó sus virginales plantas, aquí permanecen
sus ojos y su corazón hasta el fin de los siglos. Adoremos esta tierra santa,
santificada con la presencia de Dios y de la Santísima Virgen, y exclamemos con
el Patriarca Jacob: ¡Oh cuán terrible es este lugar, verdaderamente ésta es la
casa de Dios, y la puerta del Cielo! Así se excitaban nuestros mayores. ¡Con
qué respeto, con qué modestia, con qué devoción asistían a este Santo Templo!
Pero, ¿como ha desaparecido la fe y la piedad de nuestros Padres? ¡Ah, en los
días más grandes y misteriosos, se advierten mayores excesos de lujo, de
vanidad, y de presunción!
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en ella
la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda su
sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda
presentarse digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora
brillante de este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma.
Haced que todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno
de la verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva
fe, os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto.
¡Esposa del Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma
religión, tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos
y sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad
sus corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se
anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de
vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe
católica, apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que
defendida por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión,
y consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno,
pueda marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
SÉPTIMO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo,
e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos,
que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra
eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi
consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Séptimo día: El santo
templo del Pilar de Zaragoza y el templo vivo de nuestra alma
¡Qué ideas tan sublimes me hacen concebir la grandeza, la hermosura, el
primor y ornato de tan santo Templo, magnífico Tabernáculo de la Madre de Dios!
¡La santidad de este sitio y de su peculiar elección; los himnos y cánticos de
alabanza que se le tributan; la concurrencia y devoción de los fieles! Aquí se
invoca su santo nombre: aquí resuenan sus altos privilegios: aquí se ostenta su
bondad y su clemencia. ¿Qué diré del aparato, la magnificencia y solemnidad con
que se celebran los augustos misterios de nuestra Religión? ¡Oh templo
angélico! Tú arrebatas mi pensamiento, y me representas otro templo más
suntuoso, el templo vivo de mi alma, su grandeza, su excelencia, su
inmortalidad, y la santidad con que debo conservarla. Sí. Yo soy el templo que
Dios eligió para su habitación. Así lo dice el Apóstol. El supremo Artífice
levantó ese templo vivo para su morada, y lo consagró para sí Jesucristo por el
Bautismo. Pero ¡oh gran Dios! ¡Cuánto más augusto, más noble y perfecto que
este material tabernáculo que miramos! Las expensas y precio de su fábrica,
fueron los de su propia sangre. El ara es mi corazón en que Vos queréis ser
honrado. El fuego que ha de consumir las víctimas de mis afectos desarreglados
es la caridad, y la misma la que ha de exhalar hasta el Cíelo el incienso y los
perfumes de fervorosos suspiros. La lámpara que ilumina es la fe, que brilla
entre una sagrada obscuridad, que le hace más venerable. Las columnas que le
sostienen, la esperanza; sus joyas, los dones infusos del divino Espíritu; y
todos sus ornamentos y vestiduras, la rica estola de la gracia santificante. El
Sacerdote elegido por Dios para los sacrificios, y para alimentar de continuo
el fuego sagrado del Altar es cada uno de los fieles. ¡Qué dignidad la nuestra,
cristianos! ¡Qué hermosura la de un alma, que es templo animado de Dios, y
sobre la cual bajó el Espíritu Santo para hacer en ella perpetua mansión!
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en
ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda
su sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda
presentarse digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora
brillante de este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma.
Haced que todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno
de la verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva
fe, os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto.
¡Esposa del Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma
religión, tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes
cristianos y sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora.
Penetrad sus corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro
hijo se anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad
de vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe católica,
apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que defendida
por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión, y
consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno, pueda
marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
OCTAVO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero, Criador y Redentor mío. Por ser
Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón
haberos ofendido; propongo firmemente nunca más pecar; apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere
impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere. Ofrézcoos mi vida, obras y
trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y como os suplico, así confío
en vuestra bondad y misericordia infinita, me los perdonaréis por los
merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte, y me daréis gracia
para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte.
Amén.
Oración preparatoria
para todos los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo,
e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos,
que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra
eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi
consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Ángeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Octavo día: Devoción,
celo y cultos fervorosos de nuestros mayores a la Madre de Dios del Pilar, en
su santo templo
¡Oh Reina de los Cielos! Apenas brillasteis como estrella mística sobre
Zaragoza, esparcisteis vuestros resplandores sobre toda la nación española; y
cuando Vos, aurora divina, iluminasteis este mismo sitio, se anunció el
Evangelio, se levantó el estandarte de la Cruz, y el culto supersticioso fe
despreciado: así se transformó en un lugar de Religión y de piedad el que antes
lo había sido de abominación. Nuestros mayores, sumamente agradecidos,
excitaron su celo ardiente, su piedad extremada, y los cultos más fervorosos
hacia Vos, como a su celestial Protectora. Su ardiente celo no se limitó a
frecuentar a todas horas el templo Angélico, sino que extendieron sus solícitos
esmeros en contribuir a la magnificencia, primor y ornato de esta casa de
ángeles, hasta hacerla una de las maravillas del mundo, y digna habitación de
la Madre de Dios, que la había honrado con su presencia. Y no sólo en los
felices días de la tranquilidad y de la paz, sino también en las más sangrientas
persecuciones y en las más urgentes angustias, conservaron siempre puro y jamás
profanado, este sagrado asilo de su refugio, no dudando sacrificar lo más
precioso en su conservación y su defensa. ¡Oh devoción, celo y cultos
fervorosos de nuestros mayores! Otras naciones han estado, si no enemigas, al
menos entibiadas en la veneración y obsequio de la Santísima Virgen, pero la
católica España se ha visto cada vez más solícita y Zaragoza más fina en el
honor de Su amada Protectora. Nunca, jamás, se ha podido entibiar en los
zaragozanos este celo por el objeto de su devoción, cada vez más constantes han
dado bien claros testimonios de que nadie podía separarlos de la Columna
Angélica en que fueron exaltados.
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la
Iglesia, que desde su principio ha reclamado vuestra protección. Reconoced en
ella la Esposa de Vuestro único Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda
su sangre. Haced que resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda
presentarse digna de su divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre
de Dios Hijo! que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora
brillante de este sol divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma.
Haced que todos sigan la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno
de la verdadera Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva
fe, os invoquen con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto.
¡Esposa del Espíritu Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma
religión, tantas y tan diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes
cristianos y sus ministros la abundancia de gracias, de que sois dispensadora.
Penetrad sus corazones del espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro
hijo se anunció a la tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad
de vuestra Iglesia. ¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin
mancha en vuestra Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación
española, vuestra nación predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás;
a pesar de sus pecados, continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe
católica, apostólica, romana: conservadla en la unidad católica, a fin de que
defendida por vuestra gracia de todo error estando al abrigo de toda disensión,
y consagrada a servir a vuestro Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno,
pueda marchar constantemente al fin que le habéis prometido, y merecer teneros
siempre por su Protectora en la tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo.
Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
NOVENO
DÍA DE LA NOVENA A LA VIRGEN DEL PILAR
Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos,
líbranos Señor, Dios Nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Amen
Postrado humildemente con una firme esperanza en Dios, y en la poderosa
protección de la Santísima Virgen, comenzara diciendo: Por la señal de la Santa
Cruz, etcétera.
Acto de
contrición
Señor mío Jesucristo, Dios Hombre verdadero,
Criador y Redentor mío. Por ser Vos quien sois, y porque os amo sobre todas las
cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido; propongo firmemente nunca más
pecar; apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, confesarme y cumplir la
penitencia que me fuere impuesta, restituir y satisfacer, si algo debiere.
Ofrézcoos mi vida, obras y trabajos, en satisfacción de todos mis pecados. Y
como os suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita, me los
perdonaréis por los merecimientos de vuestra preciosa sangre, pasión y muerte,
y me daréis gracia para enmendarme, y para perseverar en vuestro santo servicio
hasta la muerte. Amén.
Oración preparatoria para todos
los días
¡Oh Señor Omnipotente! en vuestra soberana presencia derramo todo mi corazón,
implorando vuestra bondad: yo soy aquella oveja perdida que mi amado Jesús,
como Pastor bueno, se afanó tanto en buscarla, la redimió con su preciosísima
sangre, y la tomó sobre sus hombros, para volverla al redil de la Iglesia.
¿Permitiréis ahora que se pierda? ¡Ay de mí, me confundo a mí mismo! La causa
verdaderamente es mía, porque se trata de mi eterna salud, pero también es
vuestra, porque se interesa vuestra gloria. Mas entre tanto viva sobre la
tierra, me hallo en la incertidumbre de mi salvación. En semejante conflicto,
permitid, Señor, que desahogue con suspiros el profundo sentimiento que aflige
mi corazón. Porque, qué me importará ganar el Universo, si me pierdo para
siempre. Por esta causa tan importante, elevo mis fervorosos ruegos hasta el
trono de vuestra gracia, suplicándoos que libréis mi alma de las furias del
león infernal. En Vos confío, Madre piadosa, favorecedme en tan grave
necesidad. Acordaos ¡oh graciosísima Virgen María! que jamás se ha oído decir
de nadie, que habiéndose acogido a vuestra protección, pidiendo vuestro amparo,
e implorando vuestra intercesión, se haya perdido. Animado yo con esta
confianza, acudo a Vos: pecador como soy me presento gimiendo y suplicándoos,
que me adoptéis para siempre como hijo, que toméis a vuestro cargo mi eterna
salvación. No despreciéis mis palabras, Vos que sois Madre de la palabra
eterna. Oídlas propicia, y despachadlas favorablemente, éste será todo mi
consuelo sobre la tierra, y me inspirará la más segura confianza de ser
colocado un día entre los Coros de los Angeles, donde alabaré para siempre a
Dios mi Salvador, y cantaré eternamente las misericordias de mi excelsa
Protectora. Así sea.
Noveno día: Gratitud de
los españoles a su excelsa protectora por los infinitos beneficios que desde su
venida ha dispensado a nuestra España
¡Soberana Reina de los ángeles! no ceso de admirar los singulares
beneficios que en todo tiempo habéis dispensado a esta gloriosa Jerusalén, y mi
alma se enajena de gozo al considerar que Vos habéis sido siempre el objeto más
tierno de la gratitud española. ¡Oh gran Señora! Los españoles han estado
siempre reconocidos a vuestros beneficios, y ha multiplicado obsequios los más
fervorosos, en que os habéis complacido. La venerable antigüedad nos asegura,
que en Zaragoza jamás han faltado verdaderos adoradores que, postrados ante la
celestial Columna, os han ofrecido sus homenajes. La concurrencia al templo
Angélico, las continuas adoraciones, las cesiones magnificas, las ricas joyas,
los votos y ofrendas, todo confirma la gratitud más fina. ¡Qué solemnes
festividades! ¡Cuántas oraciones en vuestro obsequio! ¡Con qué júbilo entonaban
nuestros mayores vuestras alabanzas! ¡Con qué devoción oraban privadamente por
todos los ángulos de vuestro magnífico Propiciatorio! ¡Cómo derramaban lágrimas
de ternura en el afecto de su devoción! ¿Qué no hicieron en vuestro obsequio
aquellos buenos hijos, los Fernandos, los Felipes, los Alfonsos, los Carlos, y
cuánto se han empeñado todos los españoles en alabaros y ensalzaros como
excelsa Protectora de nuestra España? ¡Pero ah!, ¿cómo se ha apagado entre
nosotros aquel fuego que se comunicó a nuestros Monarcas y a tantos que
veneraron agradecidos a la Reina del Cielo, en la cámara angelical de Zaragoza?
¡Prelados santos, héroes justos de la antigüedad, que llorabais en este sitio
en el exceso de vuestra ternura! ¿Por qué no dejasteis a vuestros hijos, como
otro Elías a su discípulo, el espíritu de vuestra devoción?
Oraciones finales
Terminar cada día rezando cinco Avemarías y las
oraciones finales:
Cinco Avemarías
1. En alabanza de la hora en que María Santísima vino en carne mortal a
Zaragoza. Avemaría.
2. Por haberle erigido el Apóstol Santiago, por mandato de la Santísima
Virgen, su santo Templo en Zaragoza, el primero del mundo dedicado a su
nombre. Avemaría.
3. Por habernos dejado como un don precioso su sagrada Imagen, que es
nuestro amparo y consuelo en toda tribulación. Avemaría.
4. Por el santo Pilar o Columna angélica, símbolo de la fortaleza y
estabilidad de la fe católica en Zaragoza, hasta el fin del mundo. Avemaría.
5. En acción de gracias por los infinitos beneficios que desde su venida
nos ha dispensado como excelsa Protectora de nuestra España. Avemaría.
Ahora se pide al Señor, por la intercesión de la
Santísima Virgen, la gracia particular que cada uno desea conseguir en esta
Novena; y luego se dice la siguiente oración final:
Oración final
¡Oh María! ¡Hija de Dios Padre!, amparad a la Iglesia, que desde su principio
ha reclamado vuestra protección. Reconoced en ella la Esposa de Vuestro único
Hijo, que la ha rescatado con el precio de toda su sangre. Haced que
resplandezca con tal brillo de santidad, que pueda presentarse digna de su
divino Esposo, y del precio con que fue redimida ¡Madre de Dios Hijo! que
ilumina a todo hombre que viene a este mundo. ¡Aurora brillante de este sol
divino! disipad las tinieblas de la herejía y del cisma. Haced que todos sigan
la luz de la verdad, y se apresuren a entrar en el seno de la verdadera
Iglesia, donde juntamente con Jesús os conozcan con una viva fe, os invoquen
con una esperanza firme, y os amen con un amor perfecto. ¡Esposa del Espíritu
Santo, que ha reunido en un sólo rebaño y en una misma religión, tantas y tan
diferentes naciones!, derramad sobre los Príncipes cristianos y sus ministros
la abundancia de gracias, de que sois dispensadora. Penetrad sus corazones del
espíritu de paz y de concordia, que al nacer vuestro hijo se anunció a la
tierra: que nada emprendan contrario a la paz y libertad de vuestra Iglesia.
¡Oh María, Templo de la Santísima Trinidad, toda pura y sin mancha en vuestra
Concepción! Mirad con ojos de misericordia a la nación española, vuestra nación
predilecta, que tanto habéis distinguido de las demás; a pesar de sus pecados,
continuad siempre en amarla: mantenedla en la fe católica, apostólica, romana:
conservadla en la unidad católica, a fin de que defendida por vuestra gracia de
todo error estando al abrigo de toda disensión, y consagrada a servir a vuestro
Santísimo Hijo y a Vos con un culto digno, pueda marchar constantemente al fin
que le habéis prometido, y merecer teneros siempre por su Protectora en la
tierra, y por su Reina y Corona en el Cielo. Así sea.
En el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amén.
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