El sucesor de Pedro no es Deus in terra. Es cierto que la comprensión de esa función se entiende mejor como una sucesión en esa función primigenia del apóstol Simón, llamado Piedra. Es decir, aunque la función papal la podemos definir en relación a Dios, nos ayudará a comprender esta función eclesial si la entendemos desde la sucesión: lo que pudo Pedro lo puede Lino o Clemente o León o Pablo VI o Juan Pablo II.
El obispo
de Roma es vicarius Christi; por lo
tanto, no es Jesucristo. El mismo concepto del ser vicario lo excluye.
El administrador apostólico de una diócesis con sede vacante debe mantener, no
puede innovar, no puede cambiar el estado general de la diócesis que recibe
para su administración.
El
teólogo puede innovar dentro de los límites propios de la teología. La teología
puede innovar, el papa no. Su labor magisterial es la de supervisor
de maestros. Ya expliqué en la charla 290 de mi canal por qué prefiero para
todo papa la expresión supervisor de maestros a
la expresión maestro de maestros.
Como supervisor su labor es la de administración, no la de innovación. La
teología sí que tiene su influencia en el magisterio ordinario, también en el
pontificio. Pero la teología sí que puede innovar, crear, abrir nuevos
horizontes; el magisterio no. Su labor es conservacionista.
A veces, solo a veces, se podrá profundizar en una verdad. No se profundiza
cuando se quiere, sino cuando se puede. El dogma no se hace evolucionar
(homogéneamente) cuando se quiere, sino cuando se puede. Y normalmente eso se puede cuando
la labor de la teología ha hecho madurar la comprensión de ese tesoro de
conocimiento de fe. Normalmente, la verdad magisterial cae (se derrama sobre la
Iglesia) por su propio peso (peso de la verdad) cuando ha completado su proceso
de maduración (maduración teológica).
Digo “normalmente” porque la intervención de Dios
existe en la historia de la Iglesia; y excepcionalmente Dios puede iluminar en
medio de la tormenta para mostrar el camino de la recta producción teológica.
Sí, Dios puede iluminar a un papa para que ese pontífice ilumine a una Iglesia
perfectamente dividida entre distintas opiniones. Pero aunque la intervención
directa de Dios a través del papa no se puede excluir, lo cierto es que
prácticamente siempre el papa ha expresado en su magisterio lo que ya era
patrimonio de la inmensa mayoría de los teólogos.
Podríamos
discutir cuantos episodios de este tipo ha habido, pero lo normal es que esa
maduración se produzca ex tota Ecclesia.
Menos frecuentemente esa “salvación teológica” ha
venido per concilium; aunque ha ocurrido y podríamos discutir en qué
casos históricos. Y todavía con menos frecuencia a lo largo de los siglos esa
iluminación ha venido per papam; es
decir, por una sola persona.
Aceptar
este devenir gradual, incluso en la ciencia sagrada, es entender que es ese el
modo normal en que a Dios le gusta obrar. También lo hace así en la evolución
de los animales, de la geología, del cosmos. En el fondo, se aplica la misma
ley evolutiva en el cosmos y en la Iglesia. Lo cual no excluye la aparición de
un meteorito que mata los dinosaurios, o la intervención de León XIII en Rerum Novarum.
Suceder a
Pedro implica entender que la mayor parte del tiempo Simón calló, trató de
comprender, dio libertad, no coartó posibilidades. Es la sucesión en las
funciones de alguien que fue llamado Piedra. Lo cual nos conduce a entender el valor de la
estabilidad, que no es lo mismo que ser “creador de
teología”. Un papa puede ser teólogo, pero tendrá que diferenciar
perfectamente en entre su labor creativa y
su labor
autoritativa; entre su labor como
autor privado y su función pública como supervisor de maestros; entre su
trabajo de generación y su servicio como conservador. Así lo hizo Benedicto XVI
al escribir su obra sobre Jesucristo, siendo papa: dejó muy claro que lo
escrito en esa obra le tenía a él como autor privado.
P. FORTEA
No hay comentarios:
Publicar un comentario