Estas fotos son verdaderos cuadros. Qué equilibro, qué tonalidades, que serenidad. Una lectora anónima escribía ayer, entre otras cosas, lo siguiente:
Todo lo
demás que surgió después de los verdaderos apóstoles como tiaras, anillos y
chorradas de adornos humanos (...) con el endiosamiento humano para mí son
cosas mundanas, vacías, carentes de espiritualidad sana y pura (...). La tiara
del Señor fue de espinas y el día que se pongan una ellos entonces diré que por
fin tomaron ejemplo de mi Señor.
Pablo
Cuenca con paciencia (porque los versículos no se buscan solos, hay que emplear
tiempo) le respondió con este pasaje referido a Cristo al final de los tiempos:
Y seguí
viendo. Había una nube blanca, y sobre la nube sentado uno como Hijo de hombre,
que llevaba en la cabeza una CORONA
DE ORO y en la mano una hoz afilada
(Apocalipsis 14).
Si esto
hubiera sido un combate de boxeo, habría que haber llamado a una ambulancia
para que se llevara de urgencia al contrincante noqueado en la lona del ring.
Lo digo en serio, nunca he visto un derechazo como este.
También
le agradecemos al mismo comentarista el esfuerzo por darnos a todos los textos
de la homilía de Juan Pablo II sobre la tiara.
Ahora no
recuerdo si fue el mismo comentarista u otro el que adjuntó el versículo sobre
las coronas de oro de los 24 ancianos del Apocalipsis. Además, el tema de un
ornamento supremo sobre la cabeza del sumo sacerdote es algo que estuvo mandado
en el Levítico para aquella época. Tiene su lógica que el rango que es cúspide
del sacerdocio tenga un ornamento que exprese su peculiar función.
♣ ♣ ♣
Aquí nos
encontramos una vez con la confrontación de una visión minimalista de la
liturgia o con una forma esplendorosa de entender la adoración a Dios. Desde un
punto de vista protestante no hay ninguna duda cuál es su postura. Yo, sin
ningún complejo, abogo por el fasto, la pompa y el “exceso”.
El amor lleva a excesos.
Hay una
visión radicalmente distinta entre un grupo de baptistas reunidos con sus
biblias a cantar un rato, y la visión de un Vaticano como centro del Reino de
Dios en la tierra.
Resulta
radicalmente distinta la visión de un pastor metodista que predica y canta, a
la contemplación de un sumo pontífice sucesor de Pedro, investido de poderes
transmitidos sin interrupción, poseedor de una autoridad entregada por Cristo y
Vicario de Cristo en la tierra.
No hago
nada malo en elogiar todo lo bueno de los protestantes, pero, claro... esto es
otra cosa.
Que
expresemos lo espiritual con lo material es lo más natural del mundo. Dios nos
enseña a hacerlo en la Biblia. Lo enseña y lo manda.
Los
ornamentos sagrados del sumo pontífice para las liturgias más fastuosas son
solo un elemento de la Iglesia, pero no es cualquier elemento. La Reina de Saba
quedó fascinada ante el culto del Templo. Y expresamente menciona entre esas
cosas fascinantes las vestiduras que llevaban. Los sucesores de los fariseos se
escandalizan cuando ahora alguien echa un poco de perfume de nardo a los pies
de Jesús.
Si por “Iglesia pobre” se refieren a que el clero tenga
sueldos moderados, regulares y hasta escasos, no tienen de qué preocuparse.
Menos en Alemania y algunos países similares, eso es así en todas partes.
Persiguen un ideal que no saben que YA es
así.
Confío en
que conozcan las demás realidades eclesiales y teológicas mejor que ese aspecto
imaginado. Ay, cuántas películas en la cabeza de la gente. Cuando alguien me
habla de que hay que conseguir una “Iglesia pobre”,
yo le contesto: “¿Pero de qué me hablas?
¿De El nombre de la rosa?".
P. FORTEA
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