Al estado le sale más barato matar que ayudar
Como ocurrió con
el aborto, que en un principio se legalizó para casos supuestamente extremos y
luego se permitió sin razón alguna y hasta antes del nacimiento, el suicidio
asistido y la eutanasia están pasando de aplicarse sólo a enfermos terminales a
cualquier persona que lo solicite. En Canadá la polémica está servida, ya se
concede a quienes son enfermos y no tienen posibilidades económicas de aliviar
su enfermedad.
(Agencias/InfoCatólica) «El Gobierno me
ve como basura prescindible, quejosa, inútil y un dolor de cabeza». Así explicó Sofía su decisión
de solicitar la eutanasia, ante la negativa de los servicios públicos canadienses
de proporcionarle ayuda económica para vivir en un lugar donde su
enfermedad, sensibilidad química múltiple (MCR), no convirtiera su vida en
una pesadilla. Dicha enfermedad hace que productos químicos comunes, como los
presentes en el humo del cigarrillo, en el aire contaminado de una ciudad y en
los detergentes para ropa, provoquen náuseas, migrañas agudas y, en algunos
casos extremos, «shock» anafiláctico.
Sofía, que pidió infructuosamente durante mucho tiempo
que se le proporcionara ayuda para trasladarse a una vivienda sin humos,
falleció una vez que el estado canadiense decidiera ayudarla a morir en vez de
ayudarla a vivir. Salía más barato lo primero que lo segundo.
Una segunda mujer, Denise, que
padece la misma enfermedad y no puede hacer frente a los pagos que le acarrea, ha solicitado igualmente la eutanasia y está a la espera de que se la concedan.
En Canadá basta que alguien
alegue depresión para ser candidato al suicidio asistido voluntario.
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