Desde muy niño escuché historias de brujas volando en escobas, ¡ya púber me reí de mi candidez infantil! Más esto cambio cuando me sucedió esta experiencia macabra, que ahora contaré.
Bajaba de
Huracán (cerca de Ámbar) con mi camión
cargado de manzanas y paltas ambarinas (tan ricas), estaba sobrecargado (una
tonelada demás), conducía muy despacio, la idea era llegar al mercado de Huaura antes que amaneciera.
Ya muy
cerca de Jaiva, solo escuchaba el zumbido
del motor de mi camión y el coro de grillos nocturnos, junto al de lechuzas y
el mugido de alguna vaca lejana, todo bajo la luz de una gran luna llena.
Al llegar
a un puente, bajo un sauce, vi una mujer que levantando su mano me hizo señas
para que la lleve, cuando ya sobrepasaba sentí que mi pantalón se apretaba a la
vez que mi correa se levantaba más arriba de mi cintura, a la vez que
contemplaba el rostro blanco de la fea mujer, cuya boca estaba roja como si
sangrara. Esto me causó escalofríos y aceleré tratando de alejarme del lugar
atribuyendo lo ocurrido al cansancio y el sueño.
Pero
cuando ya casi llegaba al poblado de Jaiva,
sentí nuevamente que el pantalón se apretaba a mis piernas y cuerpo de espanto
por la sorpresa de ver nuevamente a la vieja tratando de parar el carro.
Aterrorizado aceleré todo lo que dio el motor, sin importar la sobrecarga.
Ya en Jaiva, cuadré mi camión en la casa de mi amigo Daorta, a quien conté lo sucedido y pedí me deje
amanecer en su sofá. A lo cual, me dijo: has tenido
suerte, porque esa bruja se mete a la cabina de los camiones convertida en
lechuza..., pero esa es otra historia.
Nota: Basado en una narración del amigo Charol
Vilela (+).
De Darío Pimentel Delgado
Alejandro Smith Bisso
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