Don Juan Bozzo tenía una hermosa perra amaestrada, con la cual concurría todos los días al mercado, llevando en la boca una canasta para las compras. Como vivía en la última cuadra de la calle Malambo, tenía que pasar a hacer compras por la tienda de mi padre, gran aficionado como él a la cría de perros.
Por esa
época contaba con un gran perro perdiguero bien amaestrado para recoger palomas
o patos cuando íbamos de caza llamado “Jimi”. El
perro era inteligentísimo, hacía de maravilla todo lo que mi padre le ordenaba.
Fue así como una mañana estando con un grupo de amigos en la tienda, pasó don Juan Bozzo por el frente de la calle, como era
su costumbre con su perra al lado. Realizadas las compras decidió tomarse unas
copas, mandando a su casa el recado con la perra, como lo hiciera otras veces.
Al ver ellos sola a la perra llevando la canasta, conociendo las habilidades de
Jimi decidieron jugarle una pasada a don
Juan.
Convencieron
a mi padre para que enviara al perro tras la canasta. El perdiguero que siempre
estaba echado a sus pies, al llamado de su amo pegó un salto posándose encima
del mostrador, atento a la orden levantó las orejas. Mi padre señalando a la
perra que venía, le dice: Jimi trae esa canasta.
El animal obediente cruzó la calle poniéndole parada a la perra, no dejándola
pasar. Ella intentó cruzar por un lado, mas Jimi
se volvió hacia donde la perra estaba. Molesta, furiosa porque no la dejaba
pasar, soltó la canasta y se fue a mordiscos. Jimi ágilmente
la esquivó, balanceándose de uno a otro lado hasta cogerla, dándole tal
revolcón que la perra salió disparada.
Don Juan
cortando la mañana con sus amigos, se demoró más de lo acostumbrado, llegando a
su casa pasadas las dos de la tarde. Su mujer al verlo “tomado”
y sin la canasta del mercado, lo recriminó, saliendo entonces él en
busca del recado del mercado.
Preguntando a los vecinos llegó a
la tienda donde estaban los que habían hecho esta pasada, festejando la
ocurrencia. Mientras se tomaba un trago del espumante Fernet con sifón que le
invitaban, cuenta como su mujer lo había roncado por la pérdida del recado. -Maldetto animale, donde tutte lo habrá dejado- se
lamentaba don Juan entre las carcajadas de sus amigos. Tranquilizado, después
de tomarse otro trago, mi padre le dice: “mi perro
Jimi escapó y trajo esta canasta, sacándola debajo del mostrador se la enseñó,
diciéndole: ¿No será acaso la tuya? Juan Bozzo agradecido la cogió,
echándose a correr a su casa entre las carcajadas de todos los presentes.
De Alberto Bisso Sánchez (1985).
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