El modelo cristiano de la familia permanece como el punto de referencia prioritario sobre el cual insistir en toda acción de prevención y recuperación.
Fuente: www.feyfamilia.com
La droga no es el problema principal del
toxicodependiente. El consumo de droga es sólo una respuesta falaz a la falta
de sentido positivo de la vida. Al centro de la toxicodependencia se encuentra
el hombre, sujeto único e irrepetible, con su interioridad y específica
personalidad, objeto del amor de Dios.
¿POR QUÉ SE RECURRE A LAS
DROGAS?
Los motivos personales al origen del consumo de sustancias estupefacientes son
muchos. Pero en todos los toxicodependientes, prescindiendo de la edad y de la
frecuencia con que las usan, se constata un motivo constante y fundamental: la ausencia de valores morales y una falta de armonía
interior de la persona.
Quien hace uso de la droga vive en una condición mental equiparada a una
adolescencia interminable. Tal estado de inmadurez tiene origen y se desarrolla
en el contexto de una falta de educación. La persona inmadura proviene con
frecuencia de familias que no consiguen transmitir los valores, sea por la
falta de una adecuada autoridad, sea porque viven en una sociedad «pasiva», con un estilo de vida consumístico y
permisivo, secularizado y sin ideales.
¿CÓMO ES UN ADICTO PARA LA
IGLESIA?
Fundamentalmente el toxicodependiente es un «enfermo
de amor»; no ha conocido el amor; no sabe amar en el modo justo porque
no ha sido amado en el modo justo.
¿POR QUÉ MUCHOS JÓVENES
CONSUMEN DROGAS?
Frecuentemente se encuentre en ellos el temor del futuro o en el rechazo de
nuevas responsabilidades. El comportamiento de los jóvenes es con frecuencia
revelador de un doloroso descontento debido a la falta de confianza y de
expectativas frente a estructuras sociales en las cuales ya no se reconocen.
¿Les han sido ofrecidos motivos suficientes para
esperar en el mañana, para invertir en el presente mirando al futuro, para
mantenerse firmes sintiendo como propias las raíces del pasado?
¿QUÉ TIPO DE FAMILIA FAVORECE
EL INICIO EN DROGAS?
El toxicodependiente viene frecuentemente de una familia que no sabe reaccionar
al stress porque es inestable, incompleta o dividida. Hoy van en preocupante
aumento las salidas negativas de las crisis matrimoniales y familiares: facilidad
de separación y de divorcio, convivencias, incapacidad de ofrecer una educación
integral para hacer frente a problemas comunes, falta de diálogo, etc.
Pueden preparar una elección de la droga, el silencio, el miedo de comunicar,
la competitividad, el consumismo, el stress como resultado de excesivo trabajo,
el egoísmo, etc. En síntesis, una incapacidad de impartir una educación abierta
e integral. En muchos casos los hijos se sienten no comprendidos y se
encuentran sin el apoyo de la familia. Además, la fe y los valores del
sufrimiento, tan importante para la madurez, son presentados como antivalores.
Padres no a la altura de su tarea, constituyen una verdadera laguna para la
formación del carácter de los hijos.
¿QUÉ CARACTERÍSTICAS SOCIALES
FACILITAN LA DROGADICCIÓN?
Nuestra época exalta una idea equivocada de libertad que exalta el utilitarismo
y el hedonismo, y con ellos el individualismo y el egoísmo. Y así, la
referencia a los valores morales y a Dios mismo son cancelados en la sociedad y
en la relación entre los hombres. En una sociedad que busca la gratificación
inmediata y la propia comodidad a toda costa, en la cual se está más interesado
en «tener» que en «ser»,
se ha perdido el sentido de la vida, y se vacía la persona de su
dignidad, llevándola a la frustración y a la vía de la autodestrucción. En una
sociedad así descrita, la droga es una fácil e inmediata, pero mentirosa,
respuesta a la necesidad humana de satisfacción y de verdadero amor.
¿QUÉ RESPUESTA OFRECE LA
IGLESIA AL DROGADICTO?
En su actitud decididamente pastoral la Iglesia se acerca al toxicodependiente
con su radiante concepción de la verdad sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el
hombre.
La propuesta de la Iglesia es un proyecto evangélico sobre el hombre. Anuncia a
cuantos viven el drama de la toxicodependencia y sufren una existencia
miserable, el amor de Dios que no quiere la muerte sino la conversión y la
vida.
Al toxicodependiente, carente fundamentalmente de amor, hay que hacer conocer y
experimentar el amor de Cristo Jesús. En medio de una desazón atormentada, en
el vacío profundo de la propia existencia, el itinerario hacia la esperanza
pasa por el renacer de un ideal auténtico de vida.
Todo esto se manifiesta plenamente en el misterio de la revelación del Señor
Jesús. Quien toma sustancias estupefacientes debe saber que, con la gracia de
Dios, es capaz de abrirse a quien es «el camino, la
verdad y la vida».
Puede así comenzar un itinerario de liberación descubriendo que él es imagen de
Dios, en la realidad de hijo, que debe crecer en la similitud de la imagen por
excelencia que es Cristo mismo.
¿QUÉ IDEALES HAY QUE
PROPONERLE AL ADICTO?
Los seguros y nobles ideales necesarios para el crecimiento del
toxicodependiente como sujeto activo son aquellos que responden a la necesidad
extrema del hombre de saber si hay un por qué que justifique su existencia
terrena.
Por este motivo, es necesaria la luz de la Trascendencia y de la Revelación
cristiana. La enseñanza de la Iglesia, anclada en la palabra indefectible de
Cristo, da una respuesta iluminadora y segura a los interrogantes sobre el
sentido de la vida, enseñando a construirla sobre la roca de la certeza
doctrinal y sobre la fuerza moral que proviene de la oración y de los
sacramentos.
La serena convicción de la inmortalidad del alma, de la futura resurrección de
los cuerpos y de la responsabilidad eterna de los propios actos es el método
más seguro también para prevenir el mal terrible de la droga, para curar y
rehabilitar a sus pobres víctimas, para fortalecerlas en la perseverancia y en
la firmeza sobre las vías del bien.
¿QUÉ MODELO DE FAMILIA
NECESITAN LOS ADICTOS?
La experiencia de cuantos trabajan con especial competencia en el mundo de la
toxicodependencia (psiquiatras, psicólogos, sociólogos, médicos, asistentes
sociales, etc.), confirma en modo unánime que el modelo cristiano de la familia
permanece como el punto de referencia prioritario sobre el cual insistir en
toda acción de prevención, recuperación e inserción de la vitalidad del
individuo en la sociedad.
Este modelo radica en el amor auténtico: único, fiel, indisoluble de los
cónyuges. Es necesario volver a la concepción cristiana del matrimonio como
comunidad de vida y de amor.
Desde la primera adolescencia los hijos miran a los padres y a la familia como
modelos de vida. La familia, debe regresar a ser el lugar donde ellos puedan
tener la experiencia de la unidad que los refuerza en su peculiar personalidad.
Las familias deben ser objeto y sujeto de educación en la solidaridad y en el
amor-don.
La familia, «Iglesia Doméstica», es capaz de
afrontar todo a la luz de la Palabra de Dios. Y si Dios ocupa realmente el
primer puesto, llega a ser el lugar del crecimiento y de la esperanza pues en
ella cada día se reconstruye la vida cristiana con amor, fe, paciencia y
oración.
(Este especial se ha realizado tomando como
referencia el documento “Familia y Toxicodependencia. De la desesperación a la
esperanza”, redactado por el Pontificio Consejo para la Familia)
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