Me comentaba el otro
día un sacerdote amigo que hay que ver cómo han cambiado las cosas en el
mundo y en la Iglesia. Antes, me decía,
la gente nos pedía consejo, dirección espiritual y ayuda para ser santos. Ahora
nos piden explicaciones.
He tenido que
darle la razón. Es que es así. Ejemplos:
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No entiendo por qué para dar la comunión a un niño tiene que estar bautizado.
Ganas de complicarnos la vida a los padres.
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¿Y esa manía suya de no dejarnos poner flores de plástico en el altar?
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Pues sí. Divorciado y viviendo maritalmente con una mujer. Ya me dirá por qué
no puedo comulgar como todo el mundo.
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¿Tanto le cuesta una misa más? Ya sé que hace bastantes años, pero es la misa
por mis padres, viene la familia y tiene que ser el sábado por la mañana.
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¿Otra vez con lo de confesarse?
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No sé por qué no pone en la iglesia esos santos que tenemos en el trastero.
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No sé para qué ha tenido que sacar del trastero esos santos, con lo bien que
estaba la iglesia tan despejada.
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Ganas de molestar. ¿No se le ocurre otra cosa que decir que para comulgar hay
que estar en gracia? Pues sepa que a mucha gente no le ha gustado.
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Toda la vida cantando eso tan bonito de “Paz Señor en el cielo y la tierra…” y
nos viene ahora este cura con que no quiere canto en la paz. Pues si a la gente
le gusta, qué más le da.
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Que haga el favor de no complicar la vida a los niños con eso de aprenderse las
oraciones. No será para tanto.
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La misa del domingo, la misa del domingo… Manía que les ha entrado…
¿Sigo, o es
innecesario?
En una ocasión, y ya algo
hartito, no me contuve y respondí así: “seis años
de filosofía y teología, dos años de licenciatura, una tesina, ordenación sacerdotal,
cuarenta años de ministerio, de ellos treinta y cuatro de párroco, profesor que
he sido de religión y de teología pastoral, párroco de esta parroquia nombrado
por el obispo. ¿Es bastante?”
Respuesta: “es
su opinión, pero los demás podemos tener otra, lo que pasa es que usted es un
orgulloso y tiene que ser lo que le dé la gana”.
Amén.
Jorge
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