La reacción es de
estupor: se despiertan sorprendidos de lo que están viendo. Un gozo
inexplicable.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
Desde que Jesús comenzó su vida pública sus
triunfos y gloria han ido en aumento. Tras el discurso del Pan de vida se ha
producido un giro notable; los milagros serán menos frecuentes, su predicación
menos popular, y las cosas que se dicen tendrán un mayor contenido. Jesús
hablará varias veces de su muerte y vivirá, de ordinario, retirado con los
suyos. La transfiguración se realiza sólo ante los más íntimos: Juan, Pedro y
Santiago, pero tiene un gran valor de revelación en muchos aspectos.
"Sucedió unos ocho días después de estas palabras, que tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago, y subió a un monte para orar. Mientras Él oraba, cambió el aspecto de sus rostro y su vestido se volvió blanco, resplandeciente. Y he aquí que dos hombres estaban conversando con Él: eran Moisés y Elías que, aparecidos en forma gloriosa, hablaban de la salida de Jesús que había de cumplirse en Jerusalén. Pedro y los que estaban con Él se encontraban rendidos por el sueño. Y al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que con Él estaban. Cuando éstos se apartaron de él, dijo Pedro a Jesús: Maestro, qué bien estamos aquí, hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías; no sabiendo lo que decía. Mientras decía esto, se formó una nube y los cubrió con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se atemorizaron. Y salió una voz desde la nube, que decía: este es mi Hijo, el elegido, escuchadle. Cuando sonó la voz, se quedó Jesús solo. Ellos guardaron silencio, y a nadie dijeron por entonces nada de lo que habían visto"(Lc). El monte estaba lejos de Cesarea de Filipo, van caminando al lugar de gran belleza con las vistas a la llanura de Esdrelón.
LA ORACIÓN DE JESÚS
La oración de Jesús era siempre intensa y,
muchas veces, en silencio. Esta oración llevaba a Jesús a una unión con el
Padre especial. Era hablar y escuchar. Darse y recibir. Amar y ser amado, unión
total en todos los niveles del ser de Cristo. Jesús adora con toda su
humanidad. Pero pocas veces se manifiesta esa unión al exterior. Ahora, cuando
las batallas más duras están a punto de empezar, conviene que lo interno se
manifieste exteriormente. Y la gloria de la divinidad se manifiesta en su
rostro: "brillante como el sol", y en los mismos vestidos, "resplandecientes de luz". No parece
que se trate de una visión espiritual, sino una realidad palpable en el cuerpo
de Jesús. Los apóstoles ven a Cristo glorioso como nunca le habían visto. Es un
preludio del reino que ha venido a traer, de la resurrección que ya ha
anunciado, de la gloria del cielo para los que crean en Él y sean fieles. La
reacción es de estupor: se despiertan sorprendidos de lo que están viendo. Un
gozo inexplicable, como un reflejo del de Jesús, les invade. "Qué bien se está aquí" es el comentario, como intentando detener el
tiempo en situación tan feliz.
MOISÉS Y ELÍAS
Pero hay más; junto a Jesús aparecen Moisés y
Elías. Ambos habían tenido una especial revelación de Dios en el monte Sinaí.
Moisés recibe la revelación de Dios, de su nombre y de su Ley y con ella el
mandato de liberar y formar un pueblo según la alianza de los padres; y lo
hizo. Elías, mucho más tarde, recibe la misión de recuperar la fidelidad del
pueblo a esa Alianza. Moisés, al final de su vida, pide a Dios ver su rostro, y
ahora le es manifiesto su rostro humano, en Jesucristo. Elías busca a Dios, y
le encuentra en una suave brisa; ahora está ante Él de un modo humano, humilde
y real. Sorprende el tema de su conversación: la
muerte de Jesús en Jerusalén. La antigua Alianza alcanzará su plenitud
en la Pasión de Jesús. Las profecías del Mesías como Siervo doliente son
certeras. El amor llegará al límite de no detenerse ante nada. Todo lo anterior
era figura de lo que había de suceder. Sin embargo, no deja de ser sorprendente
la mezcla de cruz y muerte con la gloria de Jesús en esta Transfiguración. Una
lógica nueva se está desarrollando. Entenderla requerirá una fe espiritual, una
fe que permita conocer al mismo Dios que manifiesta su gloria en la humildad. Y
la máxima humildad es ser humillado, poder defenderse y, aún más, vencer, pero
aceptar la derrota para triunfar de un modo superior a un enemigo como el
pecado que tiene su raíz en el orgullo y la rebeldía.
EL PADRE HABLA
La voz del Padre resuena en la transfiguración,
como se oyó en el Jordán: "Este es mi Hijo
el predilecto, escuchadle".
El Amado que va a demostrar que el hombre puede también amar al máximo, y les
pide fe. Una fe que deberá actualizarse también cuando no entiendan su conducta
y que deberá agudizarse cuando le vean derrotado.
DESPUÉS DE LA TRANSFIGURACIÓN
DESPUÉS DE LA TRANSFIGURACIÓN
Y pasó la transfiguración. Breve, como todo lo
dichoso, menos en el cielo que será para siempre. La referencia de Pedro a las
tres tiendas quizá tiene que ver con la próxima fiesta de los tabernáculos, o,
sencillamente, a querer prolongar la dicha que experimenta. Pero deben atender
a lo que se les revela pues Cristo es el nuevo legislador. Al oír la voz "los discípulos cayeron sobre su rostro presos de un
gran temor. Se acercó Jesús a ellos y tocándoles, dijo: ´Levantaos, no tengáis
miedo´ y cuando se levantaron no vieron a nadie, sino a Jesús solo"(Mt).
"Mientras bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. Ellos retuvieron estas palabras, discutiendo entre sí qué era lo de resucitar de entre los muertos. Y le hacían esta pregunta: ¿Por qué dicen los fariseos y los escribas que Elías ha de venir primero? El les respondió: Elías vendrá antes y restablecerá todas las cosas; pero, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que padecerá mucho y será despreciado? Sin embargo, yo os digo que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, según está escrito de él"(Mc).
EXPLICACIÓN DE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN
Explica el Señor más a fondo su muerte y su
resurrección. El Mesías ha de padecer mucho y ser despreciado; pero vencerá
incluso a la muerte, cosa que ningún hombre puede hacer. Esta es la lucha. Es
como una decisión irrevocable del Padre y del Hijo. Ya se ha cumplido el tiempo
de la misericordia, ahora será el tiempo de la justicia, pero de un modo
sorprendente: el Justo llevará sobre sí los pecados de todos, pagando por
ellos. Y ante la pregunta sobre Elías les dice que el Bautista era el Elías que
había de venir, el profeta de fuego que anuncia la nueva Alianza.
LOS
APÓSTOLES CALLAN
El Reino de Dios se ha hecho transparente por
unos momentos, el monte Tabor es como un nuevo Sinaí; pero conviene bajar al
valle donde están todos ajenos a lo sucedido en las alturas. Pedro, Juan y
Santiago callan y reflexionan por el nuevo curso de los acontecimientos.
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