JOSÉ SANCHEZ DEL RIO, FUERTE ANTE LOS PERSEGUIDORES
FRANCISCO JAVIER SANDOVAL OCHOA
Mucho hay que decir sobre el
conflicto que hubo en México durante la época de la guerra cristera
(1926-1929), que fue una sangrienta persecución hacia la fe católica, pero en
esta ocasión bastará dar unas líneas breves para situarnos del ambiente que se
vivía y así poder entender mejor la situación donde vivió y murió el Beato José
Sánchez del Rio.
La recién redactada
constitución de 1917 venía a confirmar lo que las anteriores constituciones
habían consagrado y anunciado, es decir la laicidad de México y su separación
de la Iglesia. El presidente Plutarco Elías Calles ordenó que ese artículo
quedara claramente reglamentado, produciendo una ley absolutamente anticlerical
que entre las cosas que legislaba era que se procediera a la clausura de
escuelas religiosas y monasterios, se expulsara a sacerdotes extranjeros, el
número de sacerdotes seria uno por cada seis mil habitantes, desaparecía la
libertad de enseñanza y el derecho de educar a las personas en la fe, se
prohibía vestirse de manera religiosa y cualquier acto religioso en público,
entre otras más, todo lo anterior teniendo consecuencias penales. Los obispos
viendo que no era posible ejercer el culto decidieron, con la autorización de
la santa sede, suspenderlo, el gobierno respondió a esto haciendo a expulsar a
los obispos y cerrando templos y escuelas católicas con más prontitud y
violencia.
Ante esta situación un grupo
de católicos buscaron armar un boicot, pedían que se gastara lo menos posible y
que no se pagaran impuestos hasta que las leyes persecutorias desaparecieran y
se dieran garantías para el libre ejercicio de la fe, la resistencia pacífica
no tuvo éxito y en esa época comenzaron a haber asesinatos contra sacerdotes y
contra católicos que pasaban a ser considerados delincuentes y traidores de la
nación, los católicos al haber agotado todos los medios pacíficos, comenzaron a
tomar armas y a organizarse en pequeños grupos para buscar la libertad de la
Iglesia, enfrentarse al gobierno y su ejército que asesinaban al que no
apostataba y que tenía un odio implacable a la iglesia y a Dios. Así nació un ejército
sin nombre que las tropas oficiales, al tener los primeros enfrentamientos,
llamaron con desprecio “el ejército cristero”,
nombre que ese ejército tomó oficialmente con orgullo y honor poco tiempo
después.
En este contexto nació José el
día 28 de marzo de 1913, en Sahuayo, Michoacán. Un niño normal que fue a la
escuela en su pequeño pueblo, desde los diez años ya estaba en un grupo
católico que le había enseñado a rezar y a fomentar la adoración eucarística,
cuando en 1926 comenzó la guerra cristera quiso enrolarse en el ejército
popular que se estaba organizando para combatir la persecución que el gobierno
realizaba en contra de la Iglesia católica, él ya que había visto cómo sus 2
hermanos mayores se unían a la guerra para defender a la Iglesia, pero su madre
le negó el permiso ya que tenía escasos 13 años, sin embargo José no se
desanimó y continuó insistiendo, su madre acabó por acceder ante las siguientes
palabras de José: “Mamá, nunca ha sido tan fácil
ganarse el cielo como ahora” (http://www.vatican.va/news_services/liturgy/saints)
Así José, teniendo el permiso de sus padres, estableció contacto con una
parte del ejercito cristero y logró hablar con el general Prudencio Mendoza
(jefe de una parte del ejercito), el general trató de disuadirlo ya que no
tenía la suficiente edad y fuerza para hacer las maniobras propias de los
militares, José se ofreció a ser un simple ayudante de los militares de los
cristeros, dedicarse a limpiar los caballos, ayudar en la cocina, prepara
fusiles, etc., al final el general Mendoza acabó por aceptar y José fue
designado a establecerse en la zona de Cotija a cargo del capitán Luis Guizar
dándole como encargo que fuera el abanderado de la tropa, no fue difícil que se
ganará el cariño de los demás al ver un niño tan valiente y con tanto amor a
Jesucristo, por ello la tropa lo conocía como “Tarsicio".
Durante una batalla en el
pueblo de Sahuayo, el 6 de febrero de 1928, el cristero Luis Guizar pierde su
caballo en el combate, José se da cuenta y se acerca al general diciéndole: “Aquí está mi caballo. Usted hace más falta a la causa
que yo". El general tomó el caballo de José y logró escapar, José
no lo consiguió y fue hecho prisionero por las tropas del gobierno y encerrado
en la sacristía de una iglesia en Sahuayo que era usada como “cárcel del cristeros”, desde ahí se le oye rezar
y dar alabanzas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe, los militares no
toleraban eso así que lo golpearon en repetidas ocasiones para así lograr
silenciar al muchacho, en ese mismo lugar logró escribir una carta a su madre
en la que decía “Mi querida mamá: Fui hecho
prisionero en combate en este día. Creo que voy a morir, pero no importa, mamá.
Resígnate a la voluntad de Dios. No te preocupes por mi muerte… haz la voluntad
de Dios, ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre…”.
Ahí estuvo encerrado por 4
días, en ningún momento le hicieron un proceso, era vergonzoso haber maltratado
a un niño de 14 años de esa forma y condenarlo a muerte, así que le ofrecieron
que si apostataba le perdonarían la vida, le darían la oportunidad de huir e
incluso le ofrecieron que se uniera al ejército federal para perseguir a los
cristianos, José demostró la valentía que ellos no tenían rechazando siempre
esas propuestas dando vivas a Cristo Rey y a la Virgen. Esto desencadenó la
furia de las tropas perseguidoras, decidieron torturarlo y matarlo, así el día
10 de febrero lo sacaron de la cárcel y lo llevaron al cuartel militar ahí le
cortaron lentamente las plantas de los pies, después hicieron que fuera
caminando desde el cuartel donde se encontraban hasta el cementerio municipal.
Alguno que lo vieron narran como llevaba atadas las manos e iba dejando un rastro de sangre debido a que tenía los pies recién desollados, además la tropa iba dándole golpes y burlas, una vez ahí la banda de militares del gobierno le mostraron su tumba al niño, incitándolo a que apostatara para que conservara la vida. José continuó diciendo más fuerte lo que había estado repitiendo durante todo el camino y que tanto detestaban los militares o sea las vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. La tropa que lo había arrestado, con su peculiar cobardía, decidió darle una muerte que no hiciera ruido, de esta forma lo ahorcaron y lo apuñalaron varias veces, la cabeza de esos militares llamado Rafael Gil Martínez, apodado “el zamorano", lo descolgó y viendo que el niño todavía estaba con algo de vida le dijo para burlarse de él: ¿Qué quieres que le digamos a tus padres? José respondió confirmando su fe cristiana: Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos.” Antes esto “el zamorano” desató toda su furia anticlerical y odio hacia la fe católica dándole un balazo a José en la sien y así consumando el martirio de un niño de tan solo 14 años.
Alguno que lo vieron narran como llevaba atadas las manos e iba dejando un rastro de sangre debido a que tenía los pies recién desollados, además la tropa iba dándole golpes y burlas, una vez ahí la banda de militares del gobierno le mostraron su tumba al niño, incitándolo a que apostatara para que conservara la vida. José continuó diciendo más fuerte lo que había estado repitiendo durante todo el camino y que tanto detestaban los militares o sea las vivas a Cristo Rey y a la Virgen de Guadalupe. La tropa que lo había arrestado, con su peculiar cobardía, decidió darle una muerte que no hiciera ruido, de esta forma lo ahorcaron y lo apuñalaron varias veces, la cabeza de esos militares llamado Rafael Gil Martínez, apodado “el zamorano", lo descolgó y viendo que el niño todavía estaba con algo de vida le dijo para burlarse de él: ¿Qué quieres que le digamos a tus padres? José respondió confirmando su fe cristiana: Que Viva Cristo Rey y que en el cielo nos veremos.” Antes esto “el zamorano” desató toda su furia anticlerical y odio hacia la fe católica dándole un balazo a José en la sien y así consumando el martirio de un niño de tan solo 14 años.
Su martirio no pasó desapercibido,
es el ejemplo de un niño que en pleno S. XX nos viene a mostrar con cuanto amor
y con cuanto heroísmo se puede vivir y defenderla fe católica.
Años después el cuerpo de José
fue exhumado y llevado al templo expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús, sus restos
se encuentran actualmente en la Parroquia de Santiago Apóstol (Sahuayo,
México), ahí mismo es donde estuvo preso los días precedentes a su martirio y
es común que esa iglesia sea el lugar de meta de varias peregrinaciones. Por
último basta decir que José Sánchez del Río fue beatificado junto con otros 11
mártires mexicanos de la defensa religiosa el 20 de noviembre de 2005 en
Guadalajara, México.
Alberto Royo
Mejía
No hay comentarios:
Publicar un comentario