El sacerdote jesuita Miguel Manzanera ha publicado en el
medio digital Iglesia Viva, órgano
informativo de la Iglesia católica en Bolivia, un artículo titulado “El diablo ronda buscando a quien devorar”,
en el que afirma que, al igual que en los tiempos de la primera evangelización
de América, actualmente “se siguen haciendo
sacrificios no sólo de animales, sino también de seres humanos” en honor del demonio.
Según explica el padre
Manzanera, “el demonio quiere que en su honra y
servicio se derrame toda la sangre posible”,
y da algunos detalles de los ritos ocultos que se celebran en su país, además
de alertar contra el ocultismo y las prácticas espiritistas. Reproducimos su
artículo a continuación.
EL DIABLO RONDA BUSCANDO A QUIEN DEVORAR
En una entrevista sobre
exorcismos, publicada el 19 de octubre en Opinión, Cochabamba, Sección
Informe, la periodista Dayana Flores
ponía en duda mi afirmación de que en los tiempos de la colonia los indios hacían
ofrendas al diablo para ser librados de amenazas o desgracias. Mencionaba al
cronista Guamán Poma de Ayala
quien relata que los indios hacían ofrendas
a la Pachamama para que fuese bendecida la producción agrícola.
Se trataría únicamente de un rito de reciprocidad de dar de beber a la
tierra al menos una vez al año, de lo contrario las cosechas serán malas. Cita
al sociólogo Hugo Cordero: “Si la tierra me da de comer por qué no le voy a dar de
comer yo a la tierra”. Otro
sociólogo, José Antonio Rocha,
asegura que en la cultura andina de Bolivia no existe una concepción sobre los
términos demonio o exorcismo. En el caso del “tío
de de las minas” o “supaya” se
trataría de un espíritu benigno (Opinión 2014.10.21).
Tenemos sin embargo cronistas
fidedignos que informan sobre frecuentes cultos idolátricos de sangre. Los indios hacían ofrendas al diablo
para ser librados de amenazas o desgracias provocadas por el mismo espíritu
maligno.
El agustino Fray Alonso Ramos Gavilán en su
documentada obra La historia del celebérrimo santuario de Copacabana menciona cómo los indios “en negocios grandes y de importancia usaron casi todo el
Perú y en particular en el Cuzco y en Tititica, sacrificar niños de edad de
seis hasta doce años”. “Poníanlos
sobre una losa grande, los rostros hacia el cielo, vueltos al Sol y tirándolos
del cuello ponían sobre él una teja o piedra lisa algo ancha y con otra daban
encima tantos golpes que le quitaban en breve la vida y así muertos los dejaban
dentro de la misma Guaca (oratorio); con esto se daba el demonio por servido y
luego en los retretes y lugares oscuros les hablaba, acudiendo a darles
respuesta a gusto de quien los escuchaba y muchas veces en daño de los mismos
indios”.
Esa idolatría diabólica fue
una de las principales razones para que los misioneros extremasen su esfuerzo
en la evangelización y salvación de los indios. La devoción a la milagrosa
Virgen de Copacabana contribuyó a liberar
a aquellos pueblos de la esclavitud del diablo.
Hoy también, según informan
testigos presenciales tal como puede verse en internet, se siguen haciendo sacrificios no sólo de animales, sino también de seres
humanos. Al construir cimientos de puentes o de edificios altos o en
diversas celebraciones se sacrifican llamas y también pordioseros embriagados
como ofrendas de sangre al diablo. Alonso
Ramos Gavilán desvela que el demonio quiere que en su honra y servicio se derrame toda la sangre posible.
Ya esto es un argumento
suficiente para evitar cualquier práctica de ritos, aparentemente inocentes
como la ouija y otros juegos en los
que se invoca al maligno. En Bolivia lamentamos el reciente caso en Paurito,
Santa Cruz de la Sierra, donde estudiantes
adolescentes volvieron histéricos y perturbados después de haber practicado
juegos espiritistas y ofrendas diabólicas. No raras veces estas personas
terminan ingresando en sectas consagradas al diablo. Ha crecido el número de
personas infestadas o poseídas por el demonio. Para contrarrestar ese
crecimiento idolátrico la Iglesia Católica ha incrementado la capacitación de
sacerdotes exorcistas.
El Papa Francisco en una reciente predicación
habla explícitamente de las tentaciones del diablo: “Todos
somos tentados, porque la ley de la vida espiritual, de nuestra vida cristiana,
es una lucha: una lucha. Porque el príncipe de este mundo –el diablo– no quiere
nuestra santidad, no quiere que nosotros sigamos a Cristo. Alguno de ustedes,
tal vez, no sé, podría decir: ‘Pero, Padre, ¡qué antiguo es usted: hablar del
diablo en el siglo XXI!’. Pero ¡miren que el diablo existe! El diablo existe.
¡También en el siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos, ¡eh! Debemos aprender del
Evangelio cómo se hace para luchar contra él” (2014.11.04).
Concluimos con la advertencia
del apóstol Pedro: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el
diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar; resistidle firmes
en la fe, sabiendo que vuestros hermanos en todo el mundo soportan los mismos
padecimientos” (1 Pe 5, 8s).
Secretaría RIES
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