No es una
casualidad...
Muchos se han preguntado por
qué tan joven murió Jesús. La edad de 33 años ha sido la referencia obligatoria
de su crucifixión, muerte y resurrección. Pero muy pocos se preguntan lo que
monseñor Charles Pope pregunta en su artículo del portal Community in
Mission. En efecto: ¿cuál fue la razón de que muriera en sus treinta años y
no con más edad, lo cual le habría dado más tiempo para enseñar y consolidar la
doctrina de su Iglesia?
Pope recuerda la triple
respuesta de santo Tomás de Aquino: Jesús murió a esa edad para mostrar su amor por nosotros en la edad
perfecta de la vida; porque estaba completamente sano y porque al resucitar tan
joven nos enseña la condición futura de los que resucitarán en el día final.
Desde luego, dice Pope, no es
una casualidad que Cristo haya muerto, justamente, a la edad en que murió. “Dios no hace nada
arbitrariamente” y los detalles del Evangelio
–por ejemplo, la hora de la muerte de Jesús— nos enseñan mucho más que las
especulaciones.
UN MODELO A IMITAR
Además, está el tema de la
perfección (Cristo era perfectamente Dios y perfectamente hombre). La perfección puede dañarse por exceso o
por defecto. “Consideremos -dice Pope- el caso de
la edad: una persona joven puede carecer de madurez física o espiritual,
mientras que a una persona mayor, el tiempo le cobra su peaje y la mente se
hace menos nítida”.
Por lo demás, en el tiempo en
que vivió santo Tomás de Aquino (en el siglo XIII D. C.), los treinta años eran
considerados como la época de la perfección humana. “Esto
es sin duda aún así, a pesar de que parece que toma mucho más tiempo para
alcanzar la madurez intelectual y emocional en estos días”, subraya
Pope.
Santo Tomás señala que debido
a que Jesús murió mientras que estaba en el mejor momento de su vida, es
muestra de que su sacrificio fue
mayor. Su aparente falta de
cualquier enfermedad o imperfecciones físicas también aumentó su sacrificio.
“Este es un
modelo para nosotros”, dice, finalmente Pope en su artículo, “porque
hemos de dar lo mejor de lo que tenemos a Dios en sacrificio”, tal y
como lo enseñó Jesús en la perfección de su propia vida.
“Y por lo tanto
lo que podría parecer a algunos como un detalle sin complicaciones (la edad de
Jesús), en realidad ofrece enseñanzas importantes para el alma sensible. Cristo
dio todo, dio lo mejor y lo hizo cuando estaba en la flor de su vida. También
nosotros estamos llamados a una perfección cada vez mayor”, termina diciendo el sacerdote
estadounidense quien sirve en la arquidiócesis de Washington.
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