Son las 5 de la
madrugada en el Santuario Nacional del Corazón de María. La imagen
de la Virgen recién llegada de Fátima ha estado peregrinando por todo Panamá.
Hoy le tocaba estar en mi parroquia.
Han expuesto al Santísimo para la adoración Eucarística
toda la noche. Muchos madrugaron en esta
vigilia acompañando a Jesús. Rezando. Pidiéndole gracias. Diciéndole que le
aman.
Desde la noche anterior, las filas del
confesionario han sido interminables. No ha caído en oídos sordos el llamado de
la Virgen a la conversión.
Siempre recomiendo una buena
confesión sacramental. No es igual acercarte a Jesús con el alma limpia que
cubierta de pecados. Aunque Él igual te recibirá y amará, he notado la gran
diferencia. Después de confesarte, tienes el alma dispuesta a las gracias que
Él te quiere dar.
Un buen ejemplo es éste:
Llegas a una fuente de agua cristalina y llevas contigo un vaso de cristal
enlodado. Lo llenas de agua ¿La beberás?
El alma debe estar dispuesta a la
gracia. Créeme son momentos irrepetibles.
Me he impresionado. Pasé al
frente donde está el altar, y me postré de rodillas ante Jesús
Sacramentado. Me acordé de todos esos saludos que me piden los lectores. “Cuándo lo visite no olvide
enviarle mis saludos”, me dicen a
menudo. Bueno, le dejé tus saludos. Le pedí por tus necesidades y el bienestar
de tu familia.
Orar por los demás es maravilloso. Sobre todo
cuando rezas con fervor por aquellos que te han hecho daño. Es más fácil así perdonarlos
del todo… perdonar y olvidar.
Luego fui a ver la imagen
peregrina de nuestra Señora de Fátima. Estuve un rato de rodillas rezando ante
la imagen bellísima de la Virgen.
¿Recuerdas que te conté una
vez que mi sueño era ir a Fátima? De alguna forma Fátima ha venido a Panamá. No
me lo podía creer.
¿Qué ves cuando estás de
frente a esta imagen que representa a nuestra madre del cielo?
Imaginé que vería una sonrisa. La miré a los ojos y
lo que encontré fue dolor, tristeza, la angustia de una madre cuyos hijos se
pierden.
Sus palabras han resonado en
mi alma muy hondo:
“¡No ofendan más a Dios, Nuestro Señor, pues ya
está muy ofendido!”
La miré de nuevo y seguía con esa mirada de tristeza. Escuché en mi
corazón esta palabra:
“PENITENCIA”.
El mensaje de Fátima es
contundente y actual.
En su cuarta aparición le dijo
a los pastorcitos los que más nos impacta y nos duele. Te recuerda que en
cierta forma somos responsables los unos de los otros:
“Recen, recen mucho y hagan sacrificios por los
pecadores. Tienen que recordar que muchas almas se condenan porque no hay quién
rece y haga sacrificios por ellas”.
Recé un Ave María, y me
levanté dispuesto a hacer lo que nos pide la Madre: Oración (nos urgió el rezo
diario del santo Rosario) y hacer penitencia, por las almas de los grandes
pecadores.
Era el momento de la procesión. Qué
alegría tener a María por madre.
Ave María, llena de gracia…
Antoine Mekary/ALETEIA
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