Detalles, recuerdos, imágenes
que las ánimas han ido dejando a través de los siglos
Recuerdo que cuando era niña
mi abuela me decía que había que rezar siempre por las almas del purgatorio. No
lo entendía muy bien porque tampoco lo veía muy necesario. Visitando el museo
de las almas del purgatorio en la Iglesia del Sagrado
Corazón del Sufragio, la única de estilo neogótico en
Roma, me he dado cuenta, con bastante estupor, que mi abuela tenía razón y he
podido comprender como ellas necesitan de nuestras oraciones.
Apenas uno entra en la iglesia
impresiona la sugestiva atmósfera medieval. A pesar de estar en una zona
bastante céntrica, reina el silencio. En la parte derecha, al lado de la
sacristía, podemos visitar el museo de las almas que de alguna manera se hicieron
“ver”.
La imagen que más me llamó la
atención es justamente la que da la idea para recoger esta colección muy
particular. Tras un incendio propagado en la capilla de la Virgen del
Rosario y cuando el fuego ya se había apagado el padre Victor Jouet aseguró ver
en la pared, detrás del altar, un rostro con rasgos humanos. Tenía la expresión
de una cara triste y melancólica, plasmada por las llamas.
El religioso llegó a la
conclusión de que el difunto era un condenado del Purgatorio y quería ponerse
en contacto con los vivos. Impresionado por lo sucedido decidió buscar
documentos y pruebas relacionadas con las almas penantes.
El sacerdote logró encontrar
una gran cantidad de material por lo que llegó a una conclusión que los muertos
condenados en el Purgatorio piden oraciones y misas de sufragio a los vivos
para aliviar o acortar sus penas. Estas almas aunque si fueron buenos en vida,
siempre se tiene alguna “mancha” y es por
esto que se necesita el Purgatorio.
En el museo están catalogadas
cada una de las manifestaciones que el museo conserva y hasta podemos llevarnos
un papel que está en varios idiomas donde cuenta brevemente la historia de cada
uno de los objetos.
Al leerlos no puedo
negar el sentir escalofríos con semejantes relatos. Algunos ejemplos:
- La mano impresa en unas páginas de un libro de oraciones.
- Las huellas quemadas en una túnica y camisa de la venerable madre
Isabella Fornari, abadesa de las Clarisas de Todi del 1731.
- La funda de la almohada con la impresión quemada del alma de una
monja muerta de tuberculosis en 1984 que se apareció a una de sus hermana
para convencerla de rezar por su salvación.
- Las huellas dejadas por una mujer en el gorro de noche de su
esposo. Ella le pedía oraciones para pasar más rápido al paraíso.
- Los billetes dejados por el espíritu de un sacerdote en el 1920 en
el monasterio de San Leonardo en Montefalco, para pedir una misa para él
mismo.
- Pero la impronta más nítida es la de Giuseppe Leleux di Wodecq, una
quemadura impresa en una manga de la madre muerta en el 1762 y que
apareció en el 1789, reprochando a su hijo por la vida desordenada que
llevaba y por haberla olvidada en sus oraciones. Esto hizo que se acercara
enseguida a la Iglesia cambiando su vida y hasta muriendo en santidad.
Después de esta lúgubre visita
pude ver, sentir y comprobar como las almas del purgatorio necesitan de
nuestras oraciones y sobretodo de la misa. También he comprobado la esperanza
de la vida eterna. No todo termina aquí como muchos creen.
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