La fidelidad es la
alegría de compartir con alguien la propia vida.
Vivir la fidelidad se traduce en la alegría de compartir con alguien la propia vida, procurando la felicidad y la mejora personal de la pareja.
Vivir la fidelidad se traduce en la alegría de compartir con alguien la propia vida, procurando la felicidad y la mejora personal de la pareja.
La fidelidad es un valor fundamental. Ya hemos
escrito antes del valor de la lealtad que se aplica muy directamente con
amigos, amistades, familiares y compañeros de trabajo. Sin embargo la fidelidad
como valor se aplica más directamente a las relaciones de pareja entre novios y
entre esposos, y hoy hemos querido profundizar en este tema, porque no es
necesario sufrir la infidelidad de la pareja para entender que este es un valor
fundamental.
EL
EGOÍSMO Y EL PLACER IMPIDEN TENER UNA RELACIÓN SANA.
Alcanzar el verdadero y único amor es la
aspiración más noble del hombre, sin embargo, el egoísmo y el placer se han
convertido en dos gigantes que impiden tener una relación sana, estable y de
beneficio para las personas. Hacer conciencia y robustecer el valor de la
fidelidad, es una necesidad que nos apremia en beneficio de nosotros mismos, la
familia y la sociedad entera.
La fidelidad es el íntimo compromiso que
asumimos de cultivar, proteger y enriquecer la relación con otra persona y a
ella misma, por respeto a su dignidad e integridad, lo cual garantiza una
relación estable en un ambiente de seguridad y confianza que favorece al
desarrollo integral y armónico de las personas.
LA
FIDELIDAD ES ANTERIOR A LA RELACIÓN MISMA
Por extraño que pueda parecer, la fidelidad es
anterior a la relación misma; debemos conocer y descubrir realmente lo que
buscamos y estamos dispuestos a dar en una relación. La rectitud de intención
nos ayudará a superar el egoísmo y hacer a un lado los intereses poco
correctos.
Así, una relación está destinada al fracaso por
desvirtuar el propósito de la misma: Esto sucede con quien busca un joven
apuesto o una chica hermosa para satisfacer la propia vanidad o la búsqueda de
placer; peor aún si se pretende a través de esa relación, alcanzar una mejor
posición social y un interés económico. Poco futuro tiene esa pareja cuando
alguna de las partes no ha entendido que debe haber disposición para compartir,
comprender y colaborar al perfeccionamiento personal del otro.
Podemos afirmar que el egoísmo es el mayor
peligro para cualquier relación. Aunque no siempre aparece a primera vista,
podemos observar que algunas personas se dejan llevar por todo lo que es
novedoso: ropa, autos, aparatos…; con el consecuente cumplimiento de sus
caprichos, buscando el placer en la comida, la bebida, el sexo y la diversión.
Estas personas están en constante peligro de
faltar a la fidelidad en cualquier momento, porque su vida está orientada a la
novedad, al cambio y a la búsqueda de nuevas experiencias y satisfacciones. Ser
fiel cuesta trabajo porque no existe la disposición a dar y a darse. ¿Cómo
esperar que una relación no sea aburrida al poco tiempo? ¿Cómo pretender que se
eviten nuevas experiencias? Vencer al egoísmo, al placer y a la comodidad con
una conducta sobria, garantiza nuestro crecimiento personal, y por ende, el de
cualquier relación.
LA
FIDELIDAD NO ES EXCLUSIVA DEL MATRIMONIO.
Es indispensable en el noviazgo porque no hay
otra forma de aprender a cultivar una relación y hacer que prospere. No está
mal que los jóvenes conozcan a distintas personas antes de decidir con quien
sacar adelante su proyecto de vida, pero debe hacerse bien, sin engaños,
procurando conocer realmente a la persona, dando lo mejor de sí mismos,
teniendo rectitud de intención en sus intereses, eso es noble, correcto y sobre
todo, leal.
También debemos ser cautelosos en nuestros
afectos y tratar con delicadeza y respeto a las personas del sexo opuesto,
máxime si ya tenemos otra relación o un compromiso con alguna persona en
particular. Una cosa es la cortesía y el trato amable, otra muy diferente los
halagos, las excesivas atenciones y la comunicación de sentimientos e
inquietudes personales; estos intercambios hacen crecer un afecto que va más
allá de la amistad y de la convivencia profesional porque se involucra a la
persona en nuestra vida, en nuestra intimidad y siempre tendrá la misma
consecuencia: faltar a la fidelidad. Por eso, es necesario ser muy cuidadosos
con nuestro trato en la oficina, la escuela, con los familiares y en todos los
lugares que frecuentamos.
La
fidelidad no es atadura, por el contrario, es la libre expresión de nuestras
aspiraciones, nos colma de alegría e ilumina cotidianamente a las personas. Una
buena relación posee una serie de características que la hacen especial y
favorecen a la vivencia de la fidelidad, pero deben cuidarse para que no sean
el producto de la emoción inicial:
- Existe el interés por
estar al lado de la persona, se procuran detalles de cariño y momentos
agradables.
- Constantemente se hace un
esfuerzo por congeniar y limar las asperezas, procurando que las discusiones
sean mínimas para lograr la paz y la concordia lo más pronto posible.
- Se da poca importancia a
las fallas y errores de la pareja, hacemos todo lo posible por ayudar a que las
supere con comprensión y cariño.
- Somos cada vez más
felices en la medida que se "avanza" en el conocimiento de la persona
y en la forma en la que corresponde a nuestra ayuda.
- Compartimos alegrías,
tristezas, triunfos, fracasos, planes… todo.
- Por el respeto que merece
nuestra pareja, cuidamos el trato con personas del sexo opuesto, con
naturalidad, cortesía y delicadeza; que a final de cuentas, es el respeto que
tenemos por nosotros mismos.
La fidelidad no es sólo la emoción y el gusto de
estar con la pareja, es la lucha por olvidarnos de pensar únicamente en nuestro
beneficio; es encontrar en los defectos y cualidades de ambos la oportunidad de
ser mejores y así llevar una vida feliz.
Sin lugar a dudas, cuando somos fieles podemos
decir que nuestra persona se perfecciona por la unión de dos voluntades
orientadas a un fin común: la felicidad del otro. Cuando este interés es auténtico,
la fidelidad es una consecuencia lógica, gratificante y enriquecedora.
Vivir la fidelidad se traduce en la alegría de
compartir con alguien la propia vida, procurando la felicidad y la mejora
personal de la pareja, generando estabilidad y confianza perdurables, teniendo
como resultado el amor verdadero.
Fuente: encuentra.com
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