Estamos ante una mujer muy virtuosa, y con toda probabilidad muy santa.
Por: Fr. Nelson Medina O.P. | Fuente: fraynelson.com
Ana Catalina Emmerick fue una humilde religiosa
agustina que vivió en tiempos muy difíciles (1774 - 1824), y que unió con fe y
amor sus padecimientos, incluyendo los estigmas, que recibió en 1812, al dolor
de Cristo por la salvación del mundo. Recibió además muchas manifestaciones
sobrenaturales entre las que destacan numerosas visiones sobre la vida de
Cristo, desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección. De estas visiones
hemos tenido noticia a través de las transcripciones y recopilaciones del
filósofo Clemens Brentano. Sobre todo en lo relativo a la Pasión de Cristo, las
palabras de Ana Catalina han tenido un impacto muy grande en muchas personas,
en especial, en nuestro tiempo, porque sirvieron de base para muchos elementos
del guión de la película homónima de Mel Gibson. Ana Catalina fue beatificada
por el Papa Juan Pablo II en 2004, si bien en esa solemne declaración se
distingue bien entre las virtudes de ella como persona y los escritos que de
ella tenemos, los cuales no son oficialmente aprobados pero tampoco rechazados.
En general, es evidente que los escritos de Ana
Catalina han infundido notable devoción en muchas personas. En alguna ocasión,
por lo menos, resulta científicamente inexplicable la precisión de sus
descripciones porque, sin haber ido nunca a Éfeso, ni ella ni su confidente
Brentano, las palabras que están en su visión sobre la Virgen María condujeron
a descubrimientos arqueológicos importantes.
Y sin embargo, el tema teológico del valor que
debe darse a tales experiencias es muy complejo. Otras personas, como Luisa
Piccarreta, han tenido también visiones de la Pasión de Cristo, y los detalles
no necesariamente coinciden. Se trata de dos personas de gran virtud y oración
pero resulta imposible dar un valor científico o de revelación vinculante
(obligada) en la Iglesia a este tipo de palabras. ¿No hay algo de imaginación,
o de proyección de deseos, temores o temas culturales en boga, en tales
visiones? ¿Es la expresión en palabras absolutamente fiel a unas visiones que
por su misma naturaleza trascienden la expresión del lenguaje humano?
Por eso creo que debemos quedarnos con la
sobriedad propia de los pronunciamientos vaticanos: estamos ante una mujer muy
virtuosa, y con toda probabilidad muy santa, pero sus escritos no deben tener
más rango que el de inspiraciones plausibles que pueden mover a devoción a
algunas personas. No deberían entonces
usarse como material para la predicación pública ni para pronunciamiento
doctrinal alguno.
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