Quien se basa en el
amor está en mucho mejores condiciones para hacer o construir algo positivo que
quien se basa en el odio.
Por: Pedro Trevijano | Fuente: Religión en Libertad
Por: Pedro Trevijano | Fuente: Religión en Libertad
Comparar significar examinar dos o más
realidades o cosas para apreciar sus semejanzas o diferencias, Conviene por
ello que las cosas que se comparan tengan una cierta homogeneidad para no
incurrir en errores. Así podemos comparar dos doctrinas o dos hechos, pero no
hemos de comparar una doctrina con unos hechos.
Por ello, cuando en los tres evangelios sinópticos (Mt 22,34-40; Mc 12,28-34; Lc 10,25-28) se le pregunta a Jesús sobre cuál es el mandamiento más importante, Jesús responde con el mandamiento del amor. Es decir, el cristianismo se basa en el mandamiento del amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. En cambio, en las ideologías actuales, el marxismo se basa en la lucha de clases y la ideología de género en la lucha de sexos, es decir, en el odio. Sinceramente me parece que quien se basa en el amor está en mucho mejores condiciones para hacer o construir algo positivo que quien se basa en el odio.
Y si vamos a los hechos, creo que aquí hay que distinguir entre los hechos positivos y los negativos, En lo negativo es indudable que todos somos pecadores y que hay páginas en las instituciones, incluso más queridas, como puede ser la religión católica, que ciertamente nos avergüenzan. Es indudable que las páginas más negras de la Iglesia católica se llaman Inquisición y Cruzadas, aunque no hemos de olvidar que las Cruzadas tuvieron mucho de guerra defensiva, pues mientras se combatió por Jerusalén no hubo que combatir por Viena; y en cuanto a la Inquisición, fue menos dura en general que los tribunales civiles de la época, como muestra el asunto de la brujería. Y aunque una sola víctima inocente es demasiado, hablamos de unos miles de víctimas.
En cambio la ideología marxista, en sólo siglo y medio, tiene en su debe más de cien millones de víctimas, y eso sin olvidar que su fracaso económico ha sido estruendoso. Eso sí, son geniales, no para luchar contra la pobreza, sino fabricando pobres.
Y sobre la ideología de género, ¿qué decir? También tiene, entre el aborto y la eutanasia, unos cuantos millones de crímenes de la que es responsable, además de su absoluta falta de sentido común. El oponerse a que un homosexual pueda, en uso de su legítima libertad, intentar llegar a la heterosexualidad, me parece que junta la maldad con la estupidez. El rasgarse las vestiduras y considerar homófobo a un autobús por afirmar que los niños tienen pene y las niñas vulva, es intentar negar lo evidente. De hecho acaba de suceder un caso en el mundo del deporte que creo va a ser el principio del fin de la ideología de género. En Nueva Zelanda un hombre se presentó a un certamen de halterofilia con resultados mediocres y entonces se presentó al certamen femenino y como allí se acepta la ideología de género, y si uno dice que es mujer, es mujer y punto, pues barrió. Cuando se den treinta o cuarenta casos como éste, las mujeres, hartas de que les roben sus medallas, tendrán que plantarse y decir que el varón es varón y la mujer, mujer, y si alguien pretende otra cosa, que lo pruebe, que su palabra no basta.
En cuanto a lo positivo, ahí la Iglesia católica gana por goleada. Ninguna ideología ni institución tiene ni de lejos las obras de ayuda al necesitado que tiene la Iglesia. En un debate uno de los asistentes acusó a la Iglesia de que no hacía nada por los pobres. Le contesté: “Cíteme Vd., o cualquiera del público, una institución que haga más por los pobres que la Iglesia católica”. La respuesta fue, evidentemente, el silencio. Recuerdo también que, cuando tras la Segunda Guerra Mundial los socialistas alemanes llegaron al poder, se plantearon si encargarse ellos, es decir el Estado, de las obras de beneficencia. Rápidamente llegaron a un acuerdo: “El Estado alemán no tiene dinero para hacer lo que con muchos menos medios hacen las Iglesias”.
Por ello, cuando en los tres evangelios sinópticos (Mt 22,34-40; Mc 12,28-34; Lc 10,25-28) se le pregunta a Jesús sobre cuál es el mandamiento más importante, Jesús responde con el mandamiento del amor. Es decir, el cristianismo se basa en el mandamiento del amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. En cambio, en las ideologías actuales, el marxismo se basa en la lucha de clases y la ideología de género en la lucha de sexos, es decir, en el odio. Sinceramente me parece que quien se basa en el amor está en mucho mejores condiciones para hacer o construir algo positivo que quien se basa en el odio.
Y si vamos a los hechos, creo que aquí hay que distinguir entre los hechos positivos y los negativos, En lo negativo es indudable que todos somos pecadores y que hay páginas en las instituciones, incluso más queridas, como puede ser la religión católica, que ciertamente nos avergüenzan. Es indudable que las páginas más negras de la Iglesia católica se llaman Inquisición y Cruzadas, aunque no hemos de olvidar que las Cruzadas tuvieron mucho de guerra defensiva, pues mientras se combatió por Jerusalén no hubo que combatir por Viena; y en cuanto a la Inquisición, fue menos dura en general que los tribunales civiles de la época, como muestra el asunto de la brujería. Y aunque una sola víctima inocente es demasiado, hablamos de unos miles de víctimas.
En cambio la ideología marxista, en sólo siglo y medio, tiene en su debe más de cien millones de víctimas, y eso sin olvidar que su fracaso económico ha sido estruendoso. Eso sí, son geniales, no para luchar contra la pobreza, sino fabricando pobres.
Y sobre la ideología de género, ¿qué decir? También tiene, entre el aborto y la eutanasia, unos cuantos millones de crímenes de la que es responsable, además de su absoluta falta de sentido común. El oponerse a que un homosexual pueda, en uso de su legítima libertad, intentar llegar a la heterosexualidad, me parece que junta la maldad con la estupidez. El rasgarse las vestiduras y considerar homófobo a un autobús por afirmar que los niños tienen pene y las niñas vulva, es intentar negar lo evidente. De hecho acaba de suceder un caso en el mundo del deporte que creo va a ser el principio del fin de la ideología de género. En Nueva Zelanda un hombre se presentó a un certamen de halterofilia con resultados mediocres y entonces se presentó al certamen femenino y como allí se acepta la ideología de género, y si uno dice que es mujer, es mujer y punto, pues barrió. Cuando se den treinta o cuarenta casos como éste, las mujeres, hartas de que les roben sus medallas, tendrán que plantarse y decir que el varón es varón y la mujer, mujer, y si alguien pretende otra cosa, que lo pruebe, que su palabra no basta.
En cuanto a lo positivo, ahí la Iglesia católica gana por goleada. Ninguna ideología ni institución tiene ni de lejos las obras de ayuda al necesitado que tiene la Iglesia. En un debate uno de los asistentes acusó a la Iglesia de que no hacía nada por los pobres. Le contesté: “Cíteme Vd., o cualquiera del público, una institución que haga más por los pobres que la Iglesia católica”. La respuesta fue, evidentemente, el silencio. Recuerdo también que, cuando tras la Segunda Guerra Mundial los socialistas alemanes llegaron al poder, se plantearon si encargarse ellos, es decir el Estado, de las obras de beneficencia. Rápidamente llegaron a un acuerdo: “El Estado alemán no tiene dinero para hacer lo que con muchos menos medios hacen las Iglesias”.
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