El hermoso
significado detrás del color litúrgico más peculiar
En un domingo de
Adviento y Cuaresma, los sacerdotes católicos tienen la opción de vestir una
casulla rosa.
Es posible que si el sacerdote
escoge ese color, haga algún comentario antes de empezar la misa sobre el
significado de su atuendo.
Aunque la elección del color y
los comentarios del sacerdote podrían intrigar y divertir a algunos
parroquianos, lo cierto es que las vestimentas rosadas llevan siglos en la
tradición católica. De hecho, es un color precioso con un profundo significado
simbólico.
Este color, que se usa solo
dos veces en todo el año litúrgico, se asocia tradicionalmente con un sentido
de alegría en una estación de penitencia. En ambos domingos (Gaudete en
Adviento y Laetare en Cuaresma), se viste rosa para recordarnos que la
temporada de preparación llega a su fin y la gran fiesta está a la vuelta de la
esquina.
Incluso la antífona de entrada
que se canta tradicionalmente al comienzo de la misa de Domingo de Laetare (el
cuarto domingo de Cuaresma) habla de la alegría que debería llenarnos.
Lætare
Jerusalem: et conventum facite omnes qui diligitis eam: gaudete cum lætitia,
qui in tristitia fuistis: ut exsultetis, et satiemini ab uberibus consolationis
vestræ.
Psalm: Lætatus sum in his quæ dicta sunt mihi: in domum Domini ibimus.
Que en español quiere decir:
Alégrate,
Jerusalén, y regocijaos con ella todos los que la amáis; regocijaos con ella,
gozosos, cuantos por ella hacéis duelo; para que os saciéis del pecho de sus
consuelos.
Salmo.
Me alegré cuando se me dijo: Vamos a la casa del Señor.
Cuando vemos el color rosa en
misa se nos está llamando a regocijarnos; ¡la estación de penitencia llega a su
fin y se acerca la celebración de la Resurrección de Cristo!
La alegría necesaria
El papa Francisco, a lo largo
de su pontificado, ha puesto mucho énfasis en la alegría e incluso le ha
dedicado toda una encíclica a la “Alegría del
Evangelio”. En el párrafo de introducción escribió sobre qué
debería colmar el corazón de todo cristiano.
La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se
encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado,
de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre
nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles
cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa
alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos
años.
Sin embargo, la alegría no
siempre es un rasgo fácil de adquirir. Incluso los cristianos fieles pueden
verse tentados a vivir una vida sin una pizca de alegría. En palabras del papa
Francisco, es como vivir siempre en Cuaresma, pero nunca experimentar la dicha
de la Pascua.
Hay
cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco
que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias
de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece
al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser
infinitamente amado, más allá de todo.
Comprendo
a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen
que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience
a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las
peores angustias.
En definitiva, si ves a tu
sacerdote vestido de rosa, recuerda la llamada a vivir con alegría. No se
supone que debamos vivir nuestras vidas en una Cuaresma perpetua, sino
experimentar la gran dicha de la Pascua y extender esa alegría a todos los que
conozcamos.
Que nuestra práctica del
cristianismo sea un faro de alegría en este mundo tan frecuentemente abatido
por los múltiples sufrimientos de nuestra vida mortal.
Jeffrey Bruno for Aleteia
No hay comentarios:
Publicar un comentario