Muchas gracias Alfonso, porque
por fin he podido ver más de cerca los detalles (apasionantes) del altar de
bronce de la catedral de Colonia; y mira que lo había intentado. Sin ningún
tipo de retintín, os digo que Alfonso se ha convertido en faro y guía de este
blog. Fijaos en que el altar que había en el Templo de Jerusalén era de bronce.
Y el artista ha colocado un pájaro en este altar como recuerdo del salmo en que
los gorriones han puesto su casa en los altares de la Casa del Señor. El altar
de Colonia tiene una parte que está abierta y se ve lo que hay detrás. Hay que
recordar que el altar de bronce de Jerusalén tenía una rejilla sobre la que se
colocaban los holocaustos.
Cambiando de tema. Hoy
reflexionaba en lo apasionante que es para la moral (y la literatura) el tema
del sexo. Una fuerza poderosa que quizá sea la más sencilla de explicar del
mundo: se explica por sí misma. Nunca se puede ser duro con el que se deja
arrastrar por esa fuerza. Ante ese hecho sólo cabe la comprensión. Siempre me
ha resultado misterioso cómo la aparición de ese hecho desordenado puede ser
obstáculo para todos los demás aspectos de la relación con Dios y de la
religión en general. Es así. Pero justamente eso sí que es misterioso: esa
conexión, las implicaciones, entre uso del sexo y la religión.
Cuántas veces he pensado si no
sería mejor una visión de este tema como la de los anglicanos. Me someto a la
moral de la Iglesia, pero cuántas veces no me ha venido a la mente tal cosa.
La Biblia
nos lleva a la castidad, a la pureza, al ayuno. Pero no nos olvidemos que no
son las obras las que nos salvan.
P.
FORTEA
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