LA PLATA, 19 Feb. 17 / 10:01 am (ACI).- El Arzobispo de La Plata
(Argentina), Mons. Héctor Aguer, declaró este fin de semana que en la
actualidad “los cristianos se sienten obligados a
colaborar en tantísimas necesidades urgentes”, pero eso nunca será
posible si nos olvidamos de Dios y de rezar.
“¿Si no rezamos qué pasa? ¿Y si nos olvidamos de
Dios? ¿Y si nuestro corazón anda por cualquier lado? Creo que estamos fritos”, declaró
Mons. Aguer durante el programa televisivo “Claves
para un mundo mejor” transmitido por Canal 9 de Buenos Aires.
El Prelado recordó que uno de los primeros consejos del apóstol San
Pablo fue el de “oren sin interrupción”, y
remarcó que eso no quiere decir que uno tiene que pasarse “toda la vida
rezando”.
Mons. Aguer explicó que San Agustín de Hipona se dio cuenta de lo
esencial e interpretó la intención de San Pablo diciendo: “por el deseo
continuo de la fe, la esperanza y la caridad oramos sin interrupción”.
“Los tres son deseos de Dios, son deseos de la vida
eterna, son deseo del amor, son deseo del Cielo. Por eso la cuestión
sería ésta: en qué medida nosotros deseamos continuamente a Dios, deseamos
continuamente el Cielo, deseamos vivir en la Gracia de Dios, en el amor de
Dios, deseamos distribuir el amor de Dios”, manifestó
el Prelado.
Mons. Aguer también aseguró que estos tres deseos ayudarán a todos los
cristianos a orar ininterrumpidamente en voz alta o mentalmente y así evitar que
la “oración determinada” sea “simplemente un mecanismo de los labios” en los
momentos de distracción.
“Yo diría que ese consejo del apóstol Pablo a los
primeros cristianos tendríamos que asumirlo y hacerlo nuestro. ¿Cómo podemos
nosotros mismos tomar como un deber, como una obligación nuestra, ese consejo
de orar sin interrupción?”, se preguntó.
Finalmente dijo que se puede recurrir al “auxilio
de la espiritualidad oriental” pues allí hay “ejemplos preciosos de oración y
de oración incesante”.
Recomendó el libro “Los Relatos del
Peregrino Ruso” destacando que “ese
peregrino ruso reza de esta manera:
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, apiádate de mí que soy pecador”
“Esa es la oración y la repite continuamente y
dicen, los intérpretes, de esa espiritualidad oriental, que esa oración en la
medida en que uno la repita con fe va bajando poco a poco y se va haciendo
oración del corazón. Y el ideal es que esa oración se identifique con los
latidos del corazón”, concluyó.
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