Haz, durante dos o tres minutos y antes de retirarte a descansar, un breve examen de conciencia.
Ponte en
la presencia de Dios, reconociendo su grandeza y tu pequeñez. Dile: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”.
Invoca a
tu ángel custodio, pidiéndole que te ilumine para descubrir tus virtudes y
defectos: lo que he hecho bien, lo que he hecho mal y lo que podía haber hecho
mejor.
EXAMÍNATE CON
SINCERIDAD:
— ¿Me he
acordado con frecuencia que Dios es mi Padre? ¿Le he ofrecido mi trabajo? ¿He
aprovechado el tiempo? ¿He rezado con pausa y atención?
— ¿He
procurado hacer la vida agradable a los demás? ¿He criticado a alguien? ¿He
perdonado? ¿He rezado y ofrecido sacrificios por la Iglesia, por el Papa y por
todos aquellos que el Señor ha puesto cerca de mí?
— ¿Me he
dejado llevar por la sensualidad? ¿Por el orgullo?
— ¿Qué
propósito concreto querría Dios que hiciera para mañana?
CONTRICIÓN. Reza el acto de contrición pidiendo perdón al
Señor.
PROPÓSITO. Haz un
propósito concreto para el próximo día:
–
Alejarme de ciertas tentaciones.
– Evitar
faltas específicas.
–
Esforzarme por practicar alguna virtud.
–
Aprovechar las ocasiones que se presenten para mejorar.
Reza tres
Avemarías a la Virgen Santísima, pidiéndole la virtud de pureza para ti y tus
seres queridos.
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