VATICANO, 21 Feb. 17 / 06:48 am (ACI).- En la homilía de la Misa que presidió esta
mañana en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco alentó a los fieles a pedirle
al Señor la gracia de la “santa vergüenza” como remedio ante las tentaciones de la
ambición y la mundanidad que también se dan en la Iglesia.
Meditando en las lecturas de hoy, el Santo Padre recordó que Jesús les
explica a sus discípulos que “si uno quiere ser el
primero, debe hacerse servidor de todos”.
El Pontífice también pidió rezar por la Iglesia, “por todos nosotros”, para que Dios defienda a cada uno “de las ambiciones, de la mundanidad de sentirse más
grande que los otros”.
“Que el
Señor nos dé la gracia de la vergüenza, aquella santa vergüenza, cuando
nos encontremos en esa situación, ante la tentación, de avergonzarnos: ‘¿Soy
capaz de pensar así? ¿Cuándo veo a mi Señor en la cruz y quiero usarlo para
creerme más?”
“Y nos dé la gracia de la simplicidad de un niño:
de comprender que solo el camino del servicio… Y tal vez, imagino una última
pregunta: ‘¿Señor te he servido toda la vida.
He estado hasta lo último toda la vida. ¿Y ahora qué? ¿Qué cosa nos dice el
Señor? Di de ti mismo: ‘Soy un siervo inútil’”.
Refiriéndose al pasaje del Evangelio en el que los discípulos discuten
sobre quién es el mayor entre ellos, Francisco resalta que “era gente buena que quería seguir al Señor, servir al
Señor. Pero no sabían que el camino del servicio al Señor no era tan fácil, no
era como enrolarse en una entidad, en una asociación de beneficencia, para hacer
el bien: no, era otra cosa. Tenían temor de esto. Y luego está la tentación de
la mundanidad: desde el momento en que la Iglesia es Iglesia hasta hoy, esto ha sucedido, sucede y sucederá”.
“Podemos pensar en las parroquias y sus luchas: ‘yo
quiero ser presidente de esta asociación, ser más’. ‘¿Quién es el más grande
aquí?’ ‘¿Quién es el más grande en esta parroquia? No, yo soy más importante
que ese, que el otro allá que no ha hecho tal cosa’. Y así, tenemos la cadena
de pecados”.
La tentación de la mundanidad, alertó Francisco, hace que “uno hable a espaldas del otro” y “se crea más”. Al respecto el Papa propone un
ejemplo que ocurre entre los sacerdotes y los obispos.
“A veces decimos con vergüenza nosotros los
sacerdotes, en los presbiterios: ‘yo quisiera esa parroquia’ –¡Pero el Señor
está aquí!– ‘Pero yo quiero esa’. Lo mismo. No es el camino del Señor, pero ese
es el camino de la vanidad, de la mundanidad. También entre nosotros los
obispos sucede lo mismo: La mundanidad
viene como tentación. Muchas veces: ‘estoy en esta diócesis pero miro
aquella que es más importante y me muevo para llegar a ella. Sí, muevo esta
influencia, esta otra, hago presión. Empujo este aspecto para llegar allá.
¡Pero el Señor está aquí!”
Ante la tentación de la mundanidad, el Santo Padre exhortó a pedirle al
Señor “la gracia de avergonzarnos, cuando nos
encontremos en estas situaciones”.
LECTURAS MEDITADAS POR
EL SANTO PADRE
Primera lectura
Eclesiástico 2:1-11
1 Hijo, si te llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba.
2 Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la
adversidad.
3 Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus
postrimerías.
4 Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y en los reveses de tu
humillación sé paciente.
5 Porque en el fuego se purifica el oro, y los aceptos a Dios en el
honor de la humillación.
6 Confíate a él, y él, a su vez, te cuidará, endereza tus caminos y
espera en él.
7 Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis,
para no caer.
8 Los que teméis al Señor, confiaos a él, y no os faltará la recompensa.
9 Los que teméis al Señor, esperad bienes, contento eterno y
misericordia.
10 Mirad a las generaciones de antaño y ved: ¿Quién se confió al Señor y
quedó confundido? ¿Quién perseveró en su temor y quedó abandonado? ¿Quién le
invocó y fue desatendido?
11 Que el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y
salva en la hora de la tribulación.
EVANGELIO
Marcos 9:30-37
30 Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería que se
supiera,
31 porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los
hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará.»
32 Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?»
34 Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién
era el mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y
el servidor de todos.»
36 Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus
brazos y les dijo:
37 «El que reciba a un niño como éste en mi
nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel
que me ha enviado».
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