VATICANO, 22 Feb. 17 / 05:11 am (ACI).- En una nueva catequesis en la Audiencia
General, el Papa Francisco recordó este miércoles 22 de febrero que el
cristiano “no vive fuera del mundo” sino que
“sabe reconocer en la propia vida y en lo que le rodea los signos del
mal, del egoísmo y del pecado”.
En esta ocasión, el Pontífice volvió a la Plaza de San Pedro luego de
unos meses en el Aula Pablo VI del Vaticano, y subrayó que el cristiano “es solidario con quien sufre, con quien llora, con quién
es marginado, con quien se siente desesperado”.
“Al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer
todo esto con los ojos de la Pascua,
con los ojos de Cristo resucitado. Y entonces sabe que estamos viviendo el
tiempo de espera, el tiempo de un anhelo que va más allá del presente”.
“En la esperanza sabemos que el Señor quiere
resanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y humillados
y todo aquello que el hombre ha desfigurado en su impiedad, y que de esta
manera Él regenera un mundo nuevo y una humanidad nueva finalmente
reconciliados en su amor”.
En relación al cuidado de la creación, explicó que “a menudo estamos tentados a pensar que es de nuestra
propiedad, una posesión que podemos explotar a nuestro placer y del cual no
tenemos que rendir cuentas a nadie”.
Sin embargo, San Pablo “nos recuerda que es
un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos
entrar en relación con Él y podamos reconocer la impronta de su diseño de
amor”.
“Cuando se deja tomar por el egoísmo, el ser humano
termina de estropear también las cosas más hermosas que le han sido confiadas”,
advirtió Francisco.
“Con la experiencia trágica del pecado, rota la
comunión con Dios, hemos infringido la comunión originaria con todo lo que nos
rodea y hemos terminado por corromper la creación, haciéndola así esclava,
sometida a nuestra caducidad”.
Pero “el Señor no nos deja solos” y “también este cuadro desolador nos deja una perspectiva
nueva de liberación, de salvación universal”.
“Si prestamos atención, en efecto, en torno a
nosotros todo gime: la creación misma gime, gemimos los seres humanos y gime el
Espíritu Santo dentro de nosotros, en nuestro corazón”.
Los gemidos del hombre son “consecuencia de
nuestro pecado y todo, en torno a nosotros, lleva todavía el signo de nuestras
fatigas, de nuestras faltas, de nuestras cerrazones”, dijo el Pontífice.
Sin embargo, “al mismo tiempo sabemos que
hemos sido salvados por el Señor y ya nos ha dado el contemplar y pregustar en
nosotros y en aquello que nos rodea los signos de la Resurrección, de la Pascua
que obra una nueva creación”.
Por Álvaro de Juana
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