Mark Regnerus considera
«poco fiable» el estudio que fabricó esa afirmación.
Mark Regnerus es uno de los principales investigadores norteamericanos
sobre la realidad que viven las parejas del mismo sexo.
"El estigma social aumenta el riesgo de suicidio entre los
gais" y "Según un estudio, las comunidades anti-gais son la
causa de la muerte precoz de personas LGBT": estos son algunos de
los titulares de periódicos aparecidos en Italia en relación a un estudio
estadounidense según el cual las
personas homosexuales que sufren prejuicios en sus comunidades tendrían una
esperanza de vida menor. Así lo comenta Uccronline:
La investigación, realizada por Mark Hatzenbuehler, de la Universidad de Columbia (que se ha ocupado en varias ocasiones de temáticas similares), fue publicada en 2014 en la revista Social Science & Medicine y parecer ser el primer estudio revisado por colegas especialistas que ha investigado de verdad las eventuales consecuencias de la homofobia.
IMPOSIBLE REPRODUCIR LOS RESULTADOS
Pero, ¿qué sucede si otro investigador intenta reproducir el estudio siguiendo su misma metodología? Es lo que ha sucedido, y Naomi Schaefer Riley ha dado a conocer el resultado en el New York Post: "Hace un mes Mark Regnerus, profesor en la Universidad de Texas, en Austin, publicó un artículo en la revista Social Science and Medicine" donde explica que intentó "en diez ocasiones obtener los mismos resultados que Hatzenbuehler utilizando los mismos datos exactos, pero sin conseguirlo. Lo que significa, ha concluido, que 'el estudio original es tan sensible a las decisiones subjetivas de medición que hay que considerarlo poco fiable'".
En particular, la recogida de datos en los que se ha basado el autor del estudio original tenía graves carencias metodológicas (las preguntas planteadas no eran las mismas cada año). Schaefer Riley recuerda también que el profesor Regnerus fue el centro de candentes polémicas en 2012 cuando demostró las problemáticas psico-físicas de la homoparentalidad, pero "a pesar de las peticiones de corrección, la Universidad de Texas no encontró irregularidades".
Investigar no se basa sobre el principio de autoridad y, más allá de las previsibles polémicas, nadie ha desmentido su estudio en las revistas científicas, como ha hecho él en cambio con el estudio del profesor Hatzenbuehler.
NO HAY RELACIÓN
La refutación de esta investigación por parte del estudioso norteamericano ha sido un duro golpe para los activistas LGBT, como el psiquiatra Vittorio Lingiardi, que la cita varias veces. También porque Hatzenbuehler, aunque concede que quienes se oponen al matrimonio homosexual no tienen en realidad "intención de herir a las personas", ha llegado a sostener las bodas gays para combatir el supuesto estigma social: "En una serie de estudios que mis compañeros y yo hemos llevado a cabo, hemos demostrado que las políticas concernientes al matrimonio entre personas del mismo sexo influyen en la salud mental y física de las personas LGBT".
Y, sin embargo, no tiene nada que ver: "Ninguno de los efectos del estigma social sobre la mortalidad de las minorías sexuales es estadísticamente significativo", según la conclusión del profesor Regnerus. Otros estudios rechazan la existencia de la homofobia como fenómeno social.
INVESTIGACIONES FALSIFICADAS
Mientras la investigación de Hatzenbuehler ha sido aceptada y utilizada como propaganda por el establishment de los medios de comunicación, alimentando la desinformación ya existente en relación al tema de la homosexualidad, la refutación de Regnerus ha recibido, como era previsible, mucha menos atención.
No es, ciertamente, la primera vez. El caso más célebre sucedió en 2015 cuando, unos meses después de la publicación en la revista Science del estudio "pro-gay" más grande hasta la fecha, uno de los autores acusó al otro, Michael LaCour, de haber falsificado los datos con la intención de favorecer a la comunidad homosexual. En los EE.UU. fue definido como "uno de los mayores fraudes científicos de memoria reciente".
LA VIOLENCIA, EN EL SENO DE LA PAREJA
En 2014, el doctor Delaney Skerrett dirigió un equipo de investigación del Australian Institute for Suicide Research and Prevention que descubrió que una de las causas principales de suicidio entre lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y personas intersexuales no era en absoluto la homofobia y el estigma social, sino el altísimo índice de conflictos domésticos con la respectiva pareja (claramente más elevado que el correspondiente a las parejas hombre-mujer).
Una encuesta del lobby LGTBI muestra que los transexuales sufren cuatro veces más violencia a manos de sus parejas que por la violencia transfóbica.
De hecho, según otros estudios, las personas homosexuales sufren índices más elevados de violencia doméstica que las heterosexuales, y ésta podría ser la verdadera causa del alto índice de suicidios y de una vida cualitativamente peor en quien tiene tendencias homosexuales. Esconderlo es la verdadera discriminación hacia estas personas.
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).
La investigación, realizada por Mark Hatzenbuehler, de la Universidad de Columbia (que se ha ocupado en varias ocasiones de temáticas similares), fue publicada en 2014 en la revista Social Science & Medicine y parecer ser el primer estudio revisado por colegas especialistas que ha investigado de verdad las eventuales consecuencias de la homofobia.
IMPOSIBLE REPRODUCIR LOS RESULTADOS
Pero, ¿qué sucede si otro investigador intenta reproducir el estudio siguiendo su misma metodología? Es lo que ha sucedido, y Naomi Schaefer Riley ha dado a conocer el resultado en el New York Post: "Hace un mes Mark Regnerus, profesor en la Universidad de Texas, en Austin, publicó un artículo en la revista Social Science and Medicine" donde explica que intentó "en diez ocasiones obtener los mismos resultados que Hatzenbuehler utilizando los mismos datos exactos, pero sin conseguirlo. Lo que significa, ha concluido, que 'el estudio original es tan sensible a las decisiones subjetivas de medición que hay que considerarlo poco fiable'".
En particular, la recogida de datos en los que se ha basado el autor del estudio original tenía graves carencias metodológicas (las preguntas planteadas no eran las mismas cada año). Schaefer Riley recuerda también que el profesor Regnerus fue el centro de candentes polémicas en 2012 cuando demostró las problemáticas psico-físicas de la homoparentalidad, pero "a pesar de las peticiones de corrección, la Universidad de Texas no encontró irregularidades".
Investigar no se basa sobre el principio de autoridad y, más allá de las previsibles polémicas, nadie ha desmentido su estudio en las revistas científicas, como ha hecho él en cambio con el estudio del profesor Hatzenbuehler.
NO HAY RELACIÓN
La refutación de esta investigación por parte del estudioso norteamericano ha sido un duro golpe para los activistas LGBT, como el psiquiatra Vittorio Lingiardi, que la cita varias veces. También porque Hatzenbuehler, aunque concede que quienes se oponen al matrimonio homosexual no tienen en realidad "intención de herir a las personas", ha llegado a sostener las bodas gays para combatir el supuesto estigma social: "En una serie de estudios que mis compañeros y yo hemos llevado a cabo, hemos demostrado que las políticas concernientes al matrimonio entre personas del mismo sexo influyen en la salud mental y física de las personas LGBT".
Y, sin embargo, no tiene nada que ver: "Ninguno de los efectos del estigma social sobre la mortalidad de las minorías sexuales es estadísticamente significativo", según la conclusión del profesor Regnerus. Otros estudios rechazan la existencia de la homofobia como fenómeno social.
INVESTIGACIONES FALSIFICADAS
Mientras la investigación de Hatzenbuehler ha sido aceptada y utilizada como propaganda por el establishment de los medios de comunicación, alimentando la desinformación ya existente en relación al tema de la homosexualidad, la refutación de Regnerus ha recibido, como era previsible, mucha menos atención.
No es, ciertamente, la primera vez. El caso más célebre sucedió en 2015 cuando, unos meses después de la publicación en la revista Science del estudio "pro-gay" más grande hasta la fecha, uno de los autores acusó al otro, Michael LaCour, de haber falsificado los datos con la intención de favorecer a la comunidad homosexual. En los EE.UU. fue definido como "uno de los mayores fraudes científicos de memoria reciente".
LA VIOLENCIA, EN EL SENO DE LA PAREJA
En 2014, el doctor Delaney Skerrett dirigió un equipo de investigación del Australian Institute for Suicide Research and Prevention que descubrió que una de las causas principales de suicidio entre lesbianas, gays, bisexuales, transgénero y personas intersexuales no era en absoluto la homofobia y el estigma social, sino el altísimo índice de conflictos domésticos con la respectiva pareja (claramente más elevado que el correspondiente a las parejas hombre-mujer).
Una encuesta del lobby LGTBI muestra que los transexuales sufren cuatro veces más violencia a manos de sus parejas que por la violencia transfóbica.
De hecho, según otros estudios, las personas homosexuales sufren índices más elevados de violencia doméstica que las heterosexuales, y ésta podría ser la verdadera causa del alto índice de suicidios y de una vida cualitativamente peor en quien tiene tendencias homosexuales. Esconderlo es la verdadera discriminación hacia estas personas.
Traducción de Helena Faccia Serrano (diócesis de Alcalá de Henares).
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