Miércoles santo. Los discípulos preparan la cena de
Pascua, ¿cómo está tu corazón en este momento?
Por: SS Papa Francisco | Fuente: la oracion
La Pasión de Jesús se acerca. Hoy es un día para preparar el corazón para el triduo sacro. Los discípulos preparan la Pascua, Judas le ha entregado y con el Sanedrín buscan la ocasión para tomarlo preso. ¿Cómo está tu corazón en este momento?
Por: SS Papa Francisco | Fuente: la oracion
La Pasión de Jesús se acerca. Hoy es un día para preparar el corazón para el triduo sacro. Los discípulos preparan la Pascua, Judas le ha entregado y con el Sanedrín buscan la ocasión para tomarlo preso. ¿Cómo está tu corazón en este momento?
VIVIENDO
LA SEMANA SANTA
“¿Qué quiere decir para nosotros vivir
la Semana Santa? ¿Qué significa seguir a Jesús en su camino al Calvario hacia
la Cruz y la Resurrección? En su misión terrena, Jesús recorrió los
caminos de Tierra Santa; llamó a doce personas sencillas para que permanecieran
con Él, compartieran su camino y
continuaran su misión. Las eligió entre el pueblo lleno de fe en las
promesas de Dios. Habló a todos, sin distinción; a los grandes y a los
humildes, al joven rico y a la viuda pobre, a los poderosos y a los débiles;
trajo la misericordia y el perdón de Dios; curó, consoló, comprendió;
dio esperanza; trajo para todos la presencia de Dios que se interesa por
cada hombre y por cada mujer, como hace un buen padre y una buena madre hacia
cada uno de sus hijos. Dios no esperó que fuéramos a Él, sino que Él se puso en
movimiento hacia nosotros, sin
cálculos, sin medida. Dios es así: él da siempre el primer paso, Él se mueve
hacia nosotros. Jesús vivió las realidades cotidianas de la gente más sencilla:
se conmovió ante la multitud que parecía un rebaño sin pastor; lloró ante el sufrimiento de Marta y
María por la muerte del hermano Lázaro; llamó a un publicano como discípulo
suyo; sufrió también la traición de un amigo. En Él Dios nos dio la certeza de
que está con nosotros, en medio de nosotros. «Las zorras —dijo Él, Jesús—, las
zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre
no tiene dónde reclinar la cabeza» (Mt 8, 20). Jesús no tiene casa porque su
casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de
Dios, ser la presencia de amor de Dios.
En la Semana Santa vivimos el vértice de este camino, de este designio
de amor que recorre toda la historia de las relaciones entre Dios y la humanidad. Jesús entra en Jerusalén
para dar el último paso, en el que resume toda su existencia: se dona
totalmente, no se queda nada, ni siquiera la vida. En la Última Cena, con sus
amigos, comparte el pan y distribuye el cáliz «para nosotros». El Hijo de Dios
se ofrece a nosotros, entrega en nuestras manos su Cuerpo y su Sangre para
estar siempre con nosotros, para habitar en medio de nosotros. En el Huerto de
los Olivos, como en el proceso ante Pilato, no opone resistencia, se dona; es el Siervo sufriente anunciado
por Isaías que se despoja a sí mismo hasta la muerte (cf. Is 53, 12).
Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingo pasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!
Jesús no vive este amor que conduce al sacrificio de modo pasivo o como un destino fatal; ciertamente no esconde su profunda turbación humana ante la muerte violenta, sino que se entrega con plena confianza al Padre. Jesús se entregó voluntariamente a la muerte para corresponder al amor de Dios Padre, en perfecta unión con su voluntad, para demostrar su amor por nosotros. En la Cruz, Jesús «me amó y se entregó por mí» (Ga 2, 20). Cada uno de nosotros puede decir: Me amó y se entregó por mí. Cada uno puede decir esto: «por mí».
¿Qué significa todo esto para nosotros? Significa que éste es también mi camino, el tuyo, el nuestro. Vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús no sólo con la emoción del corazón; vivir la Semana Santa siguiendo a Jesús quiere decir aprender a salir de nosotros mismos —como dije el domingo pasado— para ir al encuentro de los demás, para ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación, de ayuda. ¡Hay tanta necesidad de llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor!
FRAGMENTO DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA FRANCISCO, Miércoles Santo, 27 de marzo de 201. Texto completo
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