VATICANO, 30 Mar. 16 / 04:36 am (ACI).- En la primera Audiencia
General de este tiempo pascual, el Papa Francisco recordó que “Dios es más grande que nuestro pecado y su amor es un
océano en el que sumergirnos”. Por eso, pidió repetir a todos los fieles
reunidos en la Plaza de San Pedro que “¡Dios es más grande que nuestro pecado!
Por tanto, “quien caiga, que se levante. Si caes por debilidad en el pecado
tiende tu mano y el Señor te tirará
hacia arriba. ¡Ésta es la dignidad del perdón de Dios! Dios ha creado al
hombre y la mujer para hacerles estar en pie, no en el pecado”, dijo.
Francisco terminó hoy las catequesis sobre la
misericordia en el Antiguo Testamento meditando sobre el salmo 51, conocido
como “Miserere”. “Se trata de una oración
penitencial en el que la petición de
perdón está precedida de la confesión de la culpa en la que el orante,
dejándose purificar por el amor del Señor, se transforma en una nueva criatura,
capaz de obedecer, de tener firmeza de espíritu y de alabanza sincera”.
“El salmista se confía en la bondad de Dios, saber que el perdón divino es
sumamente eficaz, porque crea aquello que dice. No esconde el pecado, sino que
lo destruye o lo borra, desde la raíz, lo borra desde la base, sin dejar huella
alguna”.
El Papa afirmó que “quien
reza con este salmo está invitado a tener los mismos sentimientos de
arrepentimiento y confianza en Dios que tuvo David cuando se volvió, y siendo
rey, se humilló sin tener temor de confesar la culpa y mostrar la propia miseria al Señor, convencido de la certeza de su
misericordia”. Y esto no era algo pequeño, sino que “¡había cometido un adulterio y un asesinato!”, explicó.
El salmo “es un
sentido llamado a Dios, el único que puede liberar del pecado” y en él
se manifiesta “la verdadera necesidad del hombre,
lo único de lo que tenemos de verdad necesidad en nuestra vida es la de ser perdonados, liberados
del mal y de sus consecuencias de muerte”.
“Perdonar para Dios significa
darnos la certeza de que Él no nos
abandona nunca” y “cualquier cosa que podamos
reprocharnos, Él es todavía mucho más grande que todo eso porque Dios es más
grande que nuestro pecado”.
El Pontífice dijo entonces que quien “reza con este salmo busca el perdón, confiesa la propia
culpa, pero reconociéndola celebra la
justicia y la santidad de Dios” y después incluso “pide gracia y misericordia”.
“Todos nosotros somos
pecadores, pero con el perdón nos convertimos en criaturas nuevas, llenas del
Espíritu y llenas de alegría”.
“Ahora, una nueva realidad
comienza para nosotros: un nuevo corazón, un nuevo espíritu, una nueva vida. Nosotros, pecadores,
perdonados, que hemos acogido la gracia divina, podemos enseñar a los demás a
no pecar más”.
Francisco manifestó luego que el perdón de Dios “es el signo más
grande de su misericordia”. “Un don que todo pecador perdonado está
llamado a compartir con cada hermano y hermana que encuentra”. “¡Es bonito ser
perdonados, pero para ser perdonados se necesita antes perdonar!, concluyó.
Por Alvaro de
Juana
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