domingo, 6 de diciembre de 2015

TESTIGOS DE JEHOVÁ LLAMANDO A MI PUERTA


El otro día llamaron a mi puerta dos jovenes testigos de Jehová. Estuvimos una hora hablando. No diré que fue una hora argumentando y contraargumentando, porque cada vez que la que llevaba la voz cantante lanzaba una andanada y veía que no había hecho blanco, cambiaba de tema.

La hora entera consistió en que ella lanzaba su cañonazo y al ver que yo le rebatía con otro versículo o un razonamiento, cambiaba de tema. Al principio eso me molestó, no seguía ningún tema hasta el final, todo era una batería de ataques.

Pero no tardé demasiado en entender que esas eran las reglas del juego. Si quería seguir hablando con ellas, tenía que aceptar que no era una confrontación entre dos construcciones teológicas, sino una lista de versículos que me lanzaba como pedruscos.

Acepté el reglamento. Pero ella no estaba para reflexionar, sino para arrojar versículos. Me daba cuenta de que no era un verdadero diálogo. Ella estaba cerrada a lo que yo le decía. Probablemente pensaba en la siguiente ristra de versículos cuando yo le respondía.

Aun así, seguí. Lo más fácil era cerrar la puerta. Cerrar la puerta de mi casa ya que ella tenía las puertas de su entendimiento cerradas. Pero eso hubiera sido lo más sencillo por mi parte. Traté de continuar la partida de ajedrez. Pero no podía ser duro con ella, no había recibido la gracia para que su mente se abriera.

P. FORTEA

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