EL RITO DE LA PAZ EN LA MISA ROMANA - I
Es característica esencial y
propia del rito romano que la paz se intercambia después del Padrenuestro y
-antes de la Fracción del Pan, según lo determinó en el siglo VI san Gregorio
Magno: no es ningún modernismo litúrgico...
Desde entonces hasta hoy es uno
de los rasgos propios del rito romano -como lo es también, por ejemplo,
arrodillarse en la consagración y que las especies se muestren para la
adoración después de la consagración-.
El Sínodo sobre la Eucaristía, en
el pontificado de Benedicto XVI, sugirió desplazar el rito de la paz romano
para anteponerlo al Ofertorio, en vistas, sobre todo, a no perturbar el ritmo
de recogimiento antes de la comunión, dados los múltiples abusos de este rito
que se ha visto desbordado por efusividad y movimientos.
Benedicto XVI recogió esta
sugerencia en la exhortación Sacramentum Caritatis:
"La Eucaristía es por su
naturaleza sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se
expresa en la celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz.
Se trata indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En
nuestro tiempo, tan lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el
punto de vista de la sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia
siente cada vez más como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad
para sí misma y para toda la familia humana. La paz es ciertamente un anhelo
indeleble en el corazón de cada uno. La Iglesia se hace portavoz de la petición
de paz y reconciliación que surge del alma de toda persona de buena voluntad,
dirigiéndola a Aquel que « es nuestra paz » (Ef 2,14), y que puede
pacificar a los pueblos y personas aun cuando fracasen las iniciativas humanas.
Por ello se comprende la intensidad con que se vive frecuentemente el rito de
la paz en la celebración litúrgica. A este propósito, sin embargo, durante el
Sínodo de los Obispos se ha visto la conveniencia de moderar este gesto, que
puede adquirir expresiones exageradas, provocando cierta confusión en la
asamblea precisamente antes de la Comunión. Sería bueno recordar que el alto
valor del gesto no queda mermado por la sobriedad necesaria para mantener un
clima adecuado a la celebración, limitando
por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos" (n. 49).
Y en nota a pie de página, n. 53,
escribió:
"Teniendo en cuenta
costumbres antiguas y venerables, así como los deseos manifestados por los Padres
sinodales, he pedido a los Dicasterios competentes que estudien la posibilidad de colocar el rito de la paz en otro momento, por
ejemplo, antes de la presentación de las ofrendas en el altar. Por lo
demás, dicha opción recordaría de manera significativa la amonestación del
Señor sobre la necesidad de reconciliarse antes de presentar cualquier ofrenda
a Dios (cf. Mt 5,23 s.): cf. Propositio 23".
Han pasado los años, se consultó a los Obispos, y la Cong. para el Culto
Divino ha emitido una carta explicando el sentido de este rito de la paz,
manteniéndolo en el lugar propio del rito romano -después del Padrenuestro- y
recordando elementos muy básicos para su conveniente realización que se han ido
olvidando.
Dice esta Carta (con fecha 8 de junio de 2014):
1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.
1. «La paz os dejo, mi paz os doy» [1], son las palabras con las que Jesús promete a sus discípulos reunidos en el cenáculo, antes de afrontar la pasión, el don de la paz, para infundirles la gozosa certeza de su presencia permanente. Después de su resurrección, el Señor lleva a cabo su promesa presentándose en medio de ellos, en el lugar donde se encontraban por temor a los judíos, diciendo: «¡Paz a vosotros!» [2]. La paz, fruto de la Redención que Cristo ha traído al mundo con su muerte y resurrección, es el don que el Resucitado sigue ofreciendo hoy a su Iglesia, reunida para la celebración Eucarística, de modo que pueda testimoniarla en la vida de cada día.
2. En la tradición litúrgica romana el signo de la
paz, colocado antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Éste
encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio
pascual -diversamente a como hacen otras familias litúrgicas que se inspiran en
el pasaje evangélico de Mateo (cf. Mt 5, 23)- presentándose así como el “beso
pascual” de Cristo resucitado presente en el altar [3]. Los ritos que preparan
a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada
elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la
secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio
celebrado. El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Pater noster
-al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la
fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su
paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad» [4], la
Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia
humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes
de la comunión sacramental» [5], es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo
Señor.
EL RITO DE LA PAZ EN LA MISA ROMANA - II
La Carta de la Congregación, con
fecha 8 de junio de 2014, tras recordar lo significativo de este rito en el
contexto eucarístico, continúa citando la exhortación Sacramentum caritatis de
Benedicto XVI:
3. En la Exhortación Apostólica post-sinodal Sacramentum caritatis el Papa
Benedicto XVI había confiado a esta Congregación la tarea de considerar la
problemática referente al signo de la paz [6], con el fin de salvaguardar el
valor sagrado de la celebración eucarística y el sentido del misterio en el
momento de la Comunión sacramental: «La Eucaristía es por su naturaleza
sacramento de paz. Esta dimensión del Misterio eucarístico se expresa en la
celebración litúrgica de manera específica con el rito de la paz. Se trata
indudablemente de un signo de gran valor (cf. Jn 14,27). En nuestro tiempo, tan
lleno de conflictos, este gesto adquiere, también desde el punto de vista de la
sensibilidad común, un relieve especial, ya que la Iglesia siente cada vez más
como tarea propia pedir a Dios el don de la paz y la unidad para sí misma y
para toda la familia humana. [...] Por ello se comprende la intensidad con que
se vive frecuentemente el rito de la paz en la celebración litúrgica. A este
propósito, sin embargo, durante el Sínodo de los Obispos se ha visto la
conveniencia de moderar este gesto, que puede adquirir expresiones exageradas,
provocando cierta confusión en la asamblea precisamente antes de la Comunión.
Sería bueno recordar que el alto valor del gesto no queda mermado por la
sobriedad necesaria para mantener un clima adecuado a la celebración, limitando
por ejemplo el intercambio de la paz a los más cercanos» [7].
5. El Dicasterio, en base a las disposiciones
del Papa Benedicto XVI, se dirigió a las Conferencias de los Obispos en mayo de
2008 pidiendo su parecer sobre si mantener el signo de la paz antes de la
Comunión, donde se encuentra ahora, o si cambiarlo a otro momento, con el fin
de mejorar la comprensión y el desarrollo de tal gesto. Tras una profunda
reflexión, se ha visto conveniente conservar en la liturgia romana el rito de
la paz en su puesto tradicional y no introducir cambios estructurales en el
Misal Romano. Se ofrecen a continuación algunas disposiciones prácticas para
expresar mejor el contenido del signo de la paz y para moderar los excesos, que
suscitan confusión en la asamblea litúrgica justo antes de la Comunión.
Visto el sentido, hermoso, hondo,
de situar la paz dentro de los ritos de preparación inmediata a la sagrada
comunión, hay que cortar los excesos y abusos.
Un rito que es espiritualmente
significativo se ha ido convirtiendo en algo parecido a "un recreo"
durante la Misa, saludando todos a todos, moviéndose, haciéndose interminable,
y en ocasiones, abandonando el sacerdote u obispo el mismo altar para dar la
paz indiscriminadamente.
Ni ése es el sentido ni ésa es la
costumbre romana de nuestra liturgia, siempre sobria y elegante.
El rito de la paz expresa la
comunión fraterna entre los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia, antes de
recibir su Cuerpo en el Sacramento.
No es, desde luego, momento de
saludarse y charlar, ni de dar el pésame en un funeral o entierro, ni de
felicitar a los novios recién desposados...
Es otro
el sentido; y por ello, ha de ser otro el modo real de dar autenticidad a ese
rito, despojándolo de todo lo que se le ha revestido últimamente y que desdice
del decoro y del orden en la liturgia.
EL RITO DE LA PAZ EN LA MISA ROMANA (Y III)
Para una digna realización del
rito de la paz en la Misa, que refleje la verdad de lo que se hace -la paz de
Cristo- y se evite lo que lo desfigura (meros saludos y abrazos sin más,
intentando saludar a todos), la Congregación para el Culto divino, con carta de
8 de junio de 2014, ha recordado lo que ya estaba marcado.
Recoge citas del Misal romano y,
explicando el sentido de este rito, recuerda cómo hay que realizarlo y cuáles
son las maneras defectuosas que se han introducido.
6. El tema tratado es importante. Si los fieles
no comprenden y no demuestran vivir, en sus gestos rituales, el significado
correcto del rito de la paz, se debilita el concepto cristiano de la paz y se
ve afectada negativamente su misma fructuosa participación en la Eucaristía.
Por tanto, junto a las precedentes reflexiones, que pueden constituir el núcleo
de una oportuna catequesis al
respecto, para la cual se ofrecerán algunas líneas orientativas, se somete a la
prudente consideración de las Conferencias de los Obispos algunas sugerencias
prácticas:
a) Se aclara definitivamente que el rito de la paz alcanza ya su profundo
significado con la oración y el ofrecimiento de la paz en el contexto de la
Eucaristía. El darse la paz correctamente entre los participantes en la Misa
enriquece su significado y confiere expresividad al rito mismo. Por tanto, es
totalmente legítimo afirmar que no es necesario invitar “mecánicamente” a darse
la paz. Si se prevé que tal intercambio no se llevará adecuadamente por
circunstancias concretas, o se retiene
pedagógicamente conveniente no realizarlo en determinadas ocasiones, se puede
omitir, e incluso, debe ser omitido. Se recuerda que la rúbrica del
Misal dice: “Deinde, pro opportunitate, diaconus, vel sacerdos, subiungit:
Offerte vobis pacem” [8].
b) En base a las presentes reflexiones,
puede ser aconsejable que, con ocasión de la publicación de la tercera edición
típica del Misal Romano en el propio País, o cuando se hagan nuevas ediciones del
mismo, las Conferencias consideren si es oportuno cambiar el modo de darse la
paz establecido en su momento. Por ejemplo, en aquellos lugares en los que optó
por gestos familiares y profanos de saludo, tras la experiencia de estos años,
se podrían sustituir por otros gestos más apropiados.
- La introducción de un “canto para la paz”, inexistente en el Rito romano [9].
- Los desplazamientos de los fieles
para intercambiarse la paz.
- El que el sacerdote abandone el
altar para dar la paz a algunos fieles.
- Que en algunas circunstancias,
como la solemnidad de Pascua o de Navidad, o durante las celebraciones
rituales, como el Bautismo, la Primera Comunión, la Confirmación, el
Matrimonio, las sagradas Órdenes, las Profesiones religiosas o las Exequias, el
darse la paz sea ocasión para felicitar o expresar condolencias entre los
presentes [10].
d) Se invita igualmente a todas las
Conferencias de los Obispos a preparar
catequesis litúrgicas sobre el significado del rito de la paz en la
liturgia romana y sobre su correcto desarrollo en la celebración de la Santa
Misa. A éste propósito, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de
los Sacramentos acompaña la presente carta circular con algunas pistas
orientativas.
7. La íntima relación entre lex orandi y lex
credendi debe obviamente extenderse a la lex vivendi. Conseguir hoy un
compromiso serio de los católicos de cara a la construcción de un mundo más
justo y pacífico implica una comprensión más profunda del significado cristiano
de la paz y de su expresión en la celebración litúrgica. Se invita, pues, con
insistencia a dar pasos eficaces en tal materia ya que de ello depende la
calidad de nuestra participación eucarística y el que nos veamos incluidos
entre los que meren la gracia prometida en las bienaventuranzas a los trabajan
y construyen la paz [11].
Termina el documento expresando
el deseo de que se dé difusión amplia a esta normativa y se vaya implantando en
todas partes para un fiel desarrollo de la liturgia, ordenado y espiritual:
8. Al
finalizar estas consideraciones, se exhorta a los Obispos y, bajo su guía, a
los sacerdotes a considerar y profundizar el significado espiritual del rito de
la paz, tanto en la celebración de la Santa Misa como en la propia formación
litúrgica y espiritual o en la oportuna catequesis a los fieles. Cristo en
nuestra paz [12], la paz divina, anunciada por los profetas y por los ángeles,
y que Él ha traído al mundo con su misterio pascual. Esta paz del Señor
Resucitado es invocada, anunciada y difundida en la celebración, también a través
de un gesto humano elevado al ámbito sagrado.
El Santo
Padre Francisco, el 7 de junio de 2014, ha aprobado y confirmado cuanto se
contiene en esta Carta circular, preparado por la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos, y ha dispuesto su publicación.
Javier
Sánchez Martínez
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