La Iglesia tendrá una gran santa que amaba hasta que dolía.
El
Vaticano aprobó oficialmente el milagro que permitirá la canonización de la
Beata Madre Teresa de Calcuta. Será declarada santa en el Año de la
Misericordia según ha trascendido que quería el Papa Francisco.
Dos
hechos impresionantes han surgido recientemente. El primero fue que recibió
mensajes directamente de Jesús. Y el segundo que esa comunicación cesó de
improviso y por más de 40 años padeció la “noche
oscura del alma”.
Resulta
increíble como la Madre Teresa pudo realizar su fantástica obra con los pobres
de la India sintiéndose abandonada por Dios que no se le mostraba.
“De sangre, soy albanesa; de ciudadanía india; por fe, soy
católica; por vocación, pertenezco al mundo y, por corazón, pertenezco
totalmente al Corazón de Jesús.” Madre Teresa de Calcuta
UN MISTERIO DE AMOR
La
Madre Teresa de Calcuta fue, durante su vida y aún hoy, años después de su
muerte, un misterio de amor. Su sonrisa de niña brillaba en un rostro que se
volvió arrugado por los años y los sacrificios.
Ella
encarnó el amor misericordioso de Dios de una manera total, sin mezquindades,
sin reservas.
¿Cómo
explicar a aquellos que no han sido gratificados con el don de la Fe la
justificación de una entrega total de la vida al servicio de los demás?
Tal
vez sea un don que viene unido al nombre de Teresa. Las Teresas han sido
grandes en la Iglesia. La Doctora de Ávila, reformadora del Carmelo, que dejó
escritos sublimes de misticismo y amor a Cristo Crucificado. La florecita de
Lisieux, que nos enseñó cómo vivir la “infancia
espiritual” tan grata a Nuestro Señor.
El
Carmelo ha regalado a la Iglesia muchas santas de nombre Teresa. La Doctora en
Filosofía Edith Stein, judía de nacimiento, enamorada de Cristo y hoy santa,
que profesó sus votos carmelitas con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz y
murió como judía, mártir del nazismo. La pequeña chilena, Juanita Fernández
Solar, también carmelita descalza, cuyo nombre al profesar fue el de Teresa de
los Andes. Ambas fueron canonizadas por sus virtudes extraordinarias.
Pues
bien, ese nombre tan alto sería elegido y elevado aún más por una de las
mujeres cuya santidad en vida tampoco tendría discusión. Y lo eligió, como ella
misma diría años después, no por la gran Teresa de Ávila sino por la pequeña
Teresita de Jesús.
Pero
comencemos la historia. Todos creemos conocerla. Pero, ¿sabemos quién fue,
realmente, la Madre Teresa?
HABIA UNA VEZ UNA NIÑA EN ALBANIA
Una
niña llamada Agnes GoInxha Bojaxhiu, nació el 27 de agosto de 1910 en la
pequeña ciudad de Skopje, hoy capital de la actual República de Macedonia,
perteneciente a Albania y entonces todavía bajo el dominio del Imperio turco.
La pequeña urbe caería en manos de sucesivos países, generando esto una
inseguridad creciente en la sociedad.
Aunque
su hogar era acomodado, la temprana muerte de su padre dejó a la familia en
situación apurada, lo que hizo más fuerte la fe de la madre y de sus tres hijos
(Age, Lázaro y la pequeña Agnes). Eso iría abonando la futura vocación de la
niña de consagrarse a Cristo.
“No había cumplido aún 12 años cuando sentí el deseo de ser
misionera”, contaría
más tarde la Madre Teresa.
Desde
sus comienzos infantiles de asistencia a los pobres con la Congregación Mariana
de las Hijas de María, y a pesar de su temprana edad, Agnes sentía que su
vocación crecía junto a aquella actividad de ayuda a los pobres de su
parroquia.
“A los pies de la Virgen de Letnice, escuché un día la llamada
divina, que me convencería de servir a Dios”, diría
muchos años después la Madre Teresa, quien confesó descubrir la intensidad del
llamado gracias “a una gran alegría interior”.
En
septiembre de 1928, cumplidos los 18 años, el llamado a la vocación religiosa
se hizo irresistible para Agnes, que partió para siempre de Skopje, rumbo a
Irlanda, a la casa general del Instituto de la Bienaventurada Virgen María.
Tras un largo viaje, la futura religiosa llegó al convento de las llamadas
Madres Irlandesas. La acogida fue afectuosa, pero su estancia allí fue sólo
momentánea dado el deseo de la novicia de ser una misionera activa.
VIAJE A LA INDIA Y PROFESIÓN RELIGIOSA
Informada
en el convento de que en el Estado de Bengala, en la India, las monjas de esa
congregación llevaban a cabo una excelente labor de ayuda a los necesitados,
ese mismo año, embarcó rumbo a la India, adonde llegó después de 37 días en
alta mar. Tras una pequeña parada en Calcuta, siguió viaje a su destino final,
Darjeeling, al cual llegó 51 días más tarde.
Después
de un noviciado enfocado hacia la formación para la enseñanza, Agnes profesó
los hábitos el 24 de mayo de 1931, a los 21 años,
“y de acuerdo con las constituciones de la Congregación de
Loreto, debía cambiar de nombre”.
“Elegí llamarme Teresa”, contó
años después. “Pero no fue por la grande Teresa que
elegí el nombre —dijo refiriéndose a la excelsa figura de Santa Teresa
de Jesús—, “sino por la pequeña”.
“Agnes
había tomado el nombre de Teresa en honor de Santa Teresita de Lisieux”.
Durante
seis años confirmó tres veces sus votos de profesión, hasta que el 24 de mayo
de 1937, en la fiesta de María Auxiliadora y en la Casa de Loreto en Calcuta,
donde residía, Teresa Bojaxhiu tomó los hábitos definitivos convirtiéndose en
la “esposa de Jesús para toda la eternidad”,
como ella misma dijo.
EL LLAMADO
El
momento crucial de su vida y el que la convertiría en la Madre Teresa de
Calcuta, se produjo de improviso. Ella misma nos lo cuenta:
“Ocurrió el 10 de setiembre de 1946, durante el viaje en tren
que me llevaba al convento de Darjeeling para hacer los ejercicios
espirituales. Mientras rezaba en silencio a nuestro Señor, advertí una llamada.
El mensaje era muy claro y así lo relató ella:”
“Tengo que dejar el convento y ayudar a los pobres viviendo
entre ellos. Oigo la llamada de abandonarlo todo y seguir a Cristo en las
chabolas a fin de servirle entre los más pobres de los pobres, es Su voluntad y
debo cumplirla”
El
llamado no admitía dudas: debía entregarse totalmente a Cristo ya que había
visto en su rostro las caras de los desheredados de la tierra. No sería algo
fácil, en los próximos años todo parecería estar en su contra.
Dado
que dentro de su congregación no se le permitía ejercer las tareas de asistencia
a los más desprotegidos, cuyas quejas escuchaba afuera de los muros del
convento, la hermana Teresa se vio enfrentada a la decisión de pedir la
dispensa para salir de él, sin dejar por eso de ser monja. Sería muy doloroso
irse, dejando a sus alumnas y a sus compañeras religiosas, pero el dolor que la
requería afuera era mucho más fuerte.
Para
eso, debía obtener el permiso del arzobispo católico de Calcuta, Ferdinand
Periers, que no parecía fiarse mucho de la juventud de Teresa.
Sin
embargo, a principios de 1948, con el apoyo de su superiora y el beneplácito
del propio Sumo Pontífice, la hermana Teresa fue autorizada a abandonar su
orden.
UN NUEVO HÁBITO, UNA NUEVA ORDEN: NACEN LAS MISIONERAS DE LA CARIDAD
Y
así fue como la pequeña y menuda Teresa cambió el hábito de las hermanas de
Loreto por el Sari blanco de las mujeres pobres de la India, pero con ribetes
azules que simbolizaban su deseo de imitar a la Virgen María y llevando un
crucifijo en el hombro que recordaba permanentemente su exclusivo amor a Cristo.
Sobre su vestimenta, ella misma diría años más tarde:
“El sari permite a nuestras hermanas sentirse pobres entre los
pobres, iguales a los enfermos, a los viejos, de este modo nuestra forma de
vestir nos acerca a sus vidas…”
Desde
ese momento se dedicó a socorrer hambrientos, a visitar enfermos y a acompañar
a moribundos abandonados en las calles. Pronto se le unieron unas cuantas
jóvenes que también querían luchar contra tanta pobreza existente en cada
esquina de la mísera Calcuta.
Y
así, después de una espera que le pareció eterna, el 7 de octubre de 1950,
aquella desconocida monja de Calcuta recibió la aprobación oficial del papa Pío
XII para la fundación de una nueva congregación religiosa con el nombre de
Misioneras de la Caridad.
Era
una congregación especial, que se dedicaría a servir a los más necesitados. Y
que añadiría a los clásicos votos de pobreza, castidad y obediencia, el de
entregar su vida exclusivamente a los más pobres.
En
su largo camino, también su lucha contra el aborto, consiguió frutos
permanentes. Frente al Congreso de los Estados Unidos, en un memorable
discurso, la Madre Teresa dijo aquella su recordada frase:
“El aborto es un homicidio en el vientre de la madre. Una
criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí. Yo sí
los quiero”.
Y
consiguió de la entonces Secretaria de Estado, Hilary Clinton, la fundación de
una casa para albergar a esos niños no queridos por sus madres.
UNA DESCONOCIDA MADRE TERESA
Hasta
aquí, todos podemos decir que esta es una historia más o menos conocida. Pero
no sabemos nada, de lo que por años pudo ocurrir en la intimidad de su alma.
Nadie
nos contó, porque tampoco lo sabía, que durante años ella tuvo visiones del
Cielo y mensajes que guardó en lo profundo de su corazón. Esos mensajes la
guiaban por el camino que Jesús deseaba. A pesar de su intensa actividad
socorriendo a enfermos y moribundos, ella siempre encontraba tiempo para rezar,
aunque eso le significara no dormir.
Dios
estaba en ese deseo de donarse que tenía en lo profundo de su corazón. Había
emigrado a la India para convertirse en monja a los 18 años, y trabajado como
maestra por 17 años antes de experimentar varias visiones y locuciones de parte
de Jesús.
“La experiencia”, según
escribió su confesor en ese tiempo, fue “continua,
profunda y violenta”.
Más
tardé lo recordó como un diálogo dramático y fue plasmado en los escritos de su
confesor: Jesús la llama “mi
pequeña” y le pide que “lo lleve con los más pobres: quiero monjas
hindúes… quienes serán mi fuego de amor entre los pobres, los enfermos, los
agonizantes y los niños pequeños”.
Ella
duda.
Él
pregunta impacientemente, “¿Se ha enfriado tu
generosidad?”
LA NOCHE OSCURA DEL ALMA
Un
día, sin explicación, las visiones y locuciones interiores cesaron de repente.
Durante los siguientes cuarenta años, la Madre Teresa se vio envuelta en un
oscuro e implacable silencio. El Señor deseaba hacerle sentir Su propia soledad
en el Calvario.
Sólo
una vez más escuchó la voz de Dios, y a partir de ese momento, ella creyó que
las puertas del cielo se habían cerrado para ella. Cuanto más grande era su
necesidad de alguna señal de parte de Dios, más vacía y desolada se sentía.
Ha
habido Santos que han hablado de sus tormentos espirituales y sentimientos de
abandono por parte de Dios. En el siglo XVI, San Juan de la Cruz describió esa
terrible experiencia como “la noche oscura del
alma.” Pero sería difícil encontrar otro santo que haya sufrido una
oscuridad tan densa o una noche tan larga como lo hizo la Madre Teresa.
Juan
de la Cruz y otros escribieron poemas y cánticos espirituales para describir
sus sufrimientos en la ausencia de Dios y de sus anhelos frustrados por el
abrazo de su amor.
Ella
no lo hizo, pero en el año 2007, diez después de su muerte, se publicaron un
montón de cartas privadas que mostraron un sorprendente nuevo lado de Teresa:
un interminable periodo que duró 39 años de soledad espiritual, que coincidía
casi exactamente con su carrera de misionera en el que parecía que Jesús estaba
ausente para ella, en sus oraciones, incluso, en la Eucaristía.
“El silencio y el vacío es tan grande”, escribió ella, “que busco y no encuentro, la lengua se mueve (en
oración) pero no habla”
Su
perseverancia en ausencia de un sentido divino fue probablemente su acto de fe
más heroico. Tanto su tormento como su increíble Fe fueron evidentes en otra
carta:
“Si alguna vez me convierto en Santa, seguramente será en la
oscuridad”.
Su
cercanía a Dios, que ella misma no podía percibir, era la raíz de esta
serenidad que otros admiraban en ella. Sin embargo, su sonrisa radiante
escondía un abismo de dolor, cubría el Calvario de su alma.
A
todos podía parecer que la relación con Jesús estaba llenando de consuelo a
Madre Teresa. En realidad era la fuerza de la gracia divina, así como su
determinación implacable y su fortaleza de carácter, lo que le dio la energía
para superarse a sí misma y vivir contagiando una alegría que no sentía.
AUN SINTIÉNDOSE ELLA MISMA ABANDONADA
Nunca
dejó de cuidar a los abandonados.
“Han vivido como animales, al menos que mueran como personas”.
La
Madre Teresa nunca habló de su dolor espiritual. De hecho, sólo sus directores
espirituales se enteraron de su angustia. Por medio de algunas líneas extraídas
de sus cartas a ellos que se han hecho públicas, podemos reconstruir las
estrofas de una especie de cántico espiritual que representa la noche oscura
del alma de la Madre Teresa:
“. . .Yo no sabía que el amor puede hacer que uno sufra tanto. .
. . el dolor humano, causado por el
divino . . . Cuanto más lo quiero, menos querida me siento . . . Quiero amarlo
como Él no ha sido amado, y sin embargo siento esa separación, ese terrible
vacío, esa sensación de ausencia de Dios . . . Dicen que la gente en el
infierno sufre un eterno dolor por la pérdida de Dios. . . Siento en mi alma
este terrible dolor de la pérdida, de Dios que no me quiere, de que Dios no es
Dios, de que Dios no existe realmente . . .”
Su
sonrisa afectuosa, su actitud bondadosa, disponible, atenta a las necesidades
del que tenía enfrente, nunca dejaron entrever su martirio espiritual, que
ahora conocemos: en secreto su vida era un infierno. Como ella confió a su
director espiritual, en 1957:
“En la oscuridad… Señor, Dios mío, ¿quién soy yo para que tú me
abandones? La criatura de tu amor – y ahora convertida en la más odiada. La
única que has apartado de Ti como a alguien no deseado – no querido. Llamo, me
aferro, busco y no encuentro respuesta… Cuando trato de elevar mis pensamientos
al cielo, es tal el vacío que siento que esos mismos pensamientos regresan a mí
como cuchillos afilados ... lastiman mi
alma… la misma palabra Amor, no significa nada para mí… Me han dicho que Dios
vive en mí – y sin embargo, la realidad de la oscuridad y la frialdad y el
vacío que me rodea es tan grande que nada toca mi alma… “Dios mío, ¡qué
doloroso es este dolor desconocido!”
Increíblemente,
la Madre Teresa vivió en un desierto espiritual, sintiéndose rechazada por
Dios, abandonada por Él en medio de la más grande oscuridad, justo en el
momento en que el mundo más la aplaudía, más la adulaba, más reconocía sus
méritos. Como una ironía, cuanto mayor era su éxito, y el aplauso público hacia
su persona, más abandonada, humillada y desesperada ella se sentía.
Y
cuanto más lo hacía, más entendía que la mayor pobreza que sus abandonados
sentían era la falta de amor. Y tanto como sus cuidados muchas veces sin
esperanza a los cuerpos lacerados y moribundos, ella prodigaba su mano amorosa,
su sonrisa cariñosa, el amor misericordioso de Cristo, prodigándose hacia
tantos Cristos sufrientes.
LAS MISIONERAS DE LA CARIDAD EN EL MUNDO
Pero
Dios aprobaba esa misión abnegada y sacrificada a favor de sus hijos más
sufrientes. En una época de sequedad y falta de vocaciones, una gran cantidad
de jóvenes deseaban unirse a la causa y dejaban todo con ese fin.
Entrar
en las Misioneras de la Caridad significaba abandonar las compensaciones del
mundo, para hacerse cargo de lo que ese mundo rechazaba y alejaba de sí.
Una
Misionera de la Caridad, al entrar, sabía que no le estaría permitido recibir
regalos, ni visitas familiares o de otro tipo, que tendría tres saris, uno para
usar, otro para lavar y el tercero puesto a secar. Dos mudas de ropa interior confeccionadas
con costales, a los que sería necesario lavar diez veces antes de que pudieran
ser utilizados. Un par de sandalias, una cuchara de metal, un plato, una
jofaina, una esterilla de paja, un crucifijo y una Biblia sería todo su bagaje
personal. Los abrigos pertenecían a la comunidad y no les estaba permitido usar
medias, ni aún en la nieve. Toda la ropa debía lavarse a mano y nunca se
aceptaron las muchas donaciones de lavarropas que les fueron ofrecidos.
LUCHAS, FRUTOS Y LÁGRIMAS
Junto
con la multiplicación de las casas en los diferentes países, aumentaron sus
luchas para dignificar a los intocables, rechazados por la sociedad hindú, a
los que, a pesar de haber sido bautizados, las propias clases altas católicas
obligaban a permanecer de pie en el fondo de los templos.
A
pesar de su transparencia espiritual, su vida estuvo rodeada de
contradicciones. Su misión debía llevarla a tratar de conseguir fondos de donde
fuera. Acusada de poner la caridad por encima de las luchas por la justicia, “devorada por la urgencia del socorro inmediato”
ella respondía:
“A mí no me interesan las estructuras sociales, no tengo tiempo
para pensar en grandes programas, nuestra misión es el hombre individual que
nos necesita ahora”.
Con
el paso de los años aumentaron sin cesar sus casas y sus obras y la Madre
Teresa alcanzó un renombre mundial. Sin ella pedirlo, o esperarlo siquiera, e
empezaron a llover premios y condecoraciones.
La
culminación de todos los honores fue el premio Nobel de la Paz que le fue
otorgado en 1979 y cuyo monto destinó para sus obras de misericordia. Al
recibir el Premio, sólo dijo:
“Personalmente, no lo merezco. Sólo he procurado ser una gota de
esperanza en un océano de sufrimiento. Pero si esta gota no existiese, el mar
la echaría en falta”.
Convertida
en una estrella, agasajada por príncipes y banqueros, reyes y gobernantes,
Papas y artistas, la Madre Teresa se convirtió en el símbolo por excelencia de
una santa viva, ante la cual se inclinó hasta el mismísimo Juan Pablo II.
LA MUERTE Y EL RECONOCIMIENTO DE LA IGLESIA
A
pesar de la certeza de que su obra había crecido milagrosamente y de que sus
hijas atendían a “los más pobres entre los pobres” en
muchos países, sus últimos años no fueron fáciles, no sólo por los extremos
sufrimientos de sus dolencias, sino por la pena que le generó el rodaje de una
película sobre su vida, realizada para la televisión, proyecto al cual ella en
un principio había dado su aprobación, pero luego la retiró. A pesar de lo
cual, y contrariando su voluntad, el proyecto continuó, lo cual fue motivo,
según afirmaron sus más próximos, de que se sintiese “muy
contrariada”.
El
5 de septiembre de 1997, la vida terrena de Madre Teresa llegó a su fin. El
Gobierno de India le concedió el honor de celebrar un funeral de estado y su
cuerpo fue enterrado en la Casa Madre de las Misioneras de la Caridad. Su tumba
se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación y oración para gente de
fe y de extracción social diversa (ricos y pobres indistintamente).
Aunque
ella había delegado en una de sus hijas la dirección de la obra, siguió siendo
siempre la madre espiritual de todas. Al fallecer de un paro cardíaco, una
estela de dolor recorrió el mundo, recientemente apenado por otra muerte, la de
la princesa Diana de Gales, con la cual se había encontrado en varias
oportunidades, para coincidir en un mismo deseo de asistir a los que más
necesitaban ayuda. Contaba 87 años de edad.
BEATIFICADA POR JUAN PABLO II
Menos
de dos años después de su muerte y a causa de lo extendido de su fama de
santidad y de los favores que se le atribuían, el Papa Juan Pablo II permitió
la apertura de su Causa de Canonización.
El
20 de diciembre del 2002 el mismo Papa aprobó los decretos sobre la heroicidad
de las virtudes y sobre el milagro obtenido por intercesión de Madre Teresa.
LOS MILAGROS
Durante
su propia vida, la luz espiritual que trasuntaba la Madre Teresa cambió la vida
de mucha gente, junto con su ejemplo de abnegación y su carisma de increíble
bondad. Corazones endurecidos se ablandaron, gente que hacía tiempo no rezaba
volvió a hacerlo, manos vacías se llenaron con gestos de amor.
Pero
la Congregación para la Causa de los Santos exige una curación milagrosa
comprobada científicamente, y obtenida por su intercesión.
En
este sentido, el Vaticano está estudiando el caso de un hombre brasileño
inesperada e inexplicablemente curado de ocho abscesos cerebrales, lo que
podría ser el milagro que lleve a la canonización de la Beata Madre Teresa.
Dicho milagro se produjo en el año 2008 en la ciudad de Santos, Brasil.
Compadecido
tanto del sufrimiento del enfermo como del dolor de la familia, el padre
Elmiram Ferreira, gran devoto de la Madre Teresa, que acompañó todo este
doloroso proceso, dio a la familia una oración para pedir su intercesión. Y les
encomendó orar sin cesar.
Él
mismo relató que “la Madre Teresa se convirtió en
el consuelo y la fortaleza de la familia durante ese largo tiempo. Así que
cuando su completa recuperación se verificó sin que los médicos pudieran
explicarla, entendí que allí estaba la mano de la Beata.”
Expertos
del Vaticano que están llevando adelante la causa de la canonización visitaron
la ciudad de Santos, acompañados por el Padre Brian Kolodiejchuk, postulador de
la Causa de Canonización de la Madre
El
paso siguiente en el proceso de canonización consistirá en el examen riguroso
por parte de un determinado número de médicos de ese dicasterio de las pruebas
científicas de dicha curación y luego de su aprobación irá a un consejo
teológico. En caso de que todas estas etapas sean favorables, se espera la
aprobación final por parte del Papa.
Ese
milagro no elimina la posibilidad de otros que puedan sumarse, por lo que será
bueno dirigirse al Señor para obtener de Él alguna gracia, por intercesión de
la Bendita Madre Teresa.
Sería
bueno también, no olvidar las muchas enseñanzas que nos dejó.
“La vida sin amor no vale nada; la justicia sin amor te hace
duro, la inteligencia sin amor te hace cruel, la amabilidad sin amor te hace
hipócrita, la fe sin amor te hace fanático.”
“Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”
“El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es
la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto
del servicio es la paz.
¿Se
dará en este Año de la Misericordia, la elevación a los altares de la Santa de
la Misericordia?
FUENTES:
Escrito por María de los Ángeles Pizzorno
De Uruguay, Escritora, Ex Secretaria retirada
De Uruguay, Escritora, Ex Secretaria retirada
Foros de la Virgen María
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