Al hablar
sobre la historia del acontecimiento guadalupano, la tilma de San Juan Diego,
como es lógico, acapara toda la atención, pues es la base del miagro. En ella,
convergen diferentes ciencias que la han estudiado con detenimiento y
admiración al constatar los resultados; sin embargo, hay un segundo milagro
que, muchas veces, pasa desapercibido y es el hecho de haber logrado el
encuentro de dos civilizaciones que, al fusionarse, dieron origen, no sin
dificultades, a la nación mexicana. Los indígenas y los españoles, en el marco
histórico de la Nueva España, pudieron iniciar un largo camino de mutuo
entendimiento cultural, gracias a la Virgen de Guadalupe. La aparición resaltó
la religión de los recién llegados y, al mismo tiempo, conservó los rasgos
propios de los habitantes de los alrededores del Tepeyac. La combinación
perfecta de elementos que dio paso a una mejora de las relaciones. A menudo, el
periodo de la conquista, con sus luces y sombras, es tomado de forma acrítica;
es decir, sin considerar lo difícil que fue para ambas partes entenderse. Por
esta razón, María, bajo la advocación de Guadalupe, fue un puente de
comunicación y, por ende, de paz. Lejos de perderse la identidad de las dos
culturas en cuestión, se enriquecieron mutuamente gracias a la fe
cristiano-católica.
La historia de México y, por supuesto, de gran parte de América Latina, no podría entenderse sin el vínculo que dejó el acontecimiento guadalupano. María, en nombre de Jesús, se hizo presente, revitalizando la cultura. Se introdujo sin violentar. Así debe darse a conocer la verdad cristiana. Entrar, participar, pero sin romper el diálogo y, sobre todo, el respeto por lo positivo de cada cultura. Por ejemplo, la religiosidad de los indígenas, como aspecto abierto a la trascendencia, fue tomado por María de Guadalupe para llevarlos a conocer el Evangelio de un modo accesible. Dos culturas que, en un primer momento se hicieron la guerra, comenzaron a superar ciertas barreras políticas, sociales y lingüísticas a partir del mensaje transmitido por San Juan Diego al obispo Fr. Juan de Zumárraga en 1531. Aunque tuvo que pasar mucho tiempo, el punto de partida fue la aparición del Tepeyac.
Dentro de la historia de la salvación, María ha tenido un papel significativo. Su vida giró en torno a Jesús. La mariología, dentro de la especialización teológica, nos ha dado pautas para profundizar en su legado. Cada vez que la humanidad ha entrado en crisis, ella se ha hecho presente de muchas maneras, consolando y animando. Siempre con la meta de reorientar nuestra mirada hacia Dios, trayendo consigo un mayor entendimiento entre nosotros. El acontecimiento guadalupano puede resumirse en la fe que llega de un modo cercano, abierto a todos.
La historia de México y, por supuesto, de gran parte de América Latina, no podría entenderse sin el vínculo que dejó el acontecimiento guadalupano. María, en nombre de Jesús, se hizo presente, revitalizando la cultura. Se introdujo sin violentar. Así debe darse a conocer la verdad cristiana. Entrar, participar, pero sin romper el diálogo y, sobre todo, el respeto por lo positivo de cada cultura. Por ejemplo, la religiosidad de los indígenas, como aspecto abierto a la trascendencia, fue tomado por María de Guadalupe para llevarlos a conocer el Evangelio de un modo accesible. Dos culturas que, en un primer momento se hicieron la guerra, comenzaron a superar ciertas barreras políticas, sociales y lingüísticas a partir del mensaje transmitido por San Juan Diego al obispo Fr. Juan de Zumárraga en 1531. Aunque tuvo que pasar mucho tiempo, el punto de partida fue la aparición del Tepeyac.
Dentro de la historia de la salvación, María ha tenido un papel significativo. Su vida giró en torno a Jesús. La mariología, dentro de la especialización teológica, nos ha dado pautas para profundizar en su legado. Cada vez que la humanidad ha entrado en crisis, ella se ha hecho presente de muchas maneras, consolando y animando. Siempre con la meta de reorientar nuestra mirada hacia Dios, trayendo consigo un mayor entendimiento entre nosotros. El acontecimiento guadalupano puede resumirse en la fe que llega de un modo cercano, abierto a todos.
Carlos J.
Díaz Rodríguez
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