Que
la mano izquierda no conozca lo que hace la mano derecha…
Una
concreción de esta rectitud de intención es un acto en sí muy bueno: ayudar al
necesitado con la limosna, ayudar al culto de Dios. “Por
tanto, cuando des limosna no lo vayas pregonando, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y en las calles, con el fin de ser alabados por los hombres. En
verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, por el contrario, cuando
des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha, para que tu
limosna quede en oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te
recompensará” (Mt).
La
belleza de la imagen de la mano izquierda desconociendo lo que hace la derecha
es inconmensurable. De un modo paralelo, el hipócrita repugna puesto que da
para alcanzar la vanagloria, la consideración social y el placer de ser
admirado por los hombres. Compra la fama al precio de una buena acción externa;
pero se hace un hipócrita, y toda su recompensa está en esa alabanza
superficial y voluble. Ninguna acción buena deja de ser premiada por el Padre
bueno de los cielos, pues ve en lo secreto, en lo íntimo, en lo personal. Este
es el secreto del hijo de Dios, actuar ante la mirada de su Padre celestial;
todo lo demás le sobra.
Reproducido con permiso del Autor, Enrique Cases, Tres años con Jesús,
Ediciones internacionales universitarias.
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